Valladolid respira desacompasada ante el incierto devenir de sus tres grandes en la élite, y el balompié, el Real Valladolid, no es ajeno a ello
Foto: El Mundo Deportivo
De un tiempo a esta parte, la más negra de las catástrofes deportivas se cierne sobre Valladolid. Fuera del idílico mundo del rugby (idílico por sus resultados, no porque no encuentre obstáculos de grandes proporciones) y del de otros deportes y secciones, la élite vallisoletana del deporte se muere, o, al menos, parece cada vez más, tras cada jornada, un enfermo crónico que enfila ya su bocana final.
Tanto el Cuatro Rayas BM Valladolid como el Club Baloncesto Valladolid parecen inmersos en una vertiginosa carrera en pos de la autodestrucción, o, incluso, de una destrucción recíproca. Esa autodestrucción, tan poco anhelada como eludible, no es sino el resultado de una insuficiencia de Valladolid como ciudad para mantener tantísimo deporte de élite.
Eso es lo que opinan algunos; otros, en cambio, achacan el deplorable momento a factores menos complejos en su gradación como puede ser la mala gestión, tanto deportiva como económica, entroncada esta a su vez en las circunstancias que golpean la actual realidad.
Con las segundas vueltas iniciadas, nuestros tres gigantes (fútbol, baloncesto y balonmano) se encuentran en posiciones de descenso. El camino que desciende del Olimpo no debe parecernos algo demasiado novedoso, pero siempre que se ha cruzado, ha quedado algún gigante al otro lado para salvaguardar la condición deportiva de Valladolid, y, de paso, para servir de aliento a una afición golpeada con virulencia.
Lo realmente grave es que cualquier aficionado de a pie puede darse cuenta de que los tres descensos pueden darse este año, y que con o sin ellos, alguna desaparición, ya anunciada, puede hacerse efectiva. Al menos en un caso, sino en dos, el aficionado sí puede hacer, y mucho, porque esto no sea así.
Foto: Eurosport
Vamos al fútbol
Se ha roto algo por dentro,
soy una historia más
en la ciudad
y yo sé que tú también estás así.
Ante todo esto, ¿qué debe decir el fútbol? El gigante con patas de hierro, si lo comparamos con la desmembración que otros clubes sufren de cintura para abajo, también tiene problemas, y muy serios. Pese a que su situación extradeportiva parece no ser tan grave como la de sus compañeros en el tridente deportivo de la ciudad, lo que realmente importa al aficionado, el meter y que no te metan, no está tan distante.
Decir, el fútbol, debe decir poco. En este clima tan oscuro en la ciudad, y sabedor de la función social y de representación que para con esta ciudad tiene el Real Valladolid, el club solo debe seguir trabajando. Trabajando mejor si puede, con más acierto si es pertinente, o con mayor fortuna si lo demás no sirve.
El fútbol, y el Real Valladolid como estandarte de este en la capital y provincia, debe tomar conciencia muy bien de su papel. No debe ser algo accesorio para él que el aficionado en Valladolid sufra, porque, en gran parte (y con multitud de ejemplos), quien es aficionado a un balón, lo es a los otros dos, sean más grandes o más pequeñas las pelotas.
El papel de mesías y reducto de fe, por lo que en otros lares pueda ocurrir, debe ser interiorizado por el Real Valladolid. Esto no es ninguna presión añadida si tenemos en cuenta que lo que en la espalda se le agrupa no es un lastre de lesiones, conflictos o fallos defensivos, sino el aliento de miles de aficionados resignados, pero que a la vez buscan poner su garganta al servicio de sus colores y de su ciudad, porque mientras ellos vean morado, pondrán el grito en el cielo. Vayamos al fútbol, pero vayamos para ser protagonistas de una recuperación.
Como epílogo cabe decir que si el aficionado debe gritar, animar y conmoverse, el club debe ver, oír y callar, porque los chuzos de punta golpean sobre otros en la UVI. Esto último quizás le sirva, no como apoyo, pero sí como escudo mientras se está pendiente de las defunciones de los demás. Pero, los plañideros rotan, y lo que una vez fueron voces sumadas a un canto único, en un futuro, si no se reacciona, pueden ser lamentos que penetren en lo más hondo del colectivo social vallisoletano.
Ante el Levante UD, conciencia del Real Valladolid como club de la ciudad, como una historia más, consciente de las demás historias, y conciencia de cualquier aficionado de que sin él, Valladolid se acaba, se agota.