Imaginar un Barcelona divergente al que trazó Guardiola se convirtió, cuando cedió su creación a Vilanova, en una tarea propia de adivinos. Pero Tito ya ha introducido su personalidad en ella.
La llegada de Tito Vilanova a la primera línea de control del Fútbol Club Barcelona impactó más a los foráneos que a quienes trabajaron codo con codo con el técnico catalán, segundo de Pep Guardiola, en los cuatro años de títulos del conjunto blaugrana en las distintas competiciones nacionales y europeas.
Siempre a la derecha del encumbrado Pep, ha colaborado y contemplado la realización y crecimiento de un grupo de futbolistas que han empujado el término del juego posicional a escena. Siempre rodeados de un gentío ansioso por saber más acerca de ese fútbol-control, tiránico, que sometía al rival hasta el punto de ceder en la presión.
Vilanova, también, observó cómo la llama del juego asociativo, de creación de superioridades a la espalda de las líneas rivales, podía apagarse cuando algunos conjuntos lograban construir un sublime repliegue defensivo, unir sus líneas y cerrar los espacios que oxigena el plantel blaugrana.
El Chelsea de Di Matteo, en las semifinales de la pasada edición de Liga de Campeones en Camp Nou, llegó a situar una línea de seis defensores, entre ellos a los arietes Drogba y Fernando Torres, para sacar la espada tras pérdida y abatir a la mitificación del juego de posesión, -en ocasiones deliberadamente horizontal en otros equipos- que llegaron a practicar los jugadores de Guardiola.
Tito aportó un dibujo más al esquema ya desarrollado por su predecesor y un motivo más de locura deseada para los enamorados del análisis táctico. El actual técnico culé modificó delicadamente 1-4-3-3 de Pep para formar un 1-4-2-2-2 en fase ofensiva. Un esquema, subyacente al juego de posición –signo distintivo del FC Barcelona-, en el que nacía, en medio campo, otra forma geométrica: el cuadrado.
El medio Busquets –cada vez más entusiasmado por aparecer en zonas altas del ataque-, acompañado en paralelo por Xavi y, unos metros por delante, Cesc Fàbregas y Leo Messi, cuyo encargo es dañar entre la línea de mediocentros rivales y su defensa. Es decir, Vilanova instauraba el doble pivote, temido por los sublimadores del juego que propuso Pep durante su etapa como técnico en Can Barça.
Naturalmente, los esquemas no son rígidos y el escalonamiento entre centrocampistas continúa produciéndose, para alargar las circulaciones de balón y dominar en campo rival.
Sin embargo, la transición de Tito no supone solo su ascenso a primer entrenador del FC Barcelona. En sentido fútbol, de la obra que brota de las manos de Vilanova, destaca su falta de temor por asistir a una batalla de transiciones. De aparcar el sometimiento, según los rivales, y jugar a la valentía.
Tito Vilanova está encontrando la diversión. No le importa que el rival adelante líneas –como hizo el Córdoba en el Estadio Arcángel, dificultando la continuidad del juego y trastornando a Song en fase de salida- porque, en consecuencia, va a generar praderas a sus espaldas donde los extremos y Messi desean campar y, en bastantes años y situaciones, no han podido.
Tampoco, por ello, exige una presión alta a los suyos para una recuperación inmediata; se han podido ver lapsos en los que su transición defensiva ha sufrido, concediendo más ocasiones, visitas al área de Víctor Valdés y goles. Así, en Liga, el Barça ha encajado dieciocho, cifra más elevada que cualquiera de los cuatro primeros clasificados.
Permiten más que el anterior Barcelona, pero se imponen a base de goles y récords. En lo que va de campaña, han anotado 54 dianas en dieciséis partidos de liga, de las cuales, veinticinco son obra de Messi –que, a su vez, ha desbloqueado el histórico registro de Gerd Müller, ya que en un año natural ha visto portería en noventa ocasiones-.
Un Barcelona con más pérdidas de balón, pero más vertical y doloroso, que se acostumbra al contragolpe antes negado y ahora anhelado por sus extremos –Alexis, Pedro, Villa, Tello- y por Messi y Fàbregas.
La creación de una sofisticada máquina ideada para la sorpresa, el vértigo, la versatilidad y el crecimiento de los futbolistas que la conforman. De la mano de Tito.