El Real Valladolid se juega su tierra, su gente, su joya de la mano del técnico catalán

El poeta Rubén Darío, exponente máximo del modernismo, no solo se dedicó a danzar entre versos, sino que también, entre otras cosas, quiso ocupar su tiempo en desprender de su ingenio ingeniosos cuentos.
Uno de ellos lleva por título ‘El Rubí’, y entra a disposición en cuanto el nuevo entrenador del Real Valladolid es Rubí –como se le llama erróneamente, pues el apodo tiene que ver con su color de pelo cuando era aún más joven–, Joan Francesc Ferrer Sicilia, en su panfleto de identidad.
Nos cuenta el bueno de Rubén en el cuento ya mencionado, cómo los gnomos que bajo tierra pulen diamantes, zafiros y piedras preciosas sin igual descubren que el ingenio humano, la osadía del conocimiento científico, ha logrado fabricar un rubí, semejante al que ellos pulen, de manera artificial.
El cuento no acaba siendo otra cosa que un enfrentamiento entre lo artificial y lo natural, lo plástico y lo puro, entre la creación del hombre y los productos de la Madre Tierra. Para los gnomos protagonistas del cuento del escritor nicaragüense, vence la tierra que les provee su lapislázuli. La creación humana, cosa de artificio y laboratorio, es simplemente una ponzoña y cábala.
El Real Valladolid parece ser que busca con el fichaje de Rubi el juego preciosista, vistoso, de brillo inapagable y de precisión inacabada que trae como credencial el entrenador catalán. Quiere el club blanquivioleta traer de nuevo los aires del toque y la apuesta por el fútbol denominado fútbol, que es la forma más sincera y directa de atraer al aficionado.
La ilusión de este, del apaleado otra vez más en Valladolid, bien pudiera haber sido mayor. No muchas horas han transcurrido desde que el Levante UD presentará a José Luis Mendilibar, opción populista y demandada en la ciudad del Pisuerga. Sin embargo, parece ser que la dirección deportiva se decanta por »Rubí’ como pieza clave en el retorno a Primera División y como arquitecto en pos de devolver una faz rubicunda al aficionado pucelano.
El gnomo más vetusto del cuento de Rubén Darío ya aludido osó secuestrar una bella mujer en una contada salida al mundo exterior. Ella, quien exhalaba suspiros de amor por otro hombre, no era feliz al lado de un feo gnomo que dedicaba su tiempo a tallar preciosas piedras preciosas. Lograba el matiz sobre la piedra, pero no contentar a su doncella.
Esta, un día, apareció casi apagada. Las heridas que su cuerpo presentaba, cortantes tajos producidos por sobrantes de los diamantes, eran el preludio de una muerte que al final se consumó.
Al igual que el gnomo de barba más blanca y longeva, el Real Valladolid corre el peligro de perder aquello que no es suyo si la apuesta por su rubí no sale acertada. Para unos, no se habrá apostado por lo que ya, en tiempos añejos, fusiló felicidad. Para otros, no se habrá apostado por lo de casa.
El Real Valladolid se juega su tierra de manos de ‘Rubí’.