El Real Valladolid comienza su andadura en Segunda División sumando tres puntos y demostrando hechuras ante un digno Mallorca
Foto: El Norte de Castilla
Hoy han dado el pistoletazo de salida la Segunda División y La Vuelta a España. La prueba ciclista, en Jerez. La Liga Adelante, hasta el cinco plazas distintas. Una de ellas, Zorrilla, morada del Real Valladolid, que a efectos de la bicicleta vendría a ser algo así como Movistar, una escuadra con varias estrellas y llamada a estar entre los primeros puestos de la clasificación por equipos.
Curiosamente, tanto en Real Valladolid como el Movistar Team han empezado sendas competencias ganando. Los primeros por dos a uno y los segundos sobre el asfalto de Jerez, con seis puntos de ventaja sobre Cannondale, lo que les ha permitido colocar como líder a Jonathan Castroviejo, una suerte de André Leão en vasco y sobre ruedas. Hablando de Leão: si se marcara un Ebert y le diera por subir a Parquesol en bici, no es descabellado imaginarle repartiendo bidones como buen gregario o midiendo la distancia para demarrar como su compatriota Rui Costa.
Pero, en fin, vamos con el fútbol.
La presentación en sociedad del portugués y de sus compañeros no fue tan vistosa como un caballito de Sagan en pleno Angliru. Fue más bien resolutiva, con momentos de mejor juego y otros en los que se vio obligado a contemporizar y mantener la renta.
Como si su motor fuera diésel –en el argot ciclista se habla de ello cuando uno va de menos a más y le cuesta coger el golpe de pedal–, el ‘Rubi Team’ se vio superado en el primer tramo de encuentro, en los primeros diez o quince minutos, en los que el Mallorca sorprendió llevando el peso, no porque no se le considerara preparado sino porque se desconocía cuáles serían sus pretensiones para con el esférico. Fue llegar su gol en propia y cambiar la película.
Mediada la primera mitad, cuando llegó el tanto, el Real Valladolid se hizo con el mando del partido. Lo hizo como si fuera el Sky, y como si Leão fuera Vasil Kiriyenka, para el que escribe, el mejor gregario del pelotón. Le faltó solo vestirse de oscuro y cambiar el Cuatro Rayas por el azul que atraviesa la espalda del maillot del equipo inglés. Puso un ritmo, sin cebarse, con el que intentó destrozar al rival.
Y ese matiz, sin cebarse, es importante. Ni la presión ni la velocidad de circulación del balón alcanzaron altas cotas, de manera que el Mallorca aguantó sin sufrir en demasía. Estaba a merced de los blanquivioletas, es verdad, como también lo es que perdían demasiados balones y que sus posesiones más duraderas eran inofensivas, pero faltó ese punto de ‘Kiri’ de martillo pilón.
Así se llegó al descanso, descenso fácil si seguimos con el símil, de esos en los que ni Samu ni Lo Squalo atacarían. Y, a la vuelta de vestuarios, los de Rubi jugaron ‘a ser ciclista’, lo que en el tuiterío deportivo significa dar un arreón de mentira. ¿Por qué de mentira? Porque el gol de Óscar y el buen arranque resultó ser solo un ‘ataquito’. Uno de esos de Contador –por ejemplo– que se hacen más con el rabillo del ojo que con las piernas.
El tanto, a los siete minutos de la reanudación, amenazó con templar gaitas, pero Karpin, recién llegado al Mallorca, no renunció a sacar algo positivo de Zorrilla. Si ya en la primera mitad habían dejado buenas sensaciones los Vallejo, Bustos, Pereira y, sobre todo, Marco Asensio, con varias combinaciones al primer toque que acabaron dándose de bruces con la zaga blanquivioleta, Martí y Assulin ayudaron a que el equipo mejorase.
El Real Valladolid aguantó el tirón, si bien Marco Asensio mandó un balón al palo en los minutos finales. Para entonces ya había entrado Álvaro Rubio, capitán general, un Pablo Lastras metido a futbolista. Con él, esos tirones se sintieron menos, porque su silencio calma como ‘El Penkas’ aplaca los ánimos del pelotón, y además hubo varias intentonas a la contra y por banda que pudieron cerrar el encuentro.
Una vez acabado, con los tres puntos en el bolsillo, la valoración solo puede ser positiva, ya que aunque todavía falta rodaje, los de Rubi mostraron hechuras ante un rival muy digno. Más aún cuando se vio a un Jeffren voluntarioso, a un Leão señorial, aunque de más a menos, y detallitos como la alternancia entre lo corto y lo largo o el balón parado. En esta faceta, atrás, conviene mejorar, como en consistencia en el juego. Paso a paso. Etapa a etapa.
Es, la Segunda División, una carrera de fondo. De nada menos que 42 jornadas; dos grandes vueltas completas, como las que completará, si Dios quiere, Nairo Quintana en este 2014. Con una particularidad: que aquí no hay apertura y clausura; trofeo inicial y final. No hay dos clasificaciones, sino una, cuando todo termine, en la que el Real Valladolid está obligado a estar, cuanto menos, en el podio.
Y además, tiene mimbres para ello, igual que Movistar para doblar triunfo. Si el conjunto navarro tiene a gregarios como Erviti, Amador o José Herrada y primeros espadas como Nairo o Valverde, el Pucela cuenta con André Leão, Jeffren, Rueda, Rubio o dos ‘finalizadores’ como Óscar o Roger. La sensaciones del comienzo han sido buenas para ambos. Cómo acabará Movistar solo la carretera lo sabe. Cómo lo harán los de Rubi, la pelotita.