El excolegiado Juan Carlos Alonso explica las directrices recibidas por los árbitros en relación a jugadas como la que provoca la expulsión de Manucho en La Rosaleda
Hace unos años, no demasiado lejanos, ser delantero era una profesión de riesgo. Aparte de proteger las piernas con unas buenas espinilleras, el punta debía cuidar bien la cara, puesto que existían muchas posibilidades de que se la rompieran en la disputa de un balón.
Defensas como Fernando Hierro, Javi Navarro o Pablo Alfaro convirtieron en método el saltar con el brazo extendido o colocar el codo ante la llegada de un contrario, siempre alegando que ésta era simplemente una forma de saltar y a la vez un mecanismo de protección.
No obstante, el número de jugadores que sufrieron fracturas de nariz y golpes diversos en la cara fue en aumento, y lo que aparentemente era una técnica considerada inofensiva por quien la utilizaba, lo que en realidad perseguía era intimidar al contrario con medios ilegales.
Ciñéndonos al reglamento, su objetivo prioritario es proteger a los futbolistas. Este reglamento se va adaptando a las situaciones del juego sujetas a corrección; de ahí que los comités técnicos marquen unas directrices a los colegiados. Por ello, paso a transcribirles lo acordado en las reuniones de árbitros de este verano en Santander sobre este asunto:
«Aunque en la práctica los árbitros controlan y sancionan en un alto porcentaje las acciones de los codazos de forma muy acertada, conviene seguir sancionando todas aquellas conductas que en los saltos o disputas los jugadores lo hacen de forma temeraria, con el fin de intimidar al adversario e impedir de esta forma que dispute el balón con libertad de movimiento. Del mismo modo, en este tipo de conductas, cuando el jugador utilice los brazos como una herramienta golpeando al adversario, la sanción debe ser de tarjeta roja».
Estas directrices emanan de la Regla XII, que marca como amonestación el golpeo en un contrario de forma temeraria poniendo en riesgo al contrario de forma innecesaria. A partir de aquí, discutir si es injusto estando la temporada iniciada es perder el tiempo, por eso si actuáramos de manera proactiva, entrenaríamos la manera de no correr riesgos innecesarios –y menos en el centro del campo–, saltando con los brazos extendidos para ganar una posición.