El Real Valladolid despacha al Sporting de Gijón en la segunda ronda de la Copa del Rey en un buen partido de la segunda unidad

El Real Valladolid ya está en la tercera ronda de la Copa del Rey. Lo cual tiene tanto mérito como tan poco valor, debido a que el llamado ‘torneo del KO’ está hecho para proteger y salvaguardar el prestigio de los grandes en un agravio comparativo flagrante: entran varias rondas después porque sí, como si les fuera a costar un mundo –que puede ser– acabar con el humilde.
El actual formato copero es un engorro para los equipos de las categorías que no son de Primera, un continuo «vuelva usted mañana» que encierra un «no quiero sorpresas» de la Federación. Así es que, cuando las hay, se eleva a la categoría de ídolos modernos a quienes llevan a cabo la gesta, que existiría igual si se cargase a un grande en primera ronda, aunque menos.
Hay alguien que no quiere ver otra vez al Real Madrid humillado en el Salto del Caballo. O al Barcelona en Figueres o por Madrigal. Incluso el ‘Alcorconazo’ se habría evitado si hubiera habido oportunidad, como si los millones no fueran suficiente ayuda. En este sentido, qué envidia dan los ingleses con su FA Cup… En fin, al grano, que aquí hemos venido a otra cosa.
Decíamos que el Real Valladolid pasó de ronda ante el Sporting de Gijón. Lo hizo en un buen partido de la segunda unidad, que pareció asegurar la competencia interna a base de buen fútbol; sino el más consistente en lo que va de curso, no menos que en los dos triunfos precedentes, por lo menos.
Ocho de los once jugadores que saltaron al pasto de inicio fueron caras nuevas con respecto al logrado el domingo frente al Real Racing Club. Carmona, Samuel y Alfaro se estrenaron oficialmente en un encuentro en el que también aparecieron desde el comienzo Chus Herrero, Timor, Sastre, Jorge Hernández y Roger y en el que ninguno desentonó.
Los tres debutantes cuajaron una buena participación, el canterano ocupando las dos posiciones del carril diestro, Alfaro con su varita, por fuera y –sobre todo– por dentro y Samuel en su labor de tipo duro. Acompañado primero por Chus Herrero –capitán desde el inicio, ‘pese’ a Omar y Sastre– y más tarde por Marc Valiente, el alicantino no solo fue un baluarte por alto y al corte, sino que además se desenvolvió con soltura en la salida de balón. Y además marcó gol.
El suyo dio carpetazo a la eliminatoria, que, de nuevo, se pudo complicar por un tanto recibido a destiempo. Antes, en el primer periodo, Timor ‘El Espartano’ abrió el marcador con un zurdazo, el tercero que intentaba, como si fuera el tercer ¡AU! del grito de guerra. La señal de batalla, empero, fue respondida por el Sporting con rabia, como en el film de ‘300’ se enrabieta Jerjes cuando los tipos feos de la careta no pueden con Leónidas y sus guerreros.
Así, los de ‘El Pitu’ Abelardo –a quien, por cierto, una pancarta le pedía que se vaya «ya»– encadenaron una serie de buenos minutos, en los que no tuvieron ocasiones claras, que sí pudieron serlo si el colegiado hubiera tenido a bien señalar penalti en un atropello de Carmona y en una mano de Chus Herrero.
Con el comienzo de la segunda mitad, el Real Valladolid recobró el dominio pausado. Sastre, perdido en ese rato de dominio sportinguista, se tranquilizó en los vestuarios, y Jorge volvió a activarse y Alfaro a mezclarse con él y con Roger. Precisamente de una sociedad entre estos dos últimos nació el segundo gol, obra del onubense. Resolvió una presión con un taconazo y saltó como un resorte al espacio, a donde Roger le devolvió el balón con la fuerza precisa y en el instante debido, para que embocara.
Entonces, con la eliminatoria encarrilada, a Rubi le dio por probar con defensa de tres, pero no dio tiempo. Un minuto después de la entrada de Valiente al campo, un error de Mojica desembocó en el gol de Jony para el Sporting, que hizo que el equipo siguiera defendiendo con cuatro, llevando a Chus Herrero al lateral diestro, a Carmona al interior y a Alfaro a zonas interiores.
Aunque los rojiblancos volvieron a intentar apretar, no lo hicieron como al final de la primera mitad. Y el Real Valladolid, además, supo mantener mejor que entonces el esférico. Óscar entró para esconderlo y mezclar con Díaz y Alfaro en una suerte de trileros que ya no permitieron que los locales se recuperasen. Y además llegó el gol de Samuel, a balón parado, que dio al traste con cualquier posibilidad de reacción.
El partido murió ahí y los minutos se consumieron como la vaca que rumia el pasto mientras ve pasar en bucle el mismo tren. El Pucela, satisfecho, se volvió pidiendo otra ronda, consciente de que para llevar al summum necesitará varias más, pero ávido de orgasmos (futbolísticos, claro está); ilusionado con la posibilidad de, ojalá antes que después, probar las mieles de quienes juegan en otra liga y meterles mano para regocijo de su opinión.