El técnico vallisoletano vuelve al banquillo del Real Valladolid División de Honor, un juvenil que ya dirigió durante cuatro cursos con anterioridad

Desde que se conoció la dimisión de Juan Carlos Pereira, en la tarde del lunes, se barruntaba que Paco de la Fuente podía ser su sustituto. Y así ha sido. La comidilla del fútbol base duró poco, o por lo menos en lo tocante a quién ocuparía en banquillo del Juvenil División de Honor del Real Valladolid.
Pero, ¿por qué? Si la duda es sobre la rumorología y los corrillos –muchos de ellos virtuales–, la respuesta es bastante lógica: este equipo es el de más alta alcurnia dentro del fútbol formativo de la provincia. Si la pregunta es por qué se apuntaba hacia él, el motivo es que es hombre de club, en el sentido más amplio de la expresión.
De la Fuente entró a formar parte del organigrama del Real Valladolid en la temporada 1999/00, procedente de la UD Sur. Las primeras cinco campañas dirigió al Juvenil C, extinto, y las cuatro siguientes al mismo equipo que desde este martes entrena, el Juvenil A.
Sabido es que, en los últimos años, no han brotado demasiados talentos de la cantera blanquivioleta, o no al menos lo suficientemente talentosos como para asentarse en el primer plantel. Sin embargo, en esa estancia en el penúltimo escalafón formativo, puede presumir de haber sido subcampeón en División de Honor y de haber tenido a sus órdenes a jugadores como Sergio Asenjo o Jesús Rueda, además de otros que a día de hoy son profesionales.
Esto le valió para ascender al Real Valladolid Promesas, que militaba en Segunda B, en el curso 2008/09. Ahí inició su descenso a los infiernos. Aguantó veinticuatro jornadas y fue relevado por Onésimo Sánchez, ya que apenas había sumado 15 puntos sobre 72 posibles. Aunque su sustituto se acercó a la salvación, el filial terminó descendiendo, a pesar de los Javi Jiménez, Jesús Rueda, Carlos Lázaro, Quique o Sergio García.
El club había anunciado que el compromiso como técnico del segundo equipo era por dos años. Y así, el vínculo prosiguió a pesar de verse relegado. Con la creación del Real Valladolid Femenino, encontró su hueco; más o menos. Distintas jugadoras que estuvieron a sus órdenes cuentan que nunca se adaptó a los condicionantes del futfem, como de hecho tampoco hizo la entidad, cuya apuesta fue mínima.
Distante en el trato, como el resto de su cuerpo técnico, tuvo algunos problemas con el vestuario, una tónica que, para su desgracia, le ha venido persiguiendo desde entonces. La experiencia, fallida, terminó después de dos años con el descenso y posterior disolución del equipo, que apenas fue capaz de cosechar un puñado escaso de buenos resultados.
Después de un paréntesis de dos años, entre 2009 y 2011, en el verano de este último retornó a un banquillo de colores blanco y violeta, el del Juvenil B, en el que estuvo las tres últimas temporadas. Como en su anterior etapa, se puede decir que no le fue del todo bien, puesto que si bien estos años ha habido un claro descenso de nivel en la cantera, tampoco cosechó buenos resultados, ni formativos ni competicionales.
La campaña pasada el Real Valladolid B terminó octavo en la Liga Nacional, en tierra de nadie, como segundo equipo de la provincia después del Parquesol de Mario Prieto y solo siete puntos por encima del descenso. Peor que esto fueron las sensaciones transmitidas, puesto que desde el comienzo tuvo algún problema en el vestuario –véase la marcha de Edu Valentín– y fue evidente el distanciamiento con Chuchi Macón.
Macón era el técnico que entrenaba al equipo inmediatamente superior, un División de Honor que, en ocasiones, se vio obligado a entrenar con solo ocho jugadores (cuestión derivada, dicho sea de paso, de otros problemas internos que no vienen al caso), atrapado por las necesidades –o por lo menos solicitudes– de Rubén de la Barrera y por las exigencias procedentes y derivadas de un segundo juvenil con el cual, en algunos momentos, llegó a haber dudas sobre su permanencia en la categoría.
Llegados a este punto, a la hora de organizar el nuevo organigrama de la base, José Antonio Prieto ‘Cata’, su coordinador, no le encontró sitio en ningún banquillo; ascendido Pereira al Juvenil A y una vez entró Jonathan Prado en ‘su’ Juvenil B. No obstante, su estima y buena posición dentro del club hicieron que fuera tenido en cuenta para seguir vinculado a las categorías inferiores, desempeñando labores cercanas al propio Cata.

Foto: Sergio Sanz
Hace un mes, cuando hubo cambio de cromos en las direcciones técnicas del primer equipo y del Real Valladolid Promesas, y Borja Jiménez se hizo cargo del filial, su nombre saltó a la palestra como posible entrenador del Cadete Regional, que finalmente fue otorgado a Roberto Pérez ‘Micro’, otro técnico con una importante ascendencia dentro de Los Anexos y las oficinas.
Fue así porque es hombre de club; y de ahí que las miras fueran hacia él también esta vez y desde el principio. Porque, aunque el pasado verano la dirección deportiva adoptó la decisión de que no dirigiera, no dejaba de ser un empleado de la entidad, en nómina y con la titulación y experiencia necesarias para hacerse cargo de un vestuario, conviene decir, dolido por la marcha de Juan Carlos Pereira.
Las caras largas, las charlas y las reuniones improvisadas fueron la tónica general de su primera sesión de entrenamiento, que tuvo lugar este martes sobre el césped artificial de Los Anexos. Su principal cometido será que el sabor añejo no amargue; gestionar esa desilusión y desazón derivadas del cambio y convertirlas en una energía positiva que evite más problemas como la presunta marcha de Edu Valentín y disipar las dudas con las que su nueva etapa como entrenador comienza.