El conjunto rojiblanco pasó de poder luchar por el play-off a salvarse en la última jornada

Haremos un análisis deductivo, o lo que es lo mismo, vamos a ofrecer en primer lugar las conclusiones a las que se puede llegar tras el final de la temporada. De este obtenemos un Atlético Tordesillas en Tercera División, lo cual es positivo, pero con un camino hasta lograr ese objetivo primario nada sencillo. Porque sí, se ha cumplido la permanencia, pero de forma agónica y después de un decepcionante paso de las jornadas.
Los factores que han llevado al conjunto rojiblanco al borde del abismo son los mismos que definen casi por completo su temporada, a saber: mala planificación de plantilla, muy descompensada; un paupérrimo nivel defensivo, siendo el segundo equipo más goleado del grupo; nivel bajo de los refuerzos que han ido apuntalando el plantel; situación irregular de los entrenamientos, con muchos de ellos con escasos efectivos; y la baja confianza de la plantilla y parte del entorno en Jesús Ángel Turiel. A esto habría que sumarle la gran competitividad que han mostrado la gran mayoría de equipos en el Grupo VIII de Tercera División, preludio de lo que puede llegar a ser el año que viene.
Mala planificación de la plantilla
En verano, la afición del Atlético Tordesillas se frotaba las manos. Los fichajes de Villa, Ruiz, Mato o Sergio, jugadores que venían a aportar un nivel diferencial, hacían presagiar que el equipo rojiblanco podía convertirse en la revelación del Grupo VIII, más aún tras su victoria en el Trofeo Diputación ante un Real Valladolid Promesas que a posteriori firmaría una de sus mejores campañas de la historia.
De las fichajes anteriormente citados, solamente Sergio ha decepcionado o, al menos, no ha ofrecido un nivel aceptable. Villa, Ruiz y Mato han sumado, entre los tres, veintiséis goles, siendo el primero el pichichi del equipo a final de temporada.
Este dato nos ofrece dos de las claves de la descompensación de la plantilla. La primera es que el pichichi del equipo ha sido un jugador que, si bien ha actuado como extremo o en banda gran parte del curso, en ciertas ocasiones lo ha hecho como lateral. Y es que, el Atlético Tordesillas no ha tenido un delantero centro hasta la llegada de Rubo (o de Lerma, quien llegó alguna fecha antes). En un fútbol como el de Tercera División, no contar con un delantero de referencia es, directamente, no poder pelear muchos partidos.
La segunda clave es que los efectivos en defensa del equipo eran limitados. Con la marcha de Marcos, el equipo tordesillano se quedó cojo en la zona central de la zaga, donde Lamas ha tenido que compartir puesto con jugadores no específicos de esa posición como Jony, Viti o Cristian, que si bien, más o menos han ido cumpliendo, ofrecían unos déficits lógicos.
En definitiva, la planificación de la plantilla ha sido incorrecta, ya que no se armó una plantilla descompensada, con demasiados efectivos en ciertos puestos y con muy pocos jugadores específicos para puestos tan vitales como la delantera o el centro de la defensa.
Paupérrimo nivel defensivo
Muy relacionado con el punto anterior. La descompensación de la plantilla dejó una defensa más que en cuadro. Las dos únicas posiciones defensivas bien cubiertas parecían ser los laterales (finalmente, una de las posiciones más sobresalientes) y la portería. Por esta última también acabó llegando el desastre.
Farolo, quien a principio de temporada estaba resultando fundamental, se lesionó, hecho que no sorprendió ni al propio perjudicado. Acabó abandonando la disciplina motu proprio para que el equipo dispusiera de una ficha más. Sin embargo, se suponía que su sustituto era una garantía: Sergio García, quien provenía del Real Valladolid Promesas, donde se le aventuraba ser el segundo de Dani Hernández, terminó recalando en el Tordesillas.
Su rendimiento en sustitución de Farolo no fue el que se esperaba, y Chuchi, guardameta de la Medinense, acabó por arrebatarle la titularidad, sin tampoco ofrecer un nivel escandaloso. Claro, que echar la culpa de los 70 goles encajados en la temporada a los tres porteros es una hipocresía.
El nivel defensivo de todo el equipo en general ha sido muy deficitario. Por momentos, este se partía, y si a esto le unes las bajas por lesión u otros motivos que sufría una defensa ya de por sí diezmada… El propio Turiel se ha quejado en más de una ocasión amargamente de la mala suerte que han tenido en este aspecto, pero él no ha ofrecido demasiadas soluciones. Aunque sí, es posible que no las tuviera.
Nivel bajo de los refuerzos que ha ido acumulando la plantilla
En una temporada en la que se han ido sucediendo las altas y las bajas, que las primeras suplieran a las segundas se antojaba más que necesario. Más aún si ya de por sí, como ya hemos comentado, la plantilla se encontraba descompensada.
El nivel óptimo de rendimiento de entre los jugadores que han ido llegando con la temporada comenzada, sobre todo a partir de enero, solo lo ha ofrecido Rubo. El delantero vallisoletano ha sido referencia absoluta desde su llegada, y en esta su segunda etapa de rojiblanco ha estado menos peleado con el gol, sumando un total de nueve.
Tras él aparece un grupo de jugadores a los que no se les puede achacar casi nada, pero que tampoco han sumado de forma importante. Bayón, por su parte, pese a haber aportado cuando ha podido, no ha sido diferencial ni titular indiscutible. El caso de Chuchi es diferente, ya que es un jugador todavía por hacer y que ha cumplido en mayor o menor medida con su papel. Josete, tras su vuelta, cumplió en los partidos que estuvo. Carlos, el extremo procedente del Juventud Rondilla no ha sumado demasiado, aunque tampoco ha dispuesto de demasiados minutos. Y, por último, Pablo ha sumado minutos contra equipos como La Bañeza, Unionistas o Numancia.
Sin embargo, el nivel bajo de los refuerzos se escenifica, sobre todo, en un Álex Toral que ni siquiera llegó a debutar y en un Ángel Lerma al que Rubo le comió la tostada nada más llegar y que apenas aportó nada a la disciplina rojiblanca.
En definitiva, los refuerzos, que parecía que iban a reflotar al equipo, no lo hicieron, y también cargan con parte de la culpa de esta infructuosa temporada.
Situación irregular de los entrenamientos
Esta cuestión no merece ser obviada y el propio Jesús Ángel Turiel la ha comentado en multitud de oportunidades, además, con toda la razón del mundo: no se puede sacar rendimiento a un equipo de fútbol con solamente un cuarto de la plantilla entrenando. Evidentemente, el Atlético Tordesillas no es un club profesional, pero ha tenido que competir con escuadras que sí tenían esa estructura mayor o que contaban con todos sus efectivos disponibles en los entrenos.
Esto no es culpa de nadie, simplemente es la realidad de tantos y tantos conjuntos del fútbol amateur español. Las carencias económicas de los clubes hacen que los jugadores no puedan percibir un sueldo que les permita vivir del fútbol, lo que origina que tengan que buscar un trabajo. Evidentemente, el deber laboral está por encima del futbolístico, y aunque la implicación en este sea máxima, las incompatibilidades surgen.
Baja confianza en Turiel
No hacía falta estar dentro del vestuario o del club para darse cuenta de ello. Las pancartas con el «Turi Go Home» o «Turiel al Zapardiel» son solo un ejemplo gráfico del descontento con el técnico malacitano que se había instalado en las gradas de Las Salinas.
Sin embargo, y el mayor problema radicaba en lo siguiente, no solo era la afición la que ya no estaba con Turi, sino también ciertos jugadores que en cierto modo habían sido denostados por el míster. Las salidas de Oli o Tiri no fueron casuales, como tampoco la ratificación del técnico o el enfado de Mato en el último partido frente al Sporting Uxama por no partir como titular.
El resto de la plantilla estaba a muerte con la causa, como no podía ser de otra manera, pero no tanto con el técnico, quien también había perdido la confianza del entorno y de la directiva, como así lo manifiesta el cese definitivo de Turiel como técnico.
En resumen, el Atlético Tordesillas ha firmado una temporada 2016/2017 decepcionante si tenemos en cuenta todas las expectativas generadas. Sin embargo, estas pudieran haber sido desmesuradas y la salvación, objetivo primordial, se ha logrado. Borrón y cuenta nueva y a seguir creciendo aprendiendo de los errores.