El juego del Real Valladolid se intenta sustentar sobre varios pilares. Uno de ellos, el primero, consiste en configurar las acciones ofensivas en torno a la posesión del balón. A la búsqueda de pasillos interiores y la ocupación inteligente de espacios para ir tejiendo el ataque elaborado.
Esta función sería impensable sin la presencia de un mediocentro del perfil de Álvaro Rubio y sin centrales con una técnica apropiada, además de experiencia en posiciones medulares, como Valiente y, en especial, Jesús Rueda.
El segundo, la solidez defensiva que ha ido lográndose conforme el central extremeño iba aprehendiendo las enseñanzas que un excentral de la clase de Djukic pretendía revelarle. El tercero, el dinamismo en la línea de tres, formada por el media punta –Óscar, en la mayoría de las ocasiones- un extremo zurdo y uno diestro.
A los citados pilares, esta temporada, se le añade un elemento que puede despertar alternativas que conviertan la filosofía del entrenador serbio en algo más perdurable, y con más adeptos. Esa figura se llama Patrick Ebert (Postdam, Alemania, 17 de marzo de 1987) y llegó a Valladolid como nace un trueno en una tormenta silenciosa de verano.
Su posición original es la de extremo diestro, como acompañante de Antonio Rukavina. Los dos tienen la misión, en pos de ofrecer un abanico más amplio de acciones al Valladolid de Djukic, de encontrar la amplitud –ya sea el alemán o el lateral derecho-, y, en especial, la profundidad.
Pero Ebert no se limita a originar superioridades en el extremo derecho con Rukavina. Versátil, tiende a aparecer por el carril central, en la zona de Óscar, fijando a los centrales y habilitando a su compañero serbio para que éste pueda lanzar centros laterales. Si el ‘2’ blanquivioleta no apura línea de fondo, Ebert será el encargado de realizar dicha acción y centrar.
Ahí reside su principal cualidad técnica: el golpeo de balón con la pierna derecha. Ventaja que, en situaciones de poca claridad en el área, permite disparos peligrosos de media distancia; y en libres directos, se presenta como una preocupación agregada al equipo rival. A sus condiciones en el ataque se le añade su intensidad defensiva, aspecto primordial para el sistema del equipo pucelano.
Veinticinco años de edad y 121 partidos con el Hertha de Berlín, su club de toda la vida, el que le vio debutar en Bundesliga en el curso 2006/07, con el que ha vivido un ‘casi campeonato’- los blanquiazules casi se llevan el campeonato liguero en la temporada 2008/09- dos descensos, y un ascenso entre ambos. Sensaciones de todos los niveles, desde muy joven hasta su salida del club capitalino, de nuevo recluido en la segunda liga germana, una vez terminado su contrato.
El buen hacer en su extenso camino recorrido en Berlín le proporcionó años de sentirse un auténtico titán de la Mannschaft, ya que formó parte de las selecciones inferiores del combinado nacional desde la categoría sub 17 hasta la sub 21, pasando por todas las intermedias.
En la última categoría base de la selección de Alemania, Patrick Ebert obtuvo un título que no va a borrar de su mente jamás. En la final del Campeonato de Europa sub 21, celebrado en Suecia en 2009, su selección se enfrentaba, y vencía por cuatro a cero, a una Inglaterra en la que aparecían nombres como Theo Walcott, extremo del Arsenal londinense, o Milner y Rodwell, centrocampistas del Manchester City.
Pero si en el equipo rival podían sacar pecho por aglutinar jóvenes estrellas, los compañeros del extremo del Real Valladolid, tampoco poseían una tarjeta de presentación peor. De hecho, de esa selección campeona en Suecia, emergerían los centrocampistas Mesut Özil y Sami Khedira, el guardameta Neuer o el central Hümmels, quienes conformaron en el Mundial de Sudáfrica del año siguiente una de las selecciones más atractivas, repleta de presente y futuro.
Esta temporada, Patrick Ebert, que firma un contrato por dos temporadas, hasta el 30 de junio de 2014, podrá reencontrarse con algunos compañeros de aquella selección que consiguió el éxito con una mezcla de poderío y fútbol vistoso.