El canario, mito futbolístico de la primera década del S. XXI, forma parte, actualmente, de la plantilla de la UD Las Palmas

Foto: colchonero.com
Y qué bueno era Valerón. Y qué pena que él, junto con su generación nacional, no ganará nada en campeonatos absolutos. El Mundial de Korea y Japón y la Eurocopa de 2004 en Portugal parecen ya lejanos recuerdos, casi olvidados, y, para muchos jóvenes, no vividos. Para muchos, un cromo de Valerón no tendrá valor, puesto que jamás lo vio brillar a la altura que le pudimos disfrutar muchos otros privilegiados.
No me acuerdo de haberlo visto jugar ni en Las Palmas ni en el Mallorca, antes de su paso por el Atlético, pero es que, ahora, Valerón sigue, con casi 40 años, jugando al fútbol. Yo tengo a Valerón en cromo. Ya está desgastado y descolorido, pero sigue jugando. No le vi en sus inicios, le disfruté en su apogeo, lo loé en su declive; pero sigue jugando.
Este año, a decir verdad, juega poco. 195 minutos repartidos en ocho partidos de liga –suplente en todos ellos–. Sabe Dios que el precio del asiento en el estadio Gran Canaria está justificado con ver calentar a Valerón, y si juega… ¡madre mía si juega!
Es un privilegio que con su edad todavía pueda ponerse las botas para una competición oficial. Y, digámoslo claro, en Las Palmas no es titular por su estado físico. Pero aún en su ocaso, formaría parte del once ideal del 90% de los equipos de la categoría. Unos minutos de tal catedrático del fútbol son como los de una siesta, nunca están de más.
No es pretensión de un servidor repasar toda la carrera de Juan Carlos Valerón en estas líneas porque me llevaría un tiempo del que no dispongo, y, además, como ya he dicho, tan longeva carrera no abarco. Vivió las delicias del ‘SúperDepor’, un equipo de ensueño con los Makaay, Tristán, Donato, Mauro Silva, Fran… ¡Djalminha! Hace poco leía cómo Albert Luque contaba que jugaban al futvolley en parejas. Valerón y ‘Djalma’ lo hacían juntos y jamás perdieron. El mérito que los encumbra es que los ‘partidillos’ se celebraban a quince puntos y la pareja estelar ¡otorgaba diez de ventaja a sus contrincantes! Y jamás perdieron, increíble.
El mito de Valerón, a mi parecer, no radica solo en su magia, su último pase, su lectura de juego, su inteligencia… y todas las demás cualidades que le encumbraron, sino que cuando solo ya le quedaban estas y su físico poco a poco se agotaba, seguía siendo el alma de un Deportivo de la Coruña que parecía lo más alejado de aquel que maravilló a Europa entera. Con él descendió en 2011 y gracias a él volvió a ascender al año siguiente. ¡Esa es la grandeza del más grande de todos! Muchos abandonaron el barco gallego y él siguió, se enjugó las lágrimas y devolvió al Depor donde se merece.
Hizo cosas muy grandes, enormes, ganó y maravilló con el equipo de principio de milenio, se partió el ligamento cruzado anterior de la rodilla, recayó mil veces y otras tantas se levantó. Pero, como seguidor de equipo pequeño que soy, lo que más me maravilla de Valerón es que él siguió ahí y pudo reconducir, en la medida de lo posible, a un Deportivo varado y anclado en un pasado del que el propio jugador era figura destacada. Se reinventó para rehacer un club por entero. Eso es magia.
Yo tuve a Valerón en cromo y estoy seguro de que ese cartón cromado jamás será abandonado. Sacrilegio tal no se podría acometer, no acordarse de Valerón, abandonar a quien nunca abandonó sería despreciable. Hoy en día, sigue sin abandonar, continúa jugando, ya en casa, a pesar de todo y para deleite de todos. Un aplauso para el del cromo.