Jesús A. Zalama habla de la repercusión de la acción de Aritz Aduriz con Marc Valiente, a su juicio, lamentable, pero fortuita.
Nos partirán las narices, el pómulo o la frente, pero somos nosotros los que nos mutilamos continuamente. «¡Qué salvaje Aduriz!». «¡Menudo codazo! ¡Será marrano!». Y así unos doce mil comentarios en las horas posteriores al partido, y unos cuantos más tras saber el alcance concreto de la lesión de Marc Valiente.
Por lo visto, no hemos tenido en Zorrilla ningún jugador que jugara con los codos más que con la cabeza en el juego aéreo; es más, a muchos se les ha olvidado, o no han vivido, el Aduriz que vino del Burgos. Gran goleador, buen delantero, incansable en su lucha por el balón… y un tenista en su destreza con los codos.
Pero claro, este por entonces era nuestro, y no contaba el que por arriba las ganase gracias al despliegue de sus brazos o a la potencia de sus saltos. Treinta y un años contemplan ya al gran Aritz Aduriz, y como perro viejo que ya va siendo, bien sabe emplear ‘otras artes’, sin duda, con más frecuencia que antaño.
Tampoco nos acordamos ya de otro delantero llamado Diego Costa, al que pronto enfundamos la responsabilidad de salvarnos en un curso tan aciago como fue el del 2009/10. Aquel delantero al que muchos advertimos un aire díscolo y en cierta medida problemático, ya en su etapa en el Albacete, parece haber sido borrado de la memoria de muchos que hoy se horrorizan con ciertas acciones suyas «poco deportivas» o que categorizan acciones como la de Amaya como «justicia divina».
Sí señores, como muchas veces ha repetido José Mourinho esta temporada, «el fútbol no tiene memoria», y el fútbol está formado por futboleros, no por futbolistas.
La acción del guipuzcoano Aduriz el pasado viernes es claramente sancionable y fuera de lugar, pero no es una agresión, no está hecha a propósito, sino que es una forma de jugar de la que aquí hemos disfrutado, tanto en ataque como en defensa, o ¿es que ya nadie se acuerda de dónde colocaba los codos Nivaldo?
Que no sirvan estas líneas como apología de cualquier excesiva agresividad en el terreno de juego, pero sí como bastón que nos ayude a orientarnos cuando nos cegamos en nuestra propia rabia. Aduriz partió el pómulo a Marc Valiente, pero nosotros mismos nos partimos la cara con ciertos comentarios. Recordemos, también nuestro Real Valladolid ha jugado, y juega, al fútbol.