La desaparición del BM Valladolid supone la muerte de la parte más gloriosa del deporte vallisoletano
Esta temporada, titulaba ‘El Detalle’ correspondiente al partido frente al Real Madrid como ‘Sábado extremadamente negro’. En él, hablaba de tres debacles, (fútbol, baloncesto y balonmano) que parecían caminar hacia el abismo. Hablaba sobre un treinta de noviembre de 2013. Ayer, miércoles once de junio de 2014, me quedé muy corto.
Porque sí, hablaba del desastre de estos tres equipos en sus competiciones, de lo mal que se estaba haciendo todo ya por entonces y de la esperanza que se consumía lentamente, paso a paso, jornada a jornada. Por entonces se veía todo muy negro, pero al menos había luz. Hoy ya no.
Todos a Segunda División, todos fracasando. Pero uno de los tres luchó más fuertemente que ninguno, uno de los tres podía contar con un pasado verdaderamente glorioso del que sacar fuerzas de flaqueza para seguir continuando en la lucha cada minuto de los partidos que le restaban. Ese, que al igual que los demás acabó descendiendo, es el BM Valladolid. O mejor dicho, era. Porque ayer, once de junio, la entidad desapareció.
La desaparición del BM Valladolid tiene cabida aquí, en Blanquivioletas, por una sencilla razón. Aquí se habla de un sentimiento de esta ciudad, y si esta ciudad ha tenido un sentimiento recíproco con la gloria de un equipo, ha sido gracias al balonmano.
El balonmano en Valladolid era esa otra ‘cosa’ que visitaba Europa, que ganaba en Europa, que en España luchaba Copas del Rey y las ganaba, ese equipo que era un referente, ese equipo que había contado entre sus filas con muchos de los jugadores que luego se coronaron campeones del mundo en 2005 con, atención, un entrenador de Valladolid. Sí, de Valladolid. Campeones del mundo con Juan Carlos Pastor.
Ese era el otro Valladolid, el que ganaba. El que su afición recibía el premio a la mejor cada año. No soy un grandísimo aficionado al balonmano, pero ¿quién no recuerda a David Davis, Julio Fis, Eric Gull, Entrerríos, Garabaya, Chema Rodríguez y un inacabable etcétera? Era el milagro en esta ciudad, porque sí, el rugby ya estaba, está y estará, pero por Europa y por el mundo era el balonmano quien alzaba la voz. Un privilegio y orgullo para esta ciudad.
Pues bien, ayer, once de junio de 2014, el Valladolid glorioso y triunfante moría. Ha muerto entre los brazos de una afición a la que no le importó desgastar su aliento hasta el último segundo, signo este de gloria eterna tanto para ella como para el club, para el equipo, para la ciudad entera.
Habrá niños que dentro de unos años no hayan visto ganar nada a alguien o algo de Valladolid. Se nos va, se nos ha ido, ese otro Valladolid. El que no hablaba de gente fría y distante, sino de una afición apasionada y una olla a presión llamada Huerta del Rey. Se acabó eso. Ha triunfado el Valladolid vetusto, melancólico y triste.
Adiós BM Valladolid. Tú te llevas toda la gloria, tanta como nos supiste dar. Descansa en paz.