Rubi considera que el Real Valladolid ha de refrendar en Alcorcón las buenas sensaciones ante un rival que compite «al límite de la intensidad»

El Real Valladolid ha ganado tres de los cuatro partidos oficiales que lleva hasta el momento en la recién estrenada temporada. La noticia, buena per se, porque hacía más de un año que no vencía dos encuentros de manera consecutiva, se podría prolongar si además llega el segundo triunfo seguido fuera de casa, algo que no sucede desde tiempos de Djuka. Hacerlo, en palabras de Rubi, «sería la leche», y con esa mentalidad se viajará a Alcorcón, la de quitarse de encima ese «peso», reconoció en rueda de prensa, aunque no sera sencillo.
«Estamos motivados. Hubo un día que no estuvimos nada finos, en Lugo, pero motivados hemos intentado estar siempre. La confianza va subiendo, aunque no es garantía de nada. Este partido que viene nada tiene que ver con los anteriores. Es un campo con unas condiciones que hacen difícil imponer su fútbol al rival que va a jugar allí. Tenemos que ir desde la confianza, pero no estar cofiados. El domingo hay que refrendar el pasito adelante que estamos viendo», explicó el técnico catalán.
Para el entrenador, el Alcorcón, y más en su feudo, «es un equipo que juega al límite de la intensidad, que presiona, trabaja muchísimo y no te deja pensar»; una «buena piedra de toque» para ver si el Real Valladolid es «capaz de imponer su estilo y generar ocasiones», tal y como hizo en los tres encuentros ganados hasta el momento.
Lo importante, lo siempre perentorio, para cualquier club, es ganar. Aunque, en el caso del blanquivioleta, el director técnico está más «preocupado porque el equipo demuestre que sabe a lo que juega, porque iguale la intensidad de los rivales y se tome los partidos con la mayor ambición» que por el resultado; no porque lo desdeñe, sino por su convencimiento de que, «si se hace un buen partido», estos acompañarán. Aunque advierte: «Si el equipo juega así, lo defenderé aunque perdamos».
Esto es lo que viene exigiendo a sus jugadores desde su llegada, rendimiento. No obstante, no es el Sargento Mano de Hierro. «El jugador que no lo haga bien sabe que aquí no se le hace una cruz y que puede volver a entrar», dijo con respecto a los cambios hechos en los primeros envites ligueros. «Entre ellos se irán quitando el sitio… o no; a lo mejor alguno se asienta, pero que un compañero empuje al otro obliga a elevar el nivel y hace que el equipo pueda estar cada vez más fuerte», ponderó.
Y añadió: «Vamos a generar mucha competencia y no nos vamos a quedar de brazos cruzados si un partido no nos gusta. Eso no quiere decir que, llegado el caso, no pueda darse una serie de partidos en los que jueguen los mismos, pero un entrenador, cuando entrena, lo hace para que los veinte sepan cómo juega su equipo, y aquí la idea de juego se está viendo jueguen unos o jueguen otros».
Suena reiterativo, por las veces que lo ha afirmado, pero Rubi está contento con lo que tiene y, por ahora, con cómo se están haciendo las cosas. «Puedes tener una plantilla con doce a trece jugadores de nivel parejo y siete de menor nivel, empezar a mover el equipo y caer en el error. Este caso es diferente, hay muchísima competencia en todas las posiciones y tenemos que ir viendo cómo llega la gente; marcar un once puede hacer que el nivel de los que están fuera baje y que los que juegan se acomoden», continuó reflexionando ante la insistencia de los periodistas en preguntar por las permutas y rotaciones.
El de Vilassar de Mar se refirió, también, a las ‘desconexiones’ de algunos de sus hombres en determinados momentos del juego, algo a lo que restó cierta importancia. «Estamos detectando que hay jugadores a los que, por su forma de ser, les cuesta mantener la concentración todo el partido, sobre todo cuando vamos ganando. Vamos a intentar que no vuelva a pasar», aseveró, si bien aclaró que, en Gijón, vio «el partido controlado en todo momento», así como algo de Perogrullo: que «ser excelente con el balón los noventa minutos es imposible».
La premisa que ha transmitido a la plantilla desde su llegada a la capital del Pisuerga es franca: hay que salir a marcar «como mínimo dos goles», ya que «la calidad de la plantilla invita a eso». Asimismo, no le preocupa en exceso el no mantener la portería a cero, por lo siguiente: «A veces la diferencia entre el cero y el uno es muy justa. Un error puntual te puede costar un gol, o a veces puedes tener suerte y no recibir o no recibir más, como contra el Racing. Las porterías a cero irán viniendo si trabajamos bien en defensa, y es difícil controlar que el rival no tenga una sola ocasión y que la fallen», espetó.