El senegalés, de quince años, ha entrenado ya en varias ocasiones con el primer equipo, a pesar de que unos problemas burocráticos le han impedido competir en lo que va de temporada.
Una pregunta flota en el ambiente desde el Día de los Santos Inocentes. ¿Quién es Pape? ¿Por qué? Porque sonó a inocentada, pero no lo es. Chocaba que un desconocido senegalés de quince años fuera a pasar de golpe y porrazo prácticamente del anonimato a estar bajo el rutilante foco mediático, obligado cuando uno se ejercita a su edad con un equipo de Primera División.
Pero, repitiendo la cuestión, ¿quién es Pape? Sin desmerecer a otros jugadores con potencial más cercanos al profesionalismo en el escalafón formativo, quizá la más firme promesa que tiene el Real Valladolid en sus categorías inferiores. Y no solo porque Miroslav Djukic haya puesto en él su confianza.
Pape Assane Mboji nació el veinte de septiembre de 1997 en Rufisque, localidad próxima a Dakar, donde su representante, Chema Aragón lo vio por primera vez hace cuatro años. Para entonces, tal y como Aragón relató este martes en Radio Marca Valladolid, el Atlético de Madrid había ya iniciado la búsqueda de jugadores con talento por medio de José María Amorrortu, por entonces director de la base colchonera. Pero, con Pape, él se adelantó.
El hoy blanquivioleta jugó el primer partido al que asistió, y enseguida le llamó la atención que no fuese el pivote africano estereotipo, un mero destructor que se hace valer de su físico para robar el balón. Era algo más que un mediocentro de corte; pues destacaba también -y destaca- por un desplazamiento en largo «fuera de lo común».
Más tarde, ya con el jugador en suelo vallisoletano, Javier Pardo, columnista de El Norte de Castilla y asiduo en las gradas de Los Anexos mostró no solo esa fijación. «La primera vez que uno lo ve suele quedar impresionado. Lógicamente, lo que más llama la atención es su físico, desarrollado para un chaval de su edad. Yo, después, decidí intentar fijarme en algo más que su planta, y vi cosas inusuales en alguien tan superior en el cuerpo a cuerpo. Conducción con cabeza levantada, visión de juego, desplazamiento en corto y largo…».
«Resultó que aquel africano manejaba prácticamente todos los registros», prosigue Pardo. Puestos a poner algún pero a su fútbol, podría destacarse como debe el hecho de que no domina el juego aéreo con la solvencia que se le presupone a un jugador de su estatura. Pero, siempre que puede, deja detalles. Buen toque de balón, capacidad para dar salida a la jugada desde posiciones retrasadas, envíos certeros a media y larga distancia o unas diagonales más que correctas son algunas de sus credenciales.
Dicho así, sin verlo, puede parecer exagerado o que se le sobredimensiona. Nada más lejos. Su potencial es tan real que nada más llegar al Real Valladolid alternaba entrenamientos con el primer equipo cadete, de categoría autonómica, y el segundo juvenil, e incluso completó alguna sesión con el Juvenil División de Honor que por aquel entonces dirigía Juan Carlos Pereira.
«Yo siempre digo que es, junto a Sergio Asenjo, el futbolista que más me ha impresionado a primera vista desde que veo jugar a equipos de cantera», dice Gonzalo Quintana, la voz del fútbol en Radio Marca Valladolid. «Recuerdo perfectamente la primera tarde que le vi jugar. Fue en uno de esos partidos para pasar frío en la grada de Los Anexos, en la que se enfrentaban las selecciones cadete y juvenil de Castilla y León contra el División de Honor y el Promesas. En cuatro contactos con el balón aprecias que no estás ante un futbolista normal. Acudes rápido a preguntar quién es… y te dicen la edad. Te sigues fijando… y cada vez te gusta más».
Quintana ahonda en ese estilo de juego antes referido, ajeno al centrocampista africano tan de moda en el fútbol europeo que trabaja hasta la extenuación pero al que le falta técnica. «Él la tiene. Y visión de juego. Es como si hubiese estado toda su vida jugando en las categorías inferiores del Ajax. Llama la atención su gusto por estar constantemente en contacto con el balón. De hecho, recuerdo más de un cabreo con sus compañeros, especialmente con algún central, cuando abusaba del balón largo. Distribuye en corto, aunque tampoco reniega de su buen golpeo en largo cuando el partido lo necesita».
Gonzalo Quintana reconoce haber puesto siempre la mirada en «sus buenas lecturas del partido y del juego, algo que en un futbolista del continente africano no suele ser habitual». Pero, claro, siempre hay un pero. En su caso, no solo en cuanto a las características de su juego, sino también a algo que él no domina: el dichoso papeleo.
Cursó la pasada campaña en el primer equipo cadete sin aparentes problemas, pero en la actual aún no ha podido debutar debido a que no se ha podido tramitar su licencia. «Esta temporada iba a formar parte del Juvenil de División de Honor, aunque también es un habitual en los entrenamientos del Promesas, donde ya ha jugado varios amistosos», recuerda Javier Pardo.
Su irrupción, sorprendente para buena parte de los aficionados, lo es menos para quienes lo han visto con cierta asiduidad. Su potencial, enorme, no se ha visto hasta el momento mermado por la inactividad; más bien al contrario, Djukic ha contado ya con él en varias sesiones, y seguirá haciéndolo a corto plazo.
Cuando Paco Izquierdo, periodista de la Cadena COPE, pronunció su nombre, por la fecha en que lo hizo, pudo parecer una broma. Pero no lo fue. Como tampoco es el hecho de que el técnico serbio haya puesto sus miras en él y quiera seguir de cerca su evolución. Su irrupción en el club, fulgurante, seguirá adelante en cuanto pueda jugar y demostrar que su juego no es tampoco una inocentada.