Joaquín vive su segunda juventud como jugador del Málaga después de pasar de estrella en el Betis a convertirse en el suplente más caro del Valencia, donde pareció perder un desparpajo hoy revivido.

Allá por 1905, Rubén Darío escribió ‘Canción de otoño en primavera’, cuyo primer verso decía algo así: «Divina juventud, divino tesoro, ¡te fuiste para no volver!», algo que no resulta siempre cierto. O por lo menos no en el caso de Joaquín Sánchez Rodríguez (veintiuno de julio de 1981, El Puerto de Sta. María), que está viviendo en Málaga una segunda juventud.
El extremo derecho del conjunto malacitano ha comenzado la temporada de una forma inmejorable, siendo uno de los mejores jugadores del equipo revelación en Champions y tercero en Liga. El gaditano ha recuperado su mejor fútbol, aquel que le hizo brillar en el Betis y lo llevó a la selección.
Es el tercero de ocho hermanos y de pequeño tenía un sueño. ¡Ser torero! Sí, han leído bien, torero. Acabó en esto del fútbol por insistencia de un tío suyo, -es lo que tiene la familia- ‘El Chino’. Él, exfutbolista de profesión, creyó en el talento de su sobrino. Tanto es así que un buen día lo llevó a Sevilla para que hiciera las pruebas del Betis. Desde aquel día, el pequeño Joaquín se convirtió en jugador verdiblanco.
Tras pasar cinco años en las categorías inferiores, en el año 2000 dio el salto al primer equipo. Por aquel entonces seguía viviendo en Cádiz. Todos los días se recorría 125 km para ir al entrenamiento y otros 125 para volver a casa. Mereció la pena. El veintiséis de agosto de 2000 debutó en partido oficial con el primer equipo.
Desde el veintiséis de agosto, y hasta 2006, disputó más de doscientos partidos oficiales con la elástica verdiblanca, dio 54 asistencias y marcó 28 goles. Con estos números, el dorsal diecisiete del beticismo se convirtió en ídolo de la afición bética.
Sin duda alguna su etapa como bético le dio muchas alegrías, como ir a la selección, y dejaron varias instantáneas para el recuerdo. Por recordar alguna: Sus pases de torero, emulando al gran Raúl González Blanco, en el Calderón tras ganar la Copa del Rey de la temporada 2004/05 o el convertir al trofeo en testigo privilegiado de su boda pocos meses después de ganarlo. Estos años de grandeza fueron los que lo llevaron a la selección.
Con la Roja
Cincuenta y un veces internacional. Dos mundiales y una Eurocopa disputados. Y un mal recuerdo, que tuvo al portuense como protagonista, que nadie olvida. Aunque hayan pasado doce largos años. Fue el año de su debut, 2002, en un partido de cuartos de final del Mundial de Corea y Japón ante la selección surcoreana.
El auxiliar del egipcio Gamal Al-Ghandour (Michel Ragoonath, de Trinidad y Tobago) indicó saque de meta cuando Joaquín controló el balón en la línea -las repeticiones así lo demuestran-, centró y Morientes marcó. Gol anulado. Resultado: España se volvía a casa sin pasar de cuartos, algo que por entonces era costumbre.
Después de esta decepción, el extremo derecho participó en la Euro 2004 y en el Mundial de 2006, otros dos fiascos deportivos. Tras el Mundial de Alemania, el jugador declaró que «la selección española de fútbol es un despelote y un caos», palabras que quedaron para la posteridad y que hicieron que no volviese a disputar otro torneo con España.
El verano de 2006 fue de infarto y de locos, puestos a decir. El veintisiete de julio, el presidente del Betis, José León, anunció que Joaquín le había prometido quedarse un año más. A mediados de agosto el propio jugador anunció que su etapa en el Betis se estaba acabando y que su intención era abandonar la entidad ese mismo verano.
¡Ay, Don Manué!
Entonces llegó él. D. Manuel Ruíz de Lopera, acompañado por su fiel escudero Hugo. Ese perro del que tanto le gustaba presumir. D. ‘Manué’ como señor peculiar que es, decidió mandar al chaval al Albacete. Una estrella consagrada en un Segunda. Lopera tomó la decisión de manera unilateral. Puesto que podía hacerlo. Muchos de los contratos de los jugadores del Betis tenían una cláusula por la cual la entidad los podía ceder sin tener en cuenta su opinión. La sangre no llegó al río y la ‘Operación Albacete’ se canceló. Joaquín sí que llegó a viajar a tierras manchegas.
Más pena que gloria
Finalmente fichó por el Valencia. Veinticinco millones costó el muchacho. El día de su presentación confesó que estuvo a punto de colgar las botas por el mal trago que le había hecho pasar Lopera. Durante los cinco años que estuvo en la capital del Turia pasó con más pena que gloria. Su constante irregularidad lo llevó al banquillo y a convertirse en el suplente más caro del Valencia. Sus números en este lustro fueron veinticuatro asistencias, dieciocho goles y una Copa del Rey (temporada 2007/08).
Segunda juventud

En verano de 2011, Joaquín recibió la llamada de un tal Al Thani, que decía ser jeque árabe. Su ofrenda, formar parte del Málaga de las estrellas. Ese equipo que estaba creando a base de talonario. No dudó. Cambió las fallas por la feria malagueña. Y desde aquel entonces, Al Thani se convirtió en su jefe, aunque sólo lo haya saludado en un par de ocasiones.
En su presentación, hace algo más de un años, en la Rosaleda y ante 16.000 espectadores, Joaquín ni se imaginaba que iba a renacer de sus cenizas cual ave Fénix. El portuense, de 31 años, está viviendo su segunda juventud.
Ha recuperado su peculiar estilo de juego, fundmentado en el alto ritmo y las aceleraciones fulgurantes que lo catapultaron cuando aún era un chaval de veinte años. Su capacidad de regate y sus sublimes diagonales. Y lo más importante, la confianza y la ilusión de aquel ‘pisha’ que disputó su primer mundial.
Además de futbolista Joaquín, tiene dotes de adivino. En su presentación contó un chiste donde decía que el Málaga jugaba la Champions, algo que el conjunto de Pellegrini hace hoy día- y nada mal- en parte gracias a un inmenso Joaquín. Ha vuelto, y de qué manera, para convertirse en el segundo jugador que ha disputado la Champions con tres equipos distintos (Betis 2006, Valencia 2007 y Málaga 2012). Solo el lateral ya retirado, Miquel Soler, lo logró (Barcelona, Madrid y Mallorca).
Carismático, divertido y extrovertido. Siempre dispuesto a esbozar una sonrisa en la cara de todos aquellos que lo rodean. Con sus chistes o sus gazapos – Joaquín, en una entrevista, dijo que su primer viaje al extranjero fue a Canarias-, con su fútbol y su personalidad el ‘pisha’ es y será uno de los grandes de la Liga.