
… suerte. No fue el disputado ante el Sevilla Fútbol Club el mejor partido de la ‘era Juan Ignacio’. Más bien, quizá al contrario. El Real Valladolid no salió bien, y no solo por el gol de Carlos Bacca, cuando aún no se habían cumplido los dos minutos de encuentro, sino porque el equipo se mostró desorientado durante buena parte del tiempo restante.
… oro. El empate no puede recibir otra consideración. Es un punto de oro que salió a flote en un mar de dudas, cuantas giran en el entorno, y consiguió sobrevolar por encima de la balsa de pesimismo que era el Nuevo José Zorrilla en el descanso, fruto de un resultado poco halagüeño y de unas pésimas sensaciones.
… Emery. Es de recibo reconocer al técnico vasco el mérito en la primera parte sevillista. Reforzó la zona central al jugar con tres centrales y Carriço en la media para tapar la sangría defensiva de partidos previos y liberar a Jairo y Vitolo, que son –y fueron- magia.
… presión. La ejercida sobre la salida del Real Valladolid por el cuadro hispalense, y que guarda relación con la lectura de Emery. Consiguió aislar a Ebert gracias a Fernando Navarro, central, y a Alberto Moreno, carrilero. Además, el reciente debutante con la selección se mostró también en ataque e hizo un gol. Por dentro, la volatilidad de Omar y Guerra se convirtió en transparencia debido al ahogo de los hombres interiores del Sevilla.
… conformismo. A pesar de los dos puntos anteriores, debe apuntarse en el debe sevillista el paso atrás que dieron en el segundo acto. Se puede considerar, ciertamente, que el objetivo era buscar el tercer gol a la contra. No obstante, se puede criticar el hecho de que variasen un plan con el que les había ido tan bien, tanto en ataque como en defensa. Es más, Beto tuvo que intervenir más veces una vez variada la idea de juego.
… Mariño, que de nuevo fue un océano frente al ataque rival cuando sus compañeros hicieron aguas. Y fue en un buen puñado de ocasiones, en los que al equipo le faltó contundencia. Los dos tantos vienen de ahí, como el del empate ante el Málaga o el de Cani ante el Villarreal. La zaga recula, no sale, y el que termina obligado a intervenir es el guardameta gallego.
… cambio. Manucho entró en el descanso para dar nuevos bríos al ataque blanquivioleta, y vaya si lo hizo. Buscó continuamente la ruptura y, en estático, tocó buena parte de los balones que recibía en busca de una segunda jugada o de un remate, como el del gol. Juan Ignacio Martínez acertó igualmente al dar entrada a Álvaro Rubio, que mejoró con mucho la capacidad de creación en mediocampo, y a Valdet Rama, que fue un incordio para Diogo Figueiras.
… rebeldía. La de Patrick Ebert. No fue su mejor partido. De nuevo, se vio como Javi Baraja le reprendía sobre el césped por no buscar recuperar el balón una vez lo perdió, en varias ocasiones. Pero, aun sin brillar, es determinante. Se jugó varias posesiones desde lejos, como el alero que lanza las botas aun sabiendo que del tablero no cuelga un cesto, pero es de recibo reconocerle la genial definición de la falta que supone el empate.
… locura. El que hubo en el final del encuentro, provocado por una remontada que no puede recibir otro calificativo que asombrosa. Bien es verdad que el Real Valladolid mejoró en la segunda mitad, pero no llegó a desarrollar un juego excesivamente vistoso y dañino. Las oportunidades de gol no fueron francas, pese a las diferentes intentonas, lo que no impidió que la grada alcanzase un deseable estado de excitación.
… fe. Cuando la grada no creía, los blanquivioletas sí lo hicieron. Y no solo por Manucho, que es corazón de león, sino también porque, como decimos, Álvaro Rubio apareció para ser cabeza. Ello no justifica, empero, la decisión de algunos de pitar a Javier Baraja. La afición es soberana, pero… En fin, que, por suerte, gracias a Manucho y a que el Sevilla se pegó un tiro en el pie, el público acabó enganchándose.
… fortuna. Efectivamente, hemos hablado ya de suerte. Pero,¿cómo no reiterar que el Real Valladolid sacó un punto casi sin quererlo? Puede parecer que este punto choca con el anterior, pero tiene su explicación: sin llegar a bajar los brazos, el equipo vagó como alma en pena en los primeros 45 minutos y fue realmente intenso solo en los diez últimos. Suficiente, pero a medias. Porque hace falta más que eso para ganar y porque no todos los rivales van a perdonar como el Sevilla.
… tensa tranquilidad. Por lo anterior, el empate y la manera en que llegó deja un sabor de boca agridulce. No hay quien no lo considere positivo, aunque es necesaria la autocrítica y preparar a conciencia el partido contra el Rayo Vallecano, contra quien la imagen debe mejorar y, sobre todo, a quien hay que ganar. Porque, por más que esto sea una carrera de fondo, no conviene hacer la goma en los primeros kilómetros; luego corres el riesgo de no saber reaccionar.
… esperanza. Álvaro Rubio ha vuelto. Manucho, pese a sus idas y venidas, parece no haberse marchado nunca. Daniel Larsson y Lluís Sastre están ya en capilla. Poco a poco, aunque los contratiempos se siguen sucediendo, se ve un halo de luz al final del túnel. Recuperar jugadores capitales será vital para empezar a sumar de tres en tres, aunque si los problemas no cesan, deberán dejar de ser excusa: la necesidad de sumar una victoria empieza a ser perentoria.
… muchos. Y así podríamos seguir hasta que comience el partido de Vallecas, extrayendo conclusiones más o menos ciertas, positivas o negativas, sobre la actuación del Real Valladolid ante el Sevilla y, en general, sobre el arranque liguero. Porque, seamos sinceros, aunque quizá no haya habido peor momento que el primer periodo ante el conjunto hispalense, el cómputo global del encuentro no deja de continuar la línea de las primeras jornadas. Competitividad, sí; fútbol, poco. Puntos, muchos, pero por sumar. Desde ya.