El Real Valladolid ha jugado con al menos un hombre menos durante el equivalente a casi tres partidos
El Real Valladolid lleva tres partidos jugados en inferioridad. Leída esta afirmación, habrá quien recuerde que han sido más de tres las expulsiones, de manera que conviene aclararla: los blanquivioletas acumulan 268 minutos jugando con, por lo menos, un hombre menos.
Todo comenzó en la tercera jornada, con la doble cartulina amarilla que vio Juanpe frente a la Ponferradina, en el minuto 22. El mismo Juanpe, apenas tres días después, volvió a ser expulsado en Copa del Rey, esta vez en el 51′. Y así, van 117, ya, más de un encuentro.
En la quinta jornada, en Los Pajaritos de Soria, contra el Numancia, hubo dos expulsiones. El primero que se marchó fue Juan Villar, que lo hizo en el minuto 40, tras ver la segunda amarilla, y, media hora después, Samuel, después de ver la roja directa. 117+60= 177.
Contra el Llagostera, a domicilio otra vez, en Palamós, fue Javi Moyano quien vio la expulsión, doble amarilla mediante. Sin embargo, como se dio en el minuto 92, no será tenido en cuenta a efectos de la cuenta. Sí lo hará la roja a Marcelo Silva de la decimoquinta jornada, la pasada, frente a Atlético Osasuna. Fue en el minuto 48, tras ver el charrúa la segunda amarilla, quedando por delante otros 42 en inferioridad. 177+42= 219.
Y este domingo, en el empate en el Anxo Carro, ante el Lugo, fue Mojica a quien se le enseñó Trujillo Suárez antes de hora el camino a vestidores, tras mostrarle la segunda amarilla. Sucedió en el minuto 51, sumando, así pues, otros 49 minutos en inferioridad los pupilos de Miguel Ángel Portugal. Para un total de 268 –2’98 partidos–.
Tres partidos son un mundo, más aún si se tiene en cuenta que apenas se han disputado dieciséis oficiales. Si nos ceñimos a la competición liguera, han sido 217; casi dos envites y medio (2’41) con –por lo menos– uno menos, lo que supone un dieciséis por ciento del tiempo de juego, porcentaje importantísimo por cuánto está penalizando.
En el caso que aquí atañe, el de esta última fecha frente al Club Deportivo Lugo, cabe reseñar que allí donde muchos lamentan en redes sociales la primera cartulina que vio el cafetero por cargarse sobre un rival en un salto, el colegiado ha reflejado en el acta que la mostró por «disputar el balón a un adversario con el brazo extendido de manera temeraria estando el balón en juego», una conducta que provocó la tarjeta de Marcelo Silva siete días atrás.
La segunda amarilla, tan controvertida como la primera, en palabras de Trujillo Suárez, fue por «sujetar a un adversario impidiendo su avance», algo que de hecho hizo… después de que a él le hicieran lo mismo (o parecido), ya que, antes de voltearse y de revolverse –que lo hizo–, Pau Cendrós se valió de un agarrón en el brazo para ganarle la posición.
No debió ser tal, a interpretación del árbitro. Toda vez que el jugador blanquivioleta interrumpió el juego valiéndose de los brazos, y que así lo contempla desde 2013 el Comité Técnico de Árbitros, en tanto en cuanto el agarrón impide al rival «situarse en posición de jugar el balón o seguir en su posesión», la tarjeta puede ser merecida, si bien refleja un claro debe en la dirección del juego, por el hecho de expulsar a un jugador que, aunque torpe, no cometió una conducta excesivamente agresiva.
Continúa así aquello que ustedes quieran, la mala suerte o el exceso de celo por parte de los árbitros. También, las conductas y/o tarjetas evitables por parte de unos jugadores cansados de cualquiera de las dos alternativas que prefieran… y que deben seguir mejorando para evitar cartulinas como las citadas. Para evitar que esos 268 minutos sigan incrementándose, y con ellos, la penalización que coloca ahora mismo al Real Valladolid en la clasificación más cerca del descenso –a dos puntos– que de cualquier otra parte.