Paco Herrera podría optar por ese esquema en el Real Valladolid – CD Tenerife, pero tiene su letra pequeña
Vaya por delante que quien escribe apostaría por un 1-4-3-3 frente al Tenerife. Y no, esta vez no es por una adaptación al rival, sino simple y llanamente porque la plantilla del Real Valladolid está concebida para más de lo que está ofreciendo hasta el momento y el fútbol es el fútbol; quién sabe si a través de esa formación encontraremos el dorado. Sea como fuera, si hay un momento para volver a ese encuadre táctico es ahora.
Esgrimir las razones para ello no es ahora mi cometido, pero sintetizando, encontramos la falta de gol y de profundización y remate, la mediocre temporada de Álex López, la labor más defensiva que ofensiva de los laterales, acumular potencial goleador con José, De Tomás (suponemos) y Juan Villar, etc.
Todo ello y el 1-4-3-3 en el actual Real Valladolid implican una serie de factores previsibles en el devenir del juego blanquivioleta. Previsibles quiere decir que podemos anticiparlos, pero no que vayan a suceder, y menos en un partido concreto, pues las variables del fútbol son infinitas, empezando por ti mismo, el rival, el ritmo de juego… y hasta el viento, por ofrecer un ejemplo más.
El 1-4-3-3 puede llegar a ser una hipoteca, y me explico. Si Paco Herrera opta por esa formación ante el Tenerife, independientemente del resultado, pues los análisis tácticos deben hacerse de espaldas a los factores concretos salvo que estos sean un reflejo de ellos, es muy probable que aparezcan una serie de déficits fruto de ese esquema y de la plantilla que a día de hoy maneja el entrenador pacense.
Una hipoteca porque te puede ofrecer soluciones para hoy, pero tiene una contrapartida regular y que ya no se puede corregir de aquí a final de temporada porque el mercado de fichajes ya ha concluido. No me atrevería a decir que es pan para hoy y hambre para mañana, pero podría llegar a serlo.
Los plazos hipotecarios comenzarían por atrás, por los laterales, pero no por culpa de estos, sino por su propio perfil, el de los hombres del centro del campo y el de los de arriba. Al igual que ocurre con el rombo, en este 1-4-3-3, aunque, probablemente, en menor medida, los laterales tendrían que asumir un gran papel ofensivo y profundizar hasta línea de fondo debido a que los hombres de mediocampo y los teóricos extremos son jugadores que prefieren los pasillos interiores, aunque puedan partir por el exterior.
Esto, como ya hemos señalado, ocurría también con el rombo y tenía un efecto nocivo muy grande puesto que tanto Balbi como Moyano son laterales netamente defensivos y que si se incorporan al ataque solo es porque su despliegue físico se lo permite. ¿Sería paliado, en cierto modo, este aspecto contando con José y Villar en los extremos? Sí, porque partirían de ahí, pero ni mucho menos sería una solución absoluta porque ninguno de los dos son jugadores de profundización exterior.
Esto nos lleva al siguiente punto destacado, saltándonos la letra pequeña del centro del campo, que trataremos más adelante. Villar y José no son extremos pese a que puedan partir de esa posición. Tanto sus desmarques de ruptura como sus conducciones siempre tienden al centro por la evidente razón de que son hombres de gol y siempre buscan portería. La capacidad goleadora de este equipo pasa por ellos en gran parte, y no solamente su estilo de juego aconseja que busquen la portería y las zonas centrales del ataque, sino que el propio Real Valladolid lo demanda para aumentar sus posibilidades de cara al gol.
En caso de que José y Villar, por expreso mandato de Paco Herrera y en pos de buscar un ortodoxo 1-4-3-3 actuaran como extremos puros, el encargado de rematar los envíos de ambos desde la banda sería Raúl de Tomás, un jugador que no está concebido para el remate aéreo. Con esta apuesta, sin duda, sería el extremo contrario el que generaría más peligro de cara al gol irrumpiendo en el segundo palo.
Sin embargo, les adelanto que esto difícilmente sucederá porque, además, tanto Villar como José buscan asociarse con los jugadores interiores de este equipo, que además son los que más calidad tienen para ello. Hablamos de Jordán y Míchel, dejando atrás a André Leão y suponiendo que con este esquema fuera Álex López el que viera el inicio desde el banquillo.
Con ello, hemos llegado al centro del campo que, a mi parecer, sería la línea que más podría sufrir con este nuevo esquema. Tres hombres en la medular, apoyados espontáneamente por los dos extremos, podrían ser suficientes para dominar un encuentro, pero, si incluso con el rombo hemos visto como esto no se cumplía (primera parte frente al Girona, por ejemplo), podemos imaginar que sucedería con el 1-4-3-3 y más aún fuera de casa.
Cierto es que este esquema supondría un ataque mucho más vertical con el que el equipo blanquivioleta no necesitaría tantos pases para llegar al gol, pero de nuevo, con esto, aparecería la letra pequeña: esta situación supondría un control del partido menor donde las disputas del balón aumentarían, apartado este en el que este equipo no destaca, y haría que el encuentro, por momentos, se convirtiera en continua intercambio de golpes entre los dos conjuntos. Gran problema este último para una escuadra cuyos puntos débiles son las dos áreas.
Repasadas las tres líneas, es momento de hacer balance sobre lo que podría acontecer con el cambio al 1-4-3-3, que, como ya aventuré, probaría este domingo, pero que sería una hipoteca a largo plazo con una letra pequeña demasiado abundante. Así pues, el perfil de nuestros laterales y teóricos extremos, la endeblez sin balón de nuestro centro del campo y el no contar con un nueve de referencia absoluto podrían hacer que esta nueva propuesta sucumbiera tarde o temprano.
Sin embargo, ¿hay posibilidades de que este esquema puede encontrar una mejor versión? Sí, la entrada de Espinoza, pero esto no lo podremos saber hasta dentro de un mes. En cambio, la pieza diferencial para que el rombo funcione de una mejor forma la tenemos con nosotros, aunque no se haya manifestado hasta el momento: Álex López.