Ondas do mar de Vigo,
se vistes meu amigo?
E ai Deus!, se verra cedo?
Ni amigos ni amantes. El Real Valladolid y el Celta de Vigo no son precisamente dos clubes que se vayan a jurar amor eterno el domingo en Zorrilla. Y precisamente, un trabajo lírico del grupo vallisoletano por excelencia, Celtas Cortos, nos trae la razón de ese enfrentamiento: «Odio al odio». Pero esto no ha sido siempre así, y tiempo antaño fuimos más que amigos del Celta. Ahora añoran los vigueses tiempos de hermandad y pactos, en parte por su soberbia. Morriña de otros tiempos, sueños y esperanzas de salvación, que salvo la categoría, será lo último que pierdan.
Desde que el año pasado nos tuvimos que pegar codo con codo por ascender directamente al olimpo del fútbol español y por evitar tortuosos sobre saltos, partidos hipertensionados o goles de Fernando Sales, no es el Celta o noso amigo. «¡Qué vergüenza lo del Celta!», se exclamaba por aquí. Mas habría que preguntar por el último partido de liga de la 1993/94 para saber, en boca del aficionado pucelano, qué fue menos limpio y contrario a los normas competitivas.
Las excesivas ganas que existen en Valladolid de ganar al Celta, y con ello de enviarle al pozo de Segunda, vienen motivadas por el denominado ‘biscotto’ que el club vigués protagonizó el año pasado en el último partido de liga frente al Córdoba. Recordemos que el Valladolid necesitaba la victoria en su encuentro contra el Guadalajara y que el Celta perdiera en casa contra el Córdoba, equipo al que también le bastaba un solo punto para asegurar su objetivo de play-off, para poder ascender de forma directa a Primera División.
Ni nosotros supimos derrotar al Guadalajara, es más, caímos derrotados uno a tres dando una pobre imagen, y ni el Celta ni el Córdoba quisieron complicarse la vida y empataron a cero en un partido de crónicas en blanco. Indignación, enfado y al fin resignación de la hinchada pucelana por entonces se han transformado en un odio latente hacia el club celeste, pero una vez más andamos escasos de memoria.
Última jornada del campeonato liguero de la temporada 1993/94. El Real Valladolid recibía al Celta de Vigo. Los dos equipos se encontraban en peligro, y eso hizo que el “biscotto” fuera irrisorio. Un empate a cero en el que no se contabilizó ninguna ocasión de gol a favor de ninguno de los dos conjuntos lograba la salvación para el Celta, y al Valladolid le permitía eludir el descenso directo. Esa plaza la ocuparía el Lleida.
Es de suponer que el enfado que tuvieron (y tendrán) los ilerdenses por aquella falta de juego limpio de vigueses y vallisoletanos hace del odio latente de los pucelanos de hoy en día una mera anécdota. Hoy enemigos, mañana amigos.
Mientras, los aficionados celtiñas preguntando e implorando a orillas del Pisuerga por sus amigos del quince de mayo de 1994, y encontrando como respuesta otra fecha significativa, el tres de junio de 2012.