Rubén Albés y Javier Baraja serán los ayudantes del nuevo técnico del Real Valladolid, que se suman a Julio Hernando, José Manuel Santisteban y Gonzalo Abando, hombre de confianza del entrenador y que llega con él
La precipitada marcha de Gaizka Garitano del Real Valladolid ha supuesto también la rescisión de contrato de aquellos hombres que llegaron con él. Para ser exactos, de los dos de su más estrecha confianza, aquellos «de su cuerda»: Patxi Ferreira y José Luis Ribera.
Lamentablemente, para el cuerpo técnico saliente, la vida es cambio. «Si nos movemos lento, morimos rápido», decía George Clooney encarnando a Ryan Bingham en ‘Up in the air’, en uno de sus mejores papeles como protagonista –sino el mejor–. Eso pareció pensar Carlos Suárez a la hora de tomar la decisión (lo del movimiento y la muerte, no lo del papel). A riesgo de ser infiel consigo mismo, por aquello de que le gusta terminar los proyectos, destituyó a Garitano y contrató a Miguel Ángel Portugal.
La valentía de la decisión parece incuestionable, por lo menos porque no ha existido miedo a ese cambio, como quizá pasó en otras ocasiones. A riesgo, efectivamente, de que cambiar la cabeza visible implicaba también que hubiera un relevo entre los actores secundarios y más cercanos al principal. Un relevo, sino meditado, sí medido, y a priori acertado.
Pero mejor empecemos por lo que no ha cambiado: José Manuel Santisteban llegó a la vez que Gaizka Garitano, pero no se va con él. Con amplia experiencia en el fútbol modesto, en su época como jugador y también como entrenador de porteros, cumplirá su contrato con el mismo cometido. Julio Hernando continuará siendo el preparador físico, como hombre de club que lleva siendo desde hace veinte años.
Compartirá parcela con Gonzalo Abando, preparador físico de la confianza de Portugal, toda vez que le ha venido acompañando en sus últimas experiencias. Abando trabajó durante años en Lezama y formó parte del equipo de trabajo de Ernesto Valverde en su primera época en el Athletic Club, pero cuando ‘Txingurri’ decidió hacer «Las Helenas» y se fue a dirigir a Olympiakos a Grecia, se desvinculó de él. Con Portugal, ha estado en Bolivia y en Brasil.
Baraja, de capitán a comandante;
Albés, de cabeza de ratón a cola de león
Junto a ellos tres se sentarán en el banquillo dos personajes ya conocidos dentro del club. Por un lado, Javier Baraja vuelve, ahora como técnico, tras completar este verano su formación con el Nivel 3 de entrenador nacional. Por otro, Rubén Albés deja la dirección técnica del filial para convertirse en el segundo de Portugal, como ya lo fue anteriormente de otro entrenador también experimentado, Benito Floro, con quien el nuevo entrenador del Real Valladolid coincidió en el Real Madrid en la temporada 2005/06.
Javi Baraja, capitán del Real Valladolid en sus últimos años como profesional, canterano y blanquivioleta de toda la vida, tendrá el puesto de asistente y el cometido de ser el comandante dentro del vestuario. Está llamado a hacer tomar conciencia a los posibles despistados de qué conlleva jugar en este equipo y de recordárselo a los que ya lo saben, pero no se encuentran en su mejor momento. De hacerles ejercer su responsabilidad, en definitiva, y de ser nexo entre el vestidor que hace no tanto capitaneaba y el cuerpo técnico del que formará ahora parte. Será, por tanto, el corazón, por carácter y jerarquía.
Mientras tanto, Rubén Albés será la voz de la conciencia. Por la citada experiencia como segundo entrenador de Floro, se presupone su capacidad para cumplir el cometido principal de ser el ‘Pepito Grillo’ de Portugal, de proponer alternativas que quizá el burgalés no vea. Joven aunque sobradamente preparado, parece capacitado, también, por sus anteriores etapas como director técnico –la última en el Eldense, antes de arribar a Valladolid– y por la más reciente en el Promesas, que, a pesar de su bisoñez, estaba compitiendo bien a sus órdenes, sin caer en descenso y plantando cara a cara rival al que se enfrenta.
Llevado a términos de la mafia, Portugal será el Don, Albés el consigliere y Baraja el caporegime. Juntos, los encargados de que la familia prospere como debe, abandone la parte baja de la tabla y alcance el mayor puesto posible, aspiración de cualquier equipo, pero más de uno de la notoriedad del Real Valladolid.
En pos del bien de este, deben lograr anexionar un grupo que hasta ahora ha decepcionado como familia, incluso depurando a los elementos discordantes, si es necesario. Porque así son los negocios… y porque si nos movemos lento, morimos rápido. Dicho de otro modo: no ha lugar a detenerse con cargas ni egoísmos –Carlos Suárez dejó entrever en su comparecencia de este miércoles que algo no marchaba bien en el vestuario–. «Hay un huevo donde rascar».