El título liguero del Real Valladolid B en la Liga Nacional supone un hito en una categoría tradicionalmente difícil para el segundo juvenil blanquivioleta

Aunque quedan todavía tres jornadas para el final, el Real Valladolid B ya es matemáticamente campeón de la Liga Nacional. Aunque no por anticipado el título sorprende, viendo el rendimiento del conjunto que dirige Juan Carlos Pereira, debido a que lideró la clasificación con puño de hierro desde la segunda fecha. Sin embargo, si se atiende a las perspectivas que suele generar el Juvenil B y a que desde hace diez años no se alzaba con el campeonato de la máxima categoría regional.
Tradicionalmente la juventud pesa, y, fruto de ello, ha sido difícil ver desde entonces en las posiciones de privilegio a los blanquivioletas. Pero dado que cada generación es un mundo, la nacida en 2001, juvenil de primer año, ha llevado la voz cantante y ha sido extremadamente competitiva.
Este núcleo de jugadores venía de ser campeón también en los dos cursos anteriores, en la Primera Cadete y la Cadete Regional, en la que estuvo a las órdenes de Iván Cabezudo, el segundo de ‘Pere’, y trabajó con Daniel Rabadán, su preparador físico. La línea continuista recibió el plus que otorga el tener en el banquillo a alguien como Pereira, con quien se firmó una primera vuelta excepcional en la que no se cosechó ni una sola derrota. Así, la encajada ante el Burgos Promesas fue no solo la primera de la campaña, sino la primera derrota de esa generación del 2001 tras casi tres años, desde el veintidós de marzo de 2015, en la Regional Infantil.
Como en esos dos cursos precedentes, la gran fortaleza defensiva de la que han hecho gala permitirá que, salvo debacle, permitirá que terminen con menos de veinte goles encajados. En esta faceta han influido positivamente Cebri, central del 2000, el cadete Álex Casado o uno de los mejores fichajes de la temporada, un David Gómez que comenzó el curso sumando también en ataque anotando varios tantos y que ya ha tenido minutos en División de Honor.
Aunque este Juvenil B destacó principalmente por ser un fuerte bloque –solo así uno puede campeonar–, bajo los palos tuvo en un mayor número de ocasiones a uno de sus nombres propios, el de Maxi, joven talento nacido en Toro (Zamora) y que ya se ha ejercitado con el primer equipo varias veces. Rápido y ágil, destaca principalmente por sus reflejos, así como con su juego con los pies, en el que todo empezaba (también con Dani, el otro portero).
Así era –es todavía– normalmente, aunque han venido manejando varias salidas de balón. Aunque la principal ha sido por norma la que buscaba tratar bien el balón desde la fase inicial, no ha existido problema alguno en iniciar buscando una segunda altura y por los costados o con envíos directos sobre Óscar, su referencia. La preciosista, a través de la cual se comenzaba la posesión, ha tenido como principal protagonista al benaventano Sergio Prada, un ‘seis’ de buenos conceptos tácticos y capacitado para la creación.
El centro del campo que él gobernaba desde esa posición más retrasada está cargado de talento posicional y técnico, con otros futbolistas como Javi Cerro, Camilo, Alberto Marí (hermano del jugador del Promesas), Cadaveira (reaparecido al final de curso tras una grave lesión que se produjo en pretemporada) o el cadete Adrián Carrión. Pese a su juventud, que le llevó a competir con jugadores hasta tres años mayores, el menudo centrocampista ha destacado sobremanera como uno de los líderes sobre el campo, gracias a su calidad y movilidad entre líneas.
Incluso acostado hacia un lado, ha sido una de las más gratas sorpresas dentro de un plantel que contaba como estiletes por banda como Alvi o Cuéllar o con alguien tan volátil y que lee tan bien los espacios interiores como Torres. Y es que si algo tiene de bueno el Juvenil B es la variedad de recursos, también para contragolpear, algo por lo que ha apostado en alguna ocasión, como contra la Cultural y Deportiva Leonesa, a quien maniató y contra quien se mostró superior enseñando una de esas varias caras, todas resolutivas, todas competitivas.
Con todo, el carácter ofensivo y la facilidad goleadora se pone de manifiesto con la media de dos goles por partido, con un atacante de segundo año como Óscar como principal anotador, cuyo promedio es superior al gol por cada dos jornadas disputadas. A la aportación de Torres en esta faceta se le suma la de otros jugadores de segunda línea y al acierto a balón parado, otra de las claves de la temporada en las dos áreas: con un amplio abanico de opciones, se han visto goles de todos los colores.
Si bien es pronto para hablar del futuro, incluso a medio plazo, el tercer título seguido de los nacidos en 2001 recibirá continuidad –o eso cabe esperar– dentro de un Real Valladolid que ya trabaja en que buena parte de los citados continúe vestida de blanco y violeta. El sueño de todos es el mismo: que con esa misma casaca logren algo que ha hecho una generación anterior, la de 1995, una a la que pertenecen Calero, Anuar y Toni, hoy en el primer equipo, u otros profesionales como Guille Vallejo (Elche) O Iván Alejo (Eibar).