La vuelta de tuerca que el Real Valladolid ha protagonizado en su sistema defensivo es una de las claves que le han llevado a conseguir el ascenso a Primera División

«Este equipo ha mejorado una barbaridad defensivamente». No lo dice el que firma. Son palabras textuales de Jagoba Arrasate, técnico del CD Numancia en rueda de prensa tras el partido de ida de la final por el ascenso a la Primera División en el que el Real Valladolid de Sergio González liquidó las ilusiones sorianas con un contundente cero a tres.
El entrenador numantino sabe de primera mano de lo que habla. En el partido de la primera vuelta de la competición liguera disputado en Zorrilla su equipo perdía por dos goles a cero a falta de treinta minutos y acabó llevándose los tres puntos dando la vuelta al marcador. «Sabíamos que a este equipo era posible remontarle», afirmó ante alguna mirada atónita de los periodistas presentes.
Poniendo el foco en esta evidente y fundamental mejora defensiva se entiende el meteórico último tramo liguero del Real Valladolid y el buen hacer pucelano en el play-off. Hay que remontarse a inicios de la segunda vuelta, aún con Luis César Sampedro en el banquillo, y al partido disputado en el Mini Estadi ante el filial del FC Barcelona para poner el primer recuerdo de esta transición.
De torre de naipes a cimientos de hormigón armado
36 goles en veintiún partidos de la primera vuelta eran una herida por la que se desangraba el Real Valladolid y a la que Luis César quiso meter el bisturí. Se notó la mejoría. En los 13 siguientes partidos, con el técnico gallego al mando, el equipo solo encajó diez goles. Se convirtió en un bloque más compacto. Ahora este equipo ponía muchas más trampas al rival para llegar al área de Masip. El problema es que se olvidó de la posesión y de construir el ataque. Los ‘arquitectos’ Míchel o Toni Villa habían dejado su lugar a ‘peones’ como Luismi, Borja y Anuar y los resultados no acababan de llegar.
Se agotaba el tiempo y la situación pedía a gritos un cambio radical. Lo dio el club con el cese de Luis César y la llegada de Sergio González a falta de ocho partidos. Ocho encuentros que eran finales en las que luchar por un puesto en play-off. El nuevo míster era consciente de que tenía que reforzar al equipo desde la zaga y por aquí empezó a trabajar. Formó un triángulo de seguridad con Kiko Olivas y Calero en la base y Borja Fernández en el vértice. Devolvió a Nacho al lateral izquierdo y apostó por Javi Moyano en detrimento de un Antoñito que se permitía mayores alegrías ofensivas.
La base de la solidez se había formado. Rescató del olvido a Míchel para acompañar a Borja en la medular y a Toni Villa para la media punta y la circulación del ataque empezó a ser otra. El Real Valladolid también defendía con la posesión. La derrota en el debut ante el Sporting no desesperó al cuerpo técnico convencido de su idea y los resultados no tardaron en hacerse visibles. Cinco victorias, dos derrotas y un empate en ocho partidos con nueve goles encajados. El Pucela lo había conseguido: estaba en el play-off.
El míster inculcó en los futbolistas atacantes una filosofía defensiva que hasta entonces no se conocía. Hervías, Toni, Plano y, por supuesto, Mata han sido perros de presa estos últimos dos meses y eso lo ha agradecido el sistema defensivo. Todos ellos han mostrado un compromiso defensivo que se me antoja fundamental a la hora de obtener las claves de este giro de 360º que ha dado el equipo.
Y Calero la rompió
Kiko Olivas se ha ido resarciendo del pobre año realizado y junto a Calero, líder absoluto de la zaga, han crecido en confianza y han puesto el candado a la puerta de Masip.

El ex del Girona llegó como central estrella y ha costado mucho reconocerlo con la camiseta blanquivioleta. Fallos en la marca, despistes, malas circulaciones de balón han sido una constante desde que inició su periplo en Zorrilla casi siempre acompañado de Deivid. Dos centrales con gran experiencia que no estaban respondiendo a las expectativas creadas. La lesión del canario abrió las puertas de la titularidad a Calero y las de un nuevo horizonte a Kiko.
Aquí, en Calero, conviene detenerse. Se ha hecho mayor a pasos agigantados tras un comienzo tímido y dubitativo. El paso de los partidos ha hecho mella en un futbolista joven, de la casa y que ha visto cómo entre lesiones y pobres rendimientos de los que le rodeaban ha tenido que coger poso rápidamente y dar un paso adelante demostrando que en Zorrilla hay central para mucho tiempo. La ‘5’ blanquivioleta tiene el mejor dueño posible. Impecable al corte, rápido en las ayudas y espléndido a la hora de poner el balón en los pies del compañero, el de Boecillo ha causado furor con su último tramo.
Un brazalete llevado con orgullo y con honor
En los costados, Javi Moyano y Nacho han cumplido con creces dejando ver su mejor versión. El capitán es todo pundonor y ha salido victorioso de batallas muy duras como la que ha tenido con Jony, uno de los mejores jugadores de la categoría de plata, si no el mejor. El zurdo, con más aportación en ataque que Moyano, también ha aportado solidez a la línea de cuatro además de darle un toque de calidad a la salida de la pelota y las llegadas a línea de fondo.

Especial mención merece Borja Fernández. Feliz (de la) vida como ancla por delante de los centrales ha dado un rendimiento espectacular este último tramo. Básico para Calero y Kiko pero también para que Míchel tuviera libertad y poder ver el balón moverse a más velocidad. El ‘8’ ha tirado del carro además con goles importantes como el de Soria o el de Lorca. Capitán, pivote, corazón y cabeza blanquivioleta.
No hay que olvidarse tampoco de Anuar y su trabajo y sacrificio cada vez que tiene oportunidad. Es un pulmón al que Sergio González ha sabido colocar en el campo según el momento y las necesidades del equipo y que le ha dado exactamente lo que su entrenador requería.
Este Real Valladolid ha pasado de vivir en el sótano, con la luz apagada a alquilar el ático y tomar el sol en la terraza en unas pocas semanas gracias a creer en sí mismo y reconstruirse desde los cimientos. Tiene mérito hacerlo en plena temporada y más cuando el sueño parecía inalcanzable.