El UCAM Murcia acusa su disposición defensiva y el elevado acierto ofensivo de un Real Valladolid que no brilla

El Real Valladolid gana domicilio y lo hace como el que pone la justicia del revés: vence cuando menos merecía y pierde cuando era el único dominante.
Se lleva los tres puntos de Murcia tras culminar un ejercicio de efectividad soberbio, con tres disparos y dos goles en el primer periodo. Dos goles conseguidos antes de la primera media hora de encuentro que marcan el resto del mismo.
Paco Herrera instauró un asimétrico rombo en 4-4-2, ligeramente distinto al que tiene acostumbrados a los aficionados pucelanos. La entrada de Sergio Marcos en el vértice alto llevó aparejada la necesidad de movilidad del ex del Villarreal. Se desplazó tanto por la derecha, donde esperaba en fase defensiva (4-1-4-1), como por el medio, cuando el Valladolid recuperaba pelota para edificar el contragolpe.
Míchel, en cambio, se dispuso desde el inicio en el interior zurdo, desde donde realizó la primera gran jugada del choque. Su pase, medido para la carrera de José, fue el germen del primer gol, obra de De Tomás.
El balón pasaba más tiempo en dominio universitario, pero el Pucela, cuando lo reconquistaba, mostraba hechuras de poder asustar a la defensa murciana. ¿Por qué? Especialmente debido a la alta posición de la línea defensiva local, que propiciaba la propensión a atacar esos espacios. Así, de hecho, lo hizo José en el primer tanto visitante.
Con balón, el bloque alto que tenía dispuesto el UCAM de Francisco buscaba, asimismo, tapar las líneas de pase del Real Valladolid por dentro, donde acumulaba muchos futbolistas (la inclusión de Sergio Marcos significó un nítido aviso de Herrera: generar por dentro, atraer marcas, atacar a sus espaldas).
El problema, magnífico gol de José desde fuera del área aparte, que sufrió el Valladolid con pelota fue, precisamente, la poca solidez que tuvo con ella. Es decir, el plan de tejer por dentro y romper a los huecos con las rupturas de José y los arrastres de Raúl de Tomás se agotó tras la diana del talaverano.
Tras hacerse con una cómoda ventaja en el marcador, el Real Valladolid se coló en una fase del partido que se extendió hasta el final. El UCAM maniobró, sobre todo por la banda derecha, donde Collantes fue el principal protagonista de las acciones de peligro antes del descanso. En el segundo periodo, la tónica fue similar, incluso gozando de dos ocasiones muy claras para reducir las distancias.
Desperdiciadas, la roja a Albizua la saboreó el Valladolid casi como un gol. Mata, que había entrado por José tras el descanso, luchó con el central universitario para situarse solo frente a Ribas, pero fue derribado. El conjunto de Francisco, aun en inferioridad numérica, continuó tratando de marcar y aportar frescura con la inclusión de Tito y Pere Milla.
En parte, lo logró, porque no dejó que los pucelanos controlaran el choque. Sin embargo, desveló, de nuevo, cierta fragilidad defensiva, tras conceder el tercer gol al Real Valladolid. Míchel, destacado en la primera mitad y más desaparecido en la segunda (como, en general, todo el equipo), transformó un buen disparo con la zurda desde segunda línea.
El principal debe del UCAM fue su disposición para defender. Sin embargo, generó ocasiones, que sólo se materializaron en un bello gol de Jona, al final del duelo. El Real Valladolid tuvo el día en el plano goleador, aunque en términos de juego elevara algunas dudas. Eso sí, en fútbol, es más fácil subir la moral cuando se gana, a pesar de hacerlo sin ser mejor que tu oponente.