La temporada 2022/23, la última del Real Valladolid en Primera División, fue un ir y venir de diversas sensaciones, no siempre positivas, en las que el conjunto pucelano mostró diferentes caras. Si bien es cierto que llegó a ilusionar la permanencia, su nefasto final, con un descenso acelerado por la derrota ante el Valencia en las últimas jornadas, acabó por enturbiar los ánimos. Una bipolaridad que se mostró precisamente contra el próximo rival del Pucela y contra el que, en octubre de 2022, ganaron con solvencia en el José Zorrilla, y en febrero, solo unos meses después, cayeron con rotundidad en Balaídos.
Entrenados por Pacheta en ambos duelos, la realidad es que el Valladolid de cada uno de los partidos parecen distintos. Ni el dibujo, ni los protagonistas, ni las sensaciones parecían contar que el Real Valladolid que se enfrentaba al equipo gallego era el mismo equipo. Un Valladolid que, en medio de esa radical esquizofrenia competitiva, acabó por precipitarse a Segunda División con Paulo Pezzolano, que no acabó por conseguir un reto mayúsculo que se quedó a un solo punto de distancia.
La goleada de la ilusión y el martillo de Sergio León
Se presentaba una ocasión importante en Zorrilla, pues el Valladolid llevaba una racha preocupante frente a su afición, cayendo ante Villarreal, Barcelona y Cádiz. De cuatro partidos jugados en el José Zorrilla, el Valladolid sólo había podido sumar de tres en uno de ellos, frente el Almería. En la jornada 10, tras cosechar esos números (4 puntos de 12 posibles en Valladolid), el conjunto de Pacheta parecía conjurarse para poder hacer algo bueno ante los suyos ante un Celta asequible.
El equipo, en ese momento entrenado por Coudet, se encontraba en una dinámica peligrosa, de sólo un partido ganado de los últimos cinco. El Valladolid, por tanto, soñaba con aprovechar esa circunstancia… y no decepcionó. Fueron cuatro los tantos que vieron a favor quienes quisieron acompañar al equipo esa tarde de octubre. El primero, a la media hora, de Roque Mesa, era de casa. Y aunque el descanso contemplara un empate a uno en el marcador por el empate de Óscar Rodríguez, la reacción blanquivioleta fue casi seguida: En 16 minutos, tres goles, uno de Joaquín y dos de Sergio León. El Valladolid sumaba tres puntos y Zorrilla contemplaba la primera goleada en casa de la campaña 22/23, tras cerrar la jornada 10 con once puntos y 11º en la tabla.
El show de Gabri Veiga
La vuelta fue otra cosa. El equipo llegaba 14º al duelo contra el Celta, esta vez liderado por Carlos Carvalhal. El Celta era un equipo también herido y asustado por el descenso como el Pucela de Pacheta. Al técnico burgalés le quedaban, sin saberlo, sólo cuatro partidos para ser cesado, tras la debacle del 6-0 en el Santiago Bernabéu. En ese momento, el Pucela venía de perder contra el Betis. El Celta, de empatar contra la Real Sociedad. Pero por encima de todo, había surgido una figura estable que ilusionaba a los celestes: Gabri Veiga.
El canterano, de hecho, fue el gran protagonista de una sobremesa aciaga para el pucelanismo. Ese 26 de febrero, el Celta endosó un sonoro 3-0 contra el Valladolid con un recital del centrocampista gallego y con dos goles de su cuenta. El tercero en discordia sería de Seferovic, en un partido en el que uno de los defensas titulares del equipo de Balaídos era un tal Joseph Aidoo. En zona mixta, Roque Mesa y Pacheta reconocían estar “muy jodidos” ante las cámaras. Era el comienzo de un recorrido durísimo del Valladolid, que le llevaría a recibir, desde ese trío ante el Celta, catorce goles en cinco partidos. La jornada siguiente al Bernabéu, Zorrilla y ante el Mallorca, debutaría Paulo Pezzolano.