El Real Valladolid vuelve a dar su cara más siniestra lejos de Zorrilla

No es la primera vez, pero esperemos que sea la última. Claro, que eso lo hemos dicho tantas veces… tantas como tropezones sonados hemos tenido fuera de casa. Porque una cosa es perder, incluso claramente, lo cual es normal, entra dentro de la lógica. Es respetable incluso en un equipo que lucha por ser el mejor de su categoría, incluso en un equipo que, en teoría, tiene plantilla de equipo de superior división, pero es que este Real Valladolid ha vuelto a superarse y ha firmado, otra vez, un partido estrepitoso.
Va a estar difícil elegir al jugador #CuatroRayas del Real Valladolid en esta ocasión. Todos han estado cerca del estrépito, pero hay uno, y no solo por hoy, que roza unos límites poco aconsejables. Él es Carlos Peña, que sin duda en el Villamarín fue bandera de lo que fue el Pucela.
No voy a comparar. Me voy ceñir únicamente al rendimiento del jugador en particular, que buen reflejo ha sido del general del equipo. En el segundo gol habilita a Rubén Castro rompiendo el fuera de juego, y en el último sigue esperando a que despeje otro, o yo que sé. Habrá quien diga que es que el balón le cae justo ahí sin tiempo de reaccionar. Vale, como no hay otro y siempre cumple… Es nuestro Dani Alves particular; siempre que alguien falla estrepitosamente es él. Cumple, lucha, corre… hasta que sus carencias quedan al aire. Habría que comentar algún día la zona tan peligrosa que crean entre él y Rueda. Peligrosa porque no hacen más que llegarnos goles desde ese costado.
En fin, no solo el bueno de Peña perdió el partido. Ni su mejor actuación posible hubiera solventado el desastre. Tampoco se buscan culpables, sino que se habla de sospechosos habituales, nada más.

Hablemos de Rubén Castro
También era sospechoso Rubén Castro. Sospechoso porque avisamos de que ahora vive feliz, espera un hijo etc. Vamos, que sus tres goles no deben sorprender demasiado. Sin embargo, hay de otras cosas de las que no es sospechoso, sino culpable e, incluso, confeso.
Vaya por delante que Rubén Castro ha sido acusado de cuatro delitos de maltrato más uno de amenazas, este reconocido por el propio jugador, contra su expareja. Vamos, que no trata siempre a las mujeres con el debido respeto, por lo menos.
Sin embargo, tras el partido frente el Betis, sabemos también que es un impresentable de los que hacen época.
Al supuesto maltrato a la mujer, se le suma el nulo arrepentimiento y la chulería propia de un jugador que no condena los cánticos de una parte de su hinchada que insultaba de manera grave a su expareja. De hecho, el delantero es tan valiente de decir que «cada uno puede hacer lo que quiera».
Todo esto en el Día Internacional de la Mujer. Tras oír como abría la boca Rubén Castro, alguno piensa que mejor se queda con los fallos de Carlos Peña antes que con los goles y la catadura moral del jugador verdiblanco.
Nos queda el consuelo de que alguno hizo más el ridículo el domingo por la mañana que el Real Valladolid sobre el campo, y no era fácil.