En esta tierra nuestra que es Castilla, no es una novedad el hecho de narrar acontecimientos destacados a una comunidad interesada en ellos. El panorama ha cambiado poco desde la época en la que el castellano todavía no había adquirido el valor de vigencia y oficialidad que, entre otros, le otorgaron Alfonso X ‘El Sabio’, Jorge Manrique, don Juan Manuel o Gonzalo de Berceo. Tal es así que, antes de todos estos destacadísimos personajes, ya existieron los denominados ‘cantos noticieros’, que eran cantos que narraban trances destacados de las hazañas de los guerreros y antepasados. Estos cantos pasarían a convertirse, posteriormente, en los famosos cantares de gesta.
Ya entonces había unos hechos relativamente objetivos transmitidos a un público que no tenía capacidad de réplica por un emisor interesado en difundir algo parcial. Cuando usted recibe un correo electrónico del Real Valladolid contando las ‘hazañas’ sobre el fichaje de Henrique Silva, dándole las gracias por estar animando “desde el pitido inicial” o mostrando la disconformidad con el colectivo arbitral, firmadas estas comunicaciones por Luis García, Jorge Santiago o quien competa, no deja de estar en la misma posición que el vasallo de turno del siglo XIII que escuchaba como los infantes de Carrión afrentaban a doña Elvira y doña Sol.
Sin embargo, la información que nos llega no siempre es cierta. Ni se llamaban doña Elvira y doña Sol las hijas del Campeador ni Henrique Silva es una “oportunidad detectada”. Si el Cantar de Mio Cid, tanto en sus diferentes versiones orales como en la copia manuscrita del 1207, fue compuesto a mayor gloria de Rodrigo Díaz de Vivar, los correos electrónicos que recibimos desde el Real Valladolid no son más que una justificación con el abonado de los desatinos futbolísticos y de gestión que se viven en Zorrilla. Aceptando que el propio club es parte interesada en esta comunicación, ¿por qué lo hacen a través de una comunicación directa con el abonado?
Si se le preguntara al propio club, la respuesta no sería algo muy lejana a: “Sentimos que, en estos momentos de dificultad, el abonado necesita que estemos más cerca y expliquemos la situación de manera clara y directa, haciendo gala de nuestra transparencia”. Por mi parte, prefiero seguir acudiendo a las fuentes medievales de la épica y lírica castellanas para encontrar la respuesta: cuando Gonzalo de Berceo escribe Milagros de nuestra señora, lo hace con el fin de adoctrinar al pueblo en el culto mariano de su monasterio, el de San Millán de la Cogolla, al que pretende dar fama a través de su obra. Cuando el Real Valladolid se comunica con el vulgo de forma directa, sin la intermediación de una prensa que ahora sí se muestra escéptica ante cualquier oficialidad, no pretende otra cosa que difundir su relato para orientar la opinión del abonado. Recordemos que esto último debería ser misión del periodista, intérprete de los acontecimientos, y no de quien los produce.
¿Y qué nos ha llegado a nosotros de todas aquellas historias medievales más o menos manipuladas? Que el Cid degollaba moros, no que se aliaba con ellos cuando esto le pudiera favorecer. Si en el abonado del Real Valladolid calan las explicaciones del club, lo que perdurará será su relato y no los desmanes cometidos. Es una grandísima estrategia corporativa saltarse al intermediario de la prensa para dar a conocer directamente al aficionado las posturas del club sobre los hechos que acontecen alrededor del propio club. Y esto cala, esto funciona, y la historia lo demuestra. ¿Será el Real Valladolid capaz de conseguirlo? ¿Reaccionará la prensa ante lo que, para mí, es un ninguneo de sus funciones? ¿Será el abonado lo suficientemente crítico para saber discernir entre lo que le cuenta el juglar y la verdad objetiva? ¡Dios, qué buen vasallo! ¡Si oviesse buen señore!