El canterano vuelve a dar tres puntos en un partido trabajado ante el Nàstic de Tarragona en el que el Real Valladolid mereció el triunfo
Hace un par de noches, por casualidad, quien escribe escuchó una conversación en un bar. Uno de los interlocutores decía al otro que había escuchado en algún otro local menos lúgubre y a una hora menos intempestiva que la Agencia Estatal de Meteorología estaba pensando cambiar su estación al cuerpo de José.
El «no te puedo creer» que encontró por respuesta halló una explicación con cierta lógica: no hay un jugador que marque mejor la temperatura del Real Valladolid que el canterano; no hay nadie que refleje mejor cómo se encuentra el equipo que el talaverano. Las disquisiciones de aquellos dos señores acabaron yéndose por otros derroteros y juicios que no vienen al caso, pero antes de ello el incrédulo dio la razón a quien le acompañaba en algo: «Su estado de ánimo es la nuestro». En eso se ha convertido.
Valladolid, dicen, es ciudad fría. Y es verdad. Lo es hasta que alguien se pone en pie y decide manipular del termostato. Como él, como Arnáiz. Con su fútbol, irreverente y entregado, ha dado nueve puntos al conjunto de Paco Herrera en lo que va de curso, los tres últimos en un choque trabajado ante el Nàstic de Tarragona. Con un remate de testa, de nueve, de manejo del tempo, de esos que tampoco se pueden creer.
Es justo reconocer que ocupó un segundo plano durante buena parte del encuentro, pero no por ello dejó de brillar. Fue como ese Robert de Niro que apenas sale en ‘El Padrino II’, y que sin embargo, a todos nos gusta, o como ese Marlon Brando cuya impronta todo lo copa en la primera, hasta el punto de que cuando muere entre naranjos, jugando con su nieto, nos emociona.
Salpicó el partido con apariciones puntuales, voluntariosas, aunque sin demasiada brillantez, hasta que Javi Moyano puso un centro que llevaba su nombre. Como si en lugar del bueno de la película fuera Heath Ledger saliendo del segundo plano que le corresponde al payaso para ocultar bajo su tez pintada a Christian Bale disfrazado de murciélago.
En ese caso, Batman sería Jordán, protagonista principal de la práctica totalidad de las acciones meritorias del Real Valladolid. Fue capaz de apagar él solito el ardor del Nàstic en el tramo inicial y extendió su dominio abrumador hasta pasada la hora de encuentro. Luego la cosa cambió, pero hasta entonces dio una masterclass de Primera, ese lugar que dejó por el bien del Pucela y que no debió abandonar.
Como de lejos los goles valieran más, los de Vicente Moreno dispararon mucho desde fuera. Juan Muñiz soltó un zurdazo que pegó en el palo que fue un punto de inflexión. Jordán se contoneó como Leonardo DiCaprio en ‘El Lobo de Wall Street’; empezó a mover el cuerpo no tan sensual como su tocayo lo intenta al enfadarse Naomi, pero sí más efectivo: el fútbol sonrió y perdonó esos minutos de indeterminación.
Pisó campo rival e intentó cazar un pase de Villar, pero no alcanzó. Luego siguió ahí, en terreno enemigo, por ejemplo, sirviendo el cero a uno con un centro desde el costado izquierdo. Lo anotó ‘El Duende de Aroche’, después de un rebote y como culmen a una de esas varias posesiones largas de cuantas el Real Valladolid intenta, cada vez más y más confiado.
Poco después de nuevo Jordán asistió, esta vez a Álex López, para que el gallego se encontrara con la cepa del poste, en la ocasión más clara que hubo para el cero a dos. La sensación de manejo general no se ajustaba a la de dominio del centrocampista catalán, pero sí daba pie a pensar que los blanquivioletas se irían al descanso por delante. No sucedió.
En el cuarenta, Uche recurrió a su gatillo fácil para empatar con el típico ‘catch and shoot’ más propio de tirador blanco de la NBA, y el descanso llegó con un regustillo raro, incluso amargo, por aquello de que el Real Valladolid había sido mejor en dos terceras partes de la primera mitad, y ni había sido capaz de generar mucho peligro ni fue capaz de hacerse valer en el marcador.
Sin sufrir en exceso…
pero también con poco desahogo
Aunque luego tiró de un repertorio más latino, como si imitara a Maluma [ya saben; «la estoy calentando, la estoy provocando pa’ que suba suba la temperatura»], al poco de reanudarse el partido José tarareó a Adele. «Hello, it’s me», canturreó cuando disparó alto en el minuto cincuenta. Jordán siguió a lo suyo y hubo alguna que otra intentona en las dos áreas hasta que llegó el 63′.
Entonces, Álex López abrió para Moyano en su mejor intervención del encuentro y el lateral puso ese centro en el lugar exacto en el que apareció ‘El Niño’ para hacer el uno a dos. Este tanto vino sucedido de los movimientos de banquillo típicos que buscan mejorar las prestaciones ofensivas en busca del empate y contener la renta o ampliarla en otro tipo de acciones. Y aunque ya no hubo más goles, los dos técnicos acertaron: tanto Emaná (el pequeño; Achille, «el bueno», pensará quien haya llegado a estas líneas, ya no está en Tarragona) como Raúl de Tomás dispusieron de alguna oportunidad.
El ‘nueve’ vallisoletano no acertó a dar en la diana en las varias que tuvo y Lucho Balbi enmendó un grosero error de Becerra para evitar el empate de Rarshalla en el noventa. Como la igualada anterior, habría sido injusta, ya que sin ser claro dominador, incluso en el apretón final del Nàstic el Pucela manejó más o menos el choque. Lo único que quedó antes del final fue que José provocó la expulsión por doble amarilla de Suzuki.
En el trayecto de vuelta alguien debería preguntar al chico si ha jurado amor utilizando la frase del cantautor metido a poeta y le ha dicho a la blanquivioleta que «quiero ser el protagonista de todas tus revoluciones», porque en ello anda. Si una conclusión dejan estas diez primeras jornadas es que mucho de lo que vaya a ser el Real Valladolid pasa –sorpresivamente, para qué mentir– por el talaverano.
Pensará alguno que no solo, vistos los sesenta minutos iniciales de Jordán, y acertará. El buen hacer fue generalizado. Aunque, como decía aquel tipo del bar, si hay alguien capaz de subir la temperatura; de convertir su cuerpo en estación de la Aemet, sin duda alguna es ‘El Niño’.