La cuarta categoría del fútbol español también encierra diferentes historias de condicionamiento deportivo
El problema de las lesiones no es ajeno a cualquier practicante del balompié. Es algo tan intrínseco al fútbol como los goles, las paradas del portero o los balonazos en la cara. Desde Messi al último jugador de la última liga provincial, todos sufren percances que detienen su ritmo competitivo o frenan su progresión.
Sin embargo, el primero está bajo los mejores tratamientos posibles a nivel mundial para recuperarse antes y mejor de cualquier lesión y el último es difícil que tenga el fútbol como forma de vida o como parte indispensable de su persona. Y en medio, el que es mitad jugador de fútbol, mitad persona.
El que suda la camiseta en un campo y en el trabajo o los estudios. El híbrido definitivo que más expuesto está ante la gravedad de una lesión: el jugador de Tercera División.
Un jugador –por ejemplo– del Tordesillas está en tierra de nadie. El ejemplo, que es el que más toca en esta web, es clarividente. Imagínense que una lesión durante un encuentro o un entreno. Obviamente, hay un equipo médico, un tratamiento deportivo especializado… pero, ¿qué es del hombre antes del futbolista?
La cuestión puede complicarse y mucho si este trabaja. Porque sí, el futbolista de Tercera, el futbolista del Atlético Tordesillas, no puede dedicarse solo a dar patadas a un balón, pese a ser un futbolista casi en toda regla (entrenamientos, lesiones, partidos, competiciones, broncas del entrenador, etc.), no puede vivir de ello. ¿Y entonces, qué? ¿Qué ocurre si las lesiones o el trabajo hacen que el futbolista deje de serlo?
Héctor sabe muy bien qué pasa entonces. El cuatro de marzo de 2015 se produjo su lesión tras una dura entrada de un contrario: rotura del cuerno posterior del menisco externo y del ligamento cruzado anterior, y un esguince de grado tres del ligamento lateral interno. Para entendernos, ‘triada’. El espeluznante nombre de su diagnóstico no hizo mella en la moral del jugador del Atlético Tordesillas, quien siempre encaró su recuperación con optimismo, pese a no poder ayudar a sus compañeros, lo más duro, sin duda alguna, de aquello.
Desde el primer día en que pudo hacerlo, Héctor comenzó la rehabilitación correspondiente con corrientes, bici etc. hasta que a los dos meses y medio pudo comenzar a caminar con normalidad, y con ello, a poder correr y a acelerar su recuperación. El trabajo con el equipo, primero a un ritmo menor, y con otros conjuntos, resultó fundamental para que, finalmente, Héctor reapareciera no hace muchas fechas frente a la Gimnástica Segoviana. El destino quiso que a los cinco minutos de volver a un terreno de juego, marcara gol.
El próximo rival del conjunto de Jesús Turiel también cuenta entre sus filas con una historia subterránea. El protagonista es Samuel Nafría, central del Uxama que debutó con el primer equipo de El Burgo de Osma siendo cadete. Toda su vida deportiva desarrollada en el club de su pueblo, algo muy loable. Más aún, si tenemos en cuenta los logros del equipo, siempre fuerte en Preferente, y que afronta este año el reto del Grupo VIII de la Tercera División.
Sin embargo, Samuel no ha debutado esta temporada y no sé sabe si lo hará. Una tendinitis en el psoas le tiene en el dique seco desde la última jornada del año pasado, la que significó el ascenso a Tercera en un partido frente al Briviesca.
La lesión, aunque traicionera, por sí misma no reviste gravedad, pero la temporada pasada, con el equipo jugándose tanto, el central soriano forzó, y de esos barros vienen estos lodos. «Estoy fastidiado por no ayudar a mis compañeros en el campo. Espero poder hacerlo lo antes posible, que la lesión no se alargue más». Y es que, este fútbol regional, de Tercera División, en muchas ocasiones está desamparado.
El propio Samuel paga de su bolsillo las sesiones con el fisioterapeuta, que además no le hacen progresar en su recuperación. Pese al apoyo del club y los compañeros, se encuentra en un limbo que ya le ocupa varios meses.
El trabajo también es otra cara
Si las lesiones en la categoría condicionan, no digamos ya la situación laboral de cada uno. En el Grupo VIII de Tercera, quizá algunos jugadores del Zamora CF –y probablemente no muchos- puedan permitirse centrar su vida en la práctica futbolística y vivir para ella, sin preocuparse de ganarse un sueldo fuera de los terrenos de juego.
Tomando como referencia la más cercana, en el Atlético Tordesillas podemos señalar varios casos de condicionamiento deportivo propiciados por la actividad laboral que desarrollan sus jugadores. El caso más evidente es el Gonzalo, quien ya no integra la plantilla de Jesús Turiel debido a que tras hacer las oposiciones pertinentes, se encuentra en Cádiz, en el ejército de tierra, realizando su instrucción. Lo primero es lo primero.
Un hombre de prioridades es también Roberto Lobato, alias Farolo. El portero del Atlético Tordesillas, este año, ha visto varios partidos desde el banquillo ante la titularidad de Peñas. Uno de los posibles condicionantes para esta suplencia puede ser el horario laboral del guardameta chivarro en FASA Renault.
Este, como todo vallisoletano de pro conoce, varía, y cuando Farolo es requerido para la tanda vespertina, no puede acudir a los entrenamientos del Torde. Las semanas que esto ha sucedido, Peñas ha venido ocupando la titularidad, por lo que parece que esa puede ser una de las causas.
Pese a no poder realizar los entrenamientos con resto del grupo, Farolo se ejercita en solitario las mañanas que tiene libre, porque él conoce de primera mano que ya en Tercera División no se debe conceder la más mínima oportunidad a la pereza o la falta de trabajo.
Quien este año no inició la andadura del equipo de la Villa del Tratado fue Hamat, quien se une a la lista de ilustres que por motivos laborales no han podido continuar de una forma u otra en un equipo de Tercera División.
La categoría de la escasez de recursos en mitad de una exigencia deportiva respetable, con lo que siempre queda desamparada. Y si la competición lo está, si los clubes, muchas veces, son dejados a su suerte, podemos imaginar la situación de un puñado de jugadores –que al final acaban siendo muchos– que por un motivo u otro, no pueden desarrollar una práctica deportiva normal.