Tras el deplorable inicio de partido visitante, los blanquivioletas se repusieron con dos goles, uno en inferioridad, pero no pudieron aguantar la diferencia numérica

Sobre algo se está construyendo el Real Valladolid de Garitano apenas en el primer mes de competición: sobre la inferioridad. En Soria volvió a sufrir expulsiones, hasta dos, que condicionaron abruptamente el duelo con el Numancia de Jagoba Arrasate. Con diez volvió a sentirse igual o mejor que con once; pero ante el penalti de Samuel no pudo sino sostener el empate.
El derbi regional ofreció suficientes aristas donde aposentar diversos análisis. El Valladolid, de nuevo, cayó en el lastre de salir al partido timorato, languideciente, superado. El Numancia tomaba la posesión, reforzada entre las líneas de un Valladolid bastante largo en ataque. Dos habilidosos como Óscar Díaz y Julio Álvarez combinaban, atraían jugadores pucelanos al carril del ’10’ y aculaban la disposición blanquivioleta sin pelota.
El Pucela no podía salir. No lo hacía por su desacierto en fase de iniciación, tanto en estático como en directo, y por la buena presión numantina en latitudes elevadas. Hasta el inesperado gol de Mojica (20′), los vallisoletanos habían desarrollado un encuentro pobre, sin continuidad en cancha contraria ni capacidad para frenar la vehemencia del Numancia cuando moraba zonas de tres cuartos.
Tras el tanto del colombiano, la tendencia del Valladolid a esperar y salir durante el primer tiempo se agudizó. Solo rozaron el gol cuando el meta Munir cometía errores en el despeje aéreo. No en vano, fue el equipo de Arrasate el que, establecido sobre un doble pivote alto con Pedraza y Gaztañaga y una línea de tres de ‘toca y vete’, intentaba controlar frente a un Valladolid bastante sólido en la organización defensiva en estático.
Tiempo de expulsiones
Quizá Arrasate pensó que la expulsión de Villar –en el 39′ de la primera mitad– significaba una óptima oportunidad para situar a otro punta junto a Díaz en detrimento de un mediocentro. Tras el descanso formó un bloque 1-4-4-2 con Alegría y Díaz en la vanguardia, mientras que Álvarez retrasó posiciones.
De pronto, una bella triangulación en el pico izquierdo del área numantina desembocó en el segundo gol blanquivioleta, ya con diez. La distancia, considerable, llamaba a la mesura, a guardarse para volar si se pudiera. Así lo comprendió una de las figuras nominales del Valladolid: Pedro Tiba. El portugués le había arrebatado la titularidad a Óscar en la mediapunta. Desapercibido hasta el segundo tiempo, se destapó como el vehículo de los contragolpes; como el contrapunto a la actitud de contemporización pucelana.
Nuevamente, Arrasate debía apurar todas las opciones de su segunda unidad. Y lo hizo retirando al central Juanma e introduciendo al medio Mateu, movimiento que acercó a Álvarez a los dos delanteros locales. El plan funcionó y evolucionó con la segunda expulsión del Valladolid. El gol desde los once metros trastornaba la estrategia de Garitano, quien prefirió intercambiar a Mojica por Chica: más figuras defensivas para soportar lo que estaba por venir.
El exentrenador de la Real Sociedad, en el lado opuesto, aún tenía guardada una carta que podría generar peligro con sus envíos laterales con la zurda: David Concha. El Numancia, que en determinadas situaciones se ofuscaba en jugar por dentro, tendió a exteriorizar más sus ataques.
Hasta el empate con la testa de Óscar Díaz. Desde la igualada hasta la conclusión, el Real Valladolid solo pudo sobrevivir al desastre.