El conjunto che ha respondido a las ventas de sus grandes estrellas con futbolistas de menor rango, pero competitivos. Uno de los mercados más rastreados por la dirección deportiva es el francés.
Transcurría el minuto 75 y el Valencia vencía al BATE Borisov por tres goles a cero. Roberto Soldado se había encargado ya de anotar un triplete que elevaba a su equipo a la primera posición de su grupo en Liga de Campeones. Entonces, Mauricio Pellegrino sustituyó al internacional español por Jonas.
Hasta seis minutos después, cuando el exblanquivioleta Barragán entraba en lugar de Feghouli, el equipo blanquinegro formaba con once futbolistas foráneos.
Hace tiempo que el Valencia dejó de danzar al son de los títulos. Perenne tercero, desde que Real Madrid y Barcelona decidieron restar picante a la Liga, lleva años combatiendo la crisis económica –su deuda actual ronda los 370 millones de euros-, agudizando el ingenio y poniendo a prueba la perspicacia de la dirección deportiva para encontrar diamantes debajo del fango.
Ante la imposibilidad de mantener a jugadores como David Silva, Villa, Juanín Mata o Jordi Alba, atraídos por cimas más elevadas, el Valencia ha optado por rebuscar en el mercado extranjero para incorporar jugadores de perfil medio, cuyo valor económico puede soportar la entidad presidida por Manuel Llorente.
Desde que el actual presidente se hizo cargo en 2009 del club che, solo siguen perteneciendo a la plantilla Banega y Albelda. La renovación ha llevado a ingresar, en sus años de gestión, casi 180 millones de euros en ventas y a gastar, pese a moverse en un contexto de dificultades económicas, 92 millones de euros, según informa el portal deportivo ‘superdeporte’.
De esta notable cifra, el mayor esfuerzo por fichar a un jugador se hizo con Roberto Soldado, por quien se desembolsaron, en verano de 2010, diez millones de euros –fichaje más caro de la gestión de Llorente y el director deportivo, Braulio Vázquez-.
Un verano que iba a definir el modus operandi en política de fichajes hasta la actualidad. El FC Barcelona dejó en las arcas valencianistas 42 millones para hacerse con los servicios del delantero David Villa. Por su parte, el Manchester City de Roberto Mancini puso treinta millones en la mesa para que Silva se erigiera líder del vigente campeón de la Premier League.
Al fichaje de Soldado, que supliría con éxito la ausencia de Villa, se le sumó el de varios futbolistas que forman parte del once más utilizado por Pellegrino en este primer tercio de campeonato. Aunque Aritz Aduriz, que llegó –por cuatro millones- junto a Soldado para reforzar la vanguardia, ahora trata de despertar al Athletic Club, aún se mantienen hombres sustanciales en el conjunto che, contratados en esas fechas.
El mediocentro argentino Tino Costa le supuso un esfuerzo al Valencia, en aquel momento -2010- entrenado por Unai Emery, seis millones de euros. El central Ricardo Costa y el extremo argelino Sofiane Feghouli, aumentaron la plantilla blanquinegra a coste cero. Y Jonas, que en la actualidad posee un valor de mercado de doce millones, según ‘transfermarkt‘, por el que solo invirtieron poco más de un millón de euros, los acompañó en el verano con las ventas más caras y espinosas del Valencia.
Estos nombres, unidos a los de Stankevicius y Topal –ninguno de los dos continúa en Mestalla- supusieron un gasto total de casi veintiseis millones de euros, por los setenta millones y medio de ingresos que depararon las ventas de Villa y Silva.
Al año siguiente, su principal figura nacional, Juan Mata, puso rumbo a Stamford Bridge para combatir, con Villas-Boas como técnico del Chelsea, a los dos equipos de Manchester City. Las referencias españolas se difuminaban mientras se proseguía en la búsqueda de futbolistas asequibles económicamente.
El mediapunta ‘blue’ dejó veintiocho millones en el club che; y, en su lugar, realizaron fichajes cómodos, sin gran dispendio. La contratación más cara fue la del central Víctor Ruiz –ocho- seguida de Piatti –siete y medio- Parejo y Rami –ambos seis millones-.
En 2011, si bien hubo alguna incorporación que no ha rendido al nivel esperado, como Parejo o Piatti; otras como Rami y Diego Alves forman desde el inicio en las alineaciones de Pellegrino, como antes de Emery.
El resto no rebasaban los tres millones. Ventas duras de digerir –también se marcharon Joaquín e Isco-, pero contestaciones flexibles, baratas, que edifican un conjunto con capacidad para derrotar a otros superiores, pero menos regular de lo necesario para resistir una línea regular y continuada de victorias. El beneficio por las ventas ascendió a siete millones de euros.
En el último mercado de fichajes, se unieron al Valencia solo dos futbolistas nacionales. Jonathan Viera causaba sensación en la UD Las Palmas, y Braulio Vázquez lo advirtió cuando invirtieron dos millones y medio en él. Sergio Canales, que ya estuvo cedido en el equipo de Mestalla la campaña 2011/12, se terminó quedando, previo pago de siete millones y medio de euros.
El resto, foráneos. El matiz, que sus rostros no causaban sorpresa al aficionado che, porque llevaban a sus espaldas la suficiente relevancia en sus anteriores clubes para impulsar el nivel total de la plantilla. Un equipo que encara su tercera temporada consecutiva en Liga de Campeones.
Esos rostros son los de Fernando Gago, un mediocentro ‘5’ conocido en el Bernabéu; Guardado, volante mexicano que encandiló tanto a fogosos como a escépticos; Joao Pereira, lateral luso procedente del Sporting de Portugal que disputó la Eurocopa de este año con su país; Valdez, delantero que, tras su paso por el Hércules, se alejó hasta Rusia para retornar y ofrecer goles cuando el Valencia se atasca; y Aly Cisshoko, lateral zurdo, cuyo equipo anterior fue el Olympique de Lyon.
Por todos ellos, la dirección del Valencia gastó veintidós millones y medio de euros. Las salidas de Aduriz –dos y medio pagó el Athletic Club-, Pablo Hernández –siete millones desde Swansea-, Topal –cinco- y, la más destacada, la de Jordi Alba, por quien el FC Barcelona ofreció catorce millones, alzaron los ingresos en ventas a los treinta millones y medio.
Sin embargo, aunque algunos futbolistas fichados estas temporadas, máxime en el mercado francés –Feghouli, Rami, Cisshoko, Mathieu y Tino Costa-, han logrado sostener al Valencia en la máxima competición europea, al director deportivo, Braulio, se le queda el regusto amargo de no haber podido emparejar a Santi Cazorla con Banega, Gago y Soldado. O de no haber visto el nombre de Beñat impreso en la camiseta blanquinegra.
Así, el Valencia lucha por recuperar su sitio. Desde la llegada de Llorente a la presidencia, todas las temporadas han arrojado beneficios en traspasos.
Cada año, Valencia luce reforzada, en un encaje de bolillos continuo por persistir en las alturas, pese a las salidas de los más relucientes. Cada año, sin embargo, se topan con la realidad de una competición que ya no pueden alcanzar. Mientras, imaginan cómo podrá ser el Nou Mestalla, por el que han invertido hasta la fecha 167 millones de euros.