El Real Valladolid vence por dos a uno al Girona, gracias a los tantos de Mojica y Jeffren, y se coloca líder de la Segunda División

Vamos a ser sinceros: Zorrilla no es La Bombonera, ni tampoco el Monumental de River. A lo sumo es el Gigante de Arroyito, ese estadio de Rosario donde apenas van canallas. Esto podría hablar bien de los lugareños, de no ser porque así se conoce a los hinchas de Central, el segundo club de la ciudad. No son ni los más fogosos en las gradas ni tampoco los más numerosos. En la provincia santafesina, es ‘La Lepra’ quien gana.
Dirán otra cosa las vitrinas, que resuelven en favor del Liverpool también el derbi de Merseyside, aun cuando el verdadero people’s club es el Everton. Y sin embargo, no podrá presumir ningún canalla de haber visto defender su remera a Maradona, Batistuta, Bielsa, Valdano, Tata o Messi, aunque este se fuera de Newell’s Old Boys en una edad temprana. Ni de tener a la hinchada más popular, esa que si muere solo quiere hacerlo de lepra.
Decíamos, no es Zorrilla La Bombonera ni el Monumental de River. A lo sumo el Gigante de Arroyito por sus calvas y porque hoy andan los que defienden el escudo en el césped enfrascados en la misma pelea que La Academia rosarina hasta hace algo más de un año: dejar atrás al fantasma de La B, ese que atormentó hasta la enajenación mental a ‘El Tano’ Pasmán.
Y el caso es que no le va mal al Pucela. Nada mal. La travesía será larga, algo repetido ya hasta la saciedad, pero el Real Valladolid tiene marchamo de ir a abandonar su actual estatus en bastante menos tiempo que Central, que tardó cuatro años en volver a Primera. Esa sensación se puede sacar de su duelo ante el Girona, que llegaba a la ribera del Pisuerga como un líder sólido que, pese a la derrota, efectivamente, se mostró como un rival duro, compacto.
Los de Rubi jugaron, de largo, la mejor primera mitad de la temporada. Fueron dueños de la posesión y capaces de castigar a los largos carrileros albirrojos a su espalda, gracias a esa genial sociedad que ya parece indisoluble y que forman Mojica y Bergdich. Tal es así que, muy pronto, en el minuto cinco, ‘Caballo Loco’ provocó un penal de Isaac Becerra.
Penalti que no es no es gol, dice la máxima, que encontró en Óscar Díaz al mejor aliado para validar la teoría. Becerra le detuvo el lanzamiento, lo que amenazaba con ser un duro contratiempo y no fue tal. Porque los blanquivioletas siguieron amasando el balón en busca del anhelado equilibrio entre el fado y la salsa choke. Y por descontado que lo encontraron, ya que de nuevo Leão rindió bien, bien acompañado por Sastre, y las alas siguieron batiendo.
En el minuto veintitrés, Johan Mojica echó a correr por su costado y, en una genial jugada individual, marcó el primero, para sorpresa de todos. Pareció tan exiguo el ángulo por el que entró el balón y fue tal la violencia con la que lo hizo que, hasta que no le vio besarse el escudo, la grada no celebró el gol –y aun así hubo quien dudó; no hay que olvidar su baile tras el gol anulado ante la Ponfe–.
Aun sin ocasiones excesivamente claras, el Real Valladolid pudo aumentar la renta de apreciar el referí penalti en otra caída de Bergdich, de nuevo capital en el ataque, pero no acertó a hacerlo antes del descanso. Tras él, en el segundo periodo, el Girona salió fuerte, entregado en busca de una igualada que nunca llegó. Así, consiguieron llevar cierto peligro a la meta de Varas.
Entonces, Rubi hizo ‘cosas’. Retiró a Óscar Díaz y metió a Jeffren, como hombre más adelantado, aunque sin ser referente, lo que aturdió a la zaga catalana. Y luego les cambió de nuevo al hombre al que defender colocando a Óscar como ‘falso nueve’, que se dice en estos tiempos, tras reforzar con Timor la parcela central y pasar a una suerte de 4-3-3, donde Jeffren pasó a la derecha, aunque con lógica y clara tendencia a ocupar posiciones interiores.
La jugada salió hasta el punto de que el venezolano tuvo tres claras ocasiones, y en una de ellas llegó el segundo tanto. Óscar acertó a salirse de la zona de influencia del ‘nueve’, coto privado para los centrales, y que Jeffren supo invadir. Envió un balón al palo, vio como el colegiado invalidaba una acción cuanto menos dudosa y, decíamos, logró anotar el dos por cero tras un magistral envío de ‘El Mago’.
Le dio tiempo al Girona a amenazar con estropearlo todo, ya que, a falta de tres minutos para el final, Juncá hizo el uno a dos en un centro-chut en el que falló Varas. El tanto olió a añejo, pero la sensación real, empero, nunca fue de agobio o de verdadero sufrimiento, ya que ni siquiera en ese ligero arreón final de los albirrojos fue lo suficientemente consistente como para traducirse en la igualada.
Con todo, y aunque el dominio fue local durante gran parte del encuentro, no se puede decir que los de Pablo Machín lo hicieron mal. Simplemente, se vieron superados por un rival serio, concentrado y con las ideas claras, que quiere espantar al fantasma de La B lo antes que pueda. Por lo pronto, ya son punteros, condición que ha de defender el próximo sábado en un nuevo derbi, ante el Mirandés.