«Ney conduce, encara, dribla, pasito hacia adelante, pasito hacia atrás, quiebro, finta por lado opuesto, sale de la tarascada, se perfila y… ¡Golasho du Neymar!». Amigos, no es más de lo mismo, no es otro invento de la sobreexplotada fábrica brasilera; no es Robinho, es Neymar.
Neymar Da Silva Santos Junior. Por nombre, estaba claro que tenía que acabar triunfando, y que tendrá que acabar siendo el número uno, y tal vez él haya sido el primero en tomar conciencia de tal hecho. Por ello, abandonó su propio ombligo, desde donde nos llegaban sus regates, goles y expulsiones como una sección más dentro del planeta fútbol.
Abandonó su ombligo y poco se tardó en hablar sobre si levantaría pelusa en Messi. Pero Neymar vino a hacerse inteligencia, no a granjearse enemigos, y de momento, cumple con felicidad con su puesto secundario en el gran Barça de Leo Messi.
‘O Magrelo’ ha llegado y en Barcelona quieren acabar con ello. Le quitan para darle: fuera amígdalas, y a ganar peso. Numerosas voces en contra se han levantado tras el conocimiento de esta operación, y ya no solo por el evidente trastorno físico al que ha tenido que ser sometido Neymar para mejor disposición de su club, sino porque muchos han hablado del fin del jugador que veníamos conociendo y conocemos.
Siempre tendrá regate, velocidad, agilidad y todo ese compendio de cualidades que reúne, pero puede que deje de ser único. El fin de ‘O Magrelo’ parece asegurado. A los que gustamos de fútbol y descaro nos es suficiente con que Neymar no acabe, pero algunos gustábamos de ver a Messi sin un músculo, encarando y desbordando en banda, pero ese es otro tema.
Bailar para el brasileño es a festa do futebol, pero, ¿qué le pega más al príncipe Neymar, la capoeira o la samba? Claramente la primera. Uno contra uno, enfrentados, tonos desafiantes, libertad de creación, y tras el movimiento, la patada. ¿Quieren ver a Neymar encarando? Pónganse un vídeo de dos capoeristas, reconocerán a Neymar.
Nalgas apretadas y en tensión, guardando el esférico entre los pies, quiebro con el cuerpo, torsiones locas y el balón en medio de un ciclón de piernas. Para cuando el rival quiere despertar del hipnotismo generado por estas acciones, ya ha sido superado. Una velocidad de reacción acentuada en agilidades propias del reino animal unida a una técnica depuradísima ha hecho posible lo imposible: se fue. Tras ello llega la patada, en primera instancia del defensa, pero Ney sabe responder.
Llegó la alegría, llegó el baile, llegó todo lo que queríamos. No sabemos cuántos kilos podrá ganar, cuántos peinados le podremos ver o cuántos pases dará a Messi, pero si estamos seguros de que disfrutaremos de algo único en la medida en que le respete su naturaleza. El emoticono Neymar aterrizó en nuestra Liga.