Jesús A. Zalama habla del pequeño duende de Fuentealbilla, un hombre que terminó encumbrado con un grito en Stamford Bridge y otro proferido por José Antonio Camacho en nombre de España.
Iniesta es algo dulce y suave, nube blanca de algodón que se desliza sobre el césped. Quiebro ladino y salida con el cuero cosido a la bota, y la cabeza alta, esperando la inspiración del cielo para un último pase, o una pared medida al cimiento, que colme de excelencia la jugada pensada.
Iniesta es clase, poderío de maestría. Dotación generosa en el juego, y magia colateral. Sepulcro del hastío en el que se encierran tantos mediocres en este deporte, y a la vez, evolución ultra-tecnificada de algunos de sus predecesores.
Siempre recordaremos de él, algo que también recordamos de Zidane, el decir «¡qué bueno es!», y nunca decir que es el mejor. Pero no hace falta, ya que estos jugadores fueron inventados por el más humilde, y a la vez perfecto molde. Un molde que tarda en mostrar sus frutos ya que es elaborado con la más preciada ambrosía, y que discurre por los ríos, fuentes y lagos más preciados.
Iniesta es, y punto. Sin él, tanto el FC Barcelona como la selección, a mi parecer más la segunda, no serían. ¿Qué sería del Barça sin la magia de Iniesta? Es el único hombre que desborda líneas en el Barcelona, casi sin proponérselo, con una conducción, salvo Messi. Esto en un equipo en el que parece cada vez más prohibitivo el encarar a un contrario. ¿Y la selección? Sería un conglomerado de buenos futbolistas, pero los malabares futbolísticos que llevan a Iniesta a arrastrar consigo los sueños de un país entero se desvanecerían.
Andrés es Iniesta. Un hombre tan humilde, tan hijo de vecino, e incluso, a veces, tan frágil ante los medios, que escandaliza verle tan robusto ante las más potentes escuadras dentro de un rectángulo de juego. Es el signo de admiración de una plantilla, el encefalograma menos plano dentro del fútbol. El aficionado puede decir sin problemas: ¡Cómo te queremos Iniesta, cómo te queremos!
Los recuerdos sobre Andrés fluyen libremente por la mente de cualquier aficionado al fútbol en España. El verdadero escándalo de Stamford Bridge, fue la perpendicular que formaron su pierna el balón y la escuadra. Esta alineación solo es comparable a la planetaria que tendremos este próximo viernes veintiuno, nunca tanto astro se vio tan eclipsado por tan blanca luz. ¿Y qué me dicen del momento que más pelos ha escarpiado en un segundo? La banda sonora de una vida de hoy en día probalemente contendría, en cualquiera de sus pistas: «¡Iniesta de mi vida!». Iniesta de su vida, de la nuestra y de tantas otras.