El portero detiene un penalti y su rechazo y el mediocentro empata con una genialidad de falta directa después de que el Valencia tuviera al Real Valladolid metido en su campo durante casi todo el partido

David Broncano y Antonio Resines se han topado con dos grandes imitadores en Jordi Masip y Rubén Alcaraz. Hasta este sábado, el mejor ejercicio de resistencia fue la entrevista que mantuvieron hace casi un año los dos primeros. En Mestalla, los otros dos firmaron un ejercicio magnífico con el que el Real Valladolid rebañó un punto ya inesperado por tiempo y forma, porque los blanquivioletas fueron incapaces de inquietar la portería de Neto hasta la genialidad convertida en empate.
La entrada de Anuar por Míchel en el once inicial buscaba intentar evitar que Parejo dominara el juego, algo que, sin embargo, hizo. No porque el ceutí no se afanara en evitarlo, sino porque se cedió el balón y la posesión incluso con él.
Fue un dominio estéril durante muchos momentos, porque el bloque bajo y las ayudas funcionaron de tal modo que ni Mina ni Rodrigo tuvieron opciones durante toda la primera mitad, en la que un disparo fuera de Carlos Soler y una intentona de Cherychev fueron las únicas oportunidades generadas por los valencianistas; tímida la primera, más clara la segunda.
A pesar de la confianza que había mostrado Marcelino en la rueda de prensa previa, su equipo estuvo lejos de ganar por mucho balón que tuviera. Solo su capitán fue general; solo Parejo era capaz de cargar con el peso de Mestalla. Dio una masterclass a pesar de lo encimado que estuvo, sufrió varias faltas, pero incidió apareciendo en la primera fase, condujo y dividió, encontró líneas de pase con sus cuatro atacantes y tuvo que lamentar que estos no dieran continuidad a su fútbol.
Aunque no solo eso. También tuvo que lamentar el bloqueo de sus compañeros cuando Calero cometió un penalti sobre Mina a los pocos minutos de la reanudación. Fue claro, en una de las pocas ocasiones en las que el gallego desbordó al boecillano, pero allí estaba Masip para repeler el disparo en primera instancia de Rodrigo y, sobre todo, de manera decisiva el rechazo del propio Mina.
Aquello fue como cuando Broncano lanza la dichosa pregunta de «tú cuánto dinero tienes», puñetera cuando se le hace a cualquier entrevistado y de respuesta escandalosa en el caso del Valencia para lo que está haciendo esta temporada. Marcelino, que había dado por hecha la victoria antes de tiempo, no sabía dónde meterse; menos cuando Mina se marcó ‘un Abreu’: a puerta vacía se le quedó el balón incomprensiblemente atrás y no les quedó otra que lamentar.
El dominio incesante fue más amenazante cuando Sergio retiró a Anuar para dar entrada a Míchel a fin de ganar algo de peso en campo rival (si es que se puede decir que antes lo tuviera). La apuesta salió rana porque Parejo ya no tenía quien le siguiera en el juego de la silla y en cuanto tuvo oportunidad se aposentó en la butaca del rey. Inició jugada, la siguió y la finalizó con un gol que prometía ser definitivo.
Entonces su entrenador soltó un resoplido de alivio como el que sintió Jordan Belfort cuando salvó a su amigo Donnie. Su emblema se había disfrazado de monitor de curso de primeros auxilios y había convertido al Real Valladolid en ese muñeco pesado con el que se practica. Anodino e inactivo en ataque, el conjunto blanquivioleta encajó el tanto como el maniquí que recibe el aire, sin rechistar.
Y cuando el partido ya moría, nadie contaba con Alcaraz. Quizás por eso la defensa del Valencia cometió una infracción en las proximidades de su área al derribar a un otra vez inoperante Enes Ünal. La justicia nos la hará Don Corleone y la injusticia –todo hay que decirlo: así fue– el bombardero. Como si fuera Luka Doncic en el clutch, el novato no dudó, rebasó la barrera con un golpeo magistral que se alojó en la escuadra de Neto.
El Real Valladolid lo había vuelto a hacer; lo estaba volviendo a hacer. Por enésima vez se encaminó a la salvación de un punto en el tramo final en un choque fuera de casa, lo que serviría a la postre para aminorar el golpe del último partido en ella. La cosa pudo a ir a más de no ser porque el colegiado decretó a instancias de su asistente un fuera de juego inexistente cuando los vallisoletanos tocaban arrebato. La decisión hizo torcer el morro pese a que sumar dos unidades más habría sido una bacanal imprevista.
Con su golazo, uno de los mejores marcados en lo que va de temporada, Alcaraz (¡chorprecha!) se convirtió en Resines por el juego que dio su respuesta –pocos días hay en los que David Broncano no mida el dinero del resto de entrevistados a partir de la cifra que le dio el actor– y porque con aquello engañó al público de Mestalla y a Marcelino. Su victoria, prevista, anunciada y hasta esperada según fue el encuentro, fue un sueño. Como el final de ‘Los Serrano’.