Los aficionados del Real Valladolid, Blancos de Rueda CB. Valladolid y Cuatro Rayas BM. Valladolid no podrán ver limpios de deudas a sus equipos a corto plazo. A medio, la coyuntura se muestra turbulenta. Salvo giro radical, el Valladolid Arena pasará a la lista de proyectos basura. Ellos opinan… pero no tienen la última palabra.
El proyecto Valladolid Arena sonaba fabuloso: un centro comercial y polideportivo para doce mil espectadores construido al lado del estadio del Real Valladolid, reflejado en unas maquetas más que correctamente presentadas; remodelación y riqueza entre el sonido mudo, cada vez menos, de la crisis económica.
Con el equipo blanquivioleta en primera división, no urgía tanto la construcción de este proyecto tan magnífico. La gente, ensimismada en vivir rodeada de estrellas que visitaban un Estadio Nuevo- cada vez menos- José Zorrilla, había dejado de lado el futuro de la entidad a medio plazo. Pero la crisis golpeó a la sociedad en todas las esferas. Al Pucela se le unió un lastre muy pesado: el descenso de categoría.
«¿Qué pasa con el Arena, no tiene que construirse ya?», se preguntaban algunos desde lo oscuro de un sótano al que habían vuelto después de años en el primer piso. Las noticias relacionadas con el asunto aparecían en la prensa envueltas en un halo de política, del que no pudieron desprenderse hasta el final del Valladolid Arena. Quizá un trasfondo que ensució el proceso, pero que lo impulsó. Puramente político.
Para los aficionados suponía una necesidad y un deseo. «Lo deseaba. Simplemente por el equipo, porque deseo que volvamos a resurgir, que éste no es el Valladolid que queremos», opina Juan Gabriel, desmarcándose de prismas externos al fútbol y a su equipo.
Pero no confiaban demasiado en que el proyecto pudiera tomar forma.»No creía que saliera adelante. Es inviable. Fue una estrategia electoral», sentencia Raúl Díaz, aludiendo a los partidos políticos como precursores de tal ‘futura’ construcción.
Con el paso del tiempo, Daniel dejó de creer en esa idea porque «las noticias que se iban produciendo no daban el optimismo necesario para la construcción del proyecto». El paso del tiempo evidenciaba la falta de seriedad y cimientos sólidos de unas maquetas y esbozos heridos de muerte.
A algunos vallisoletanos no terminaba de convencerles las características del complejo Valladolid Arena. «Estaba ilusionado con el hecho de construir un pabellón colindante y reformar el estadio, pero no con el centro comercial, ya que al lado ya hay uno. Es absurdo otro más” opina Raúl.
A Jorge Ladero le seducía el fin para el que estaba concebido el proyecto. «La idea me encantaba, pero más que por la estética, porque significaría sanear el club y quizá poder dar un paso adelante deportivamente hablando».
Daniel mantiene una línea similar: «Creía que la construcción del complejo haría crecer a los clubes deportivos de la ciudad y tendrían una mayor competitividad deportiva nacional». Pragmatismo, supervivencia del club.
Una vía alternativa para relanzar el proyecto se construiría sobre una modificación del Plan General de Ordenación Urbana. Posibilidad que se presume lejana, pero no por ello improbable.
Daniel Fidalgo se muestra desesperanzado por el futuro: «El tema no parece sencillo, al contrario, y por ello, mantengo una mínima esperanza». Si el proyecto se erigiera en otra zona de Valladolid, seguro que avanzaría, piensa Raúl.
La política local, de nuevo, entra en escena para hablar del malogrado Valladolid Arena. Daniel Fidalgo, sacando a colación al Real Valladolid, recuerda que «hace tiempo que parecía que el tema no podía salir adelante, pero cuando el presidente del Real Valladolid amenazó de una posible venta del club para cambiar de ciudad, alarmó a los políticos de la ciudad. En ese momento, creí que el proyecto podría tener una solución».
Nada más lejos de la realidad. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León ha declarado ilegal el proyecto, por lo que Carlos Suárez, presidente y máximo accionista del club pucelano, ya pierde el colchón de agua que amortigüe las caídas. Y los aficionados siguen pagando rondas.
Sentimientos enfrentados. ¿Legalidad o conveniencia? ¿Ilegalidad para asegurar un futuro ‘nítido’ de las entidades deportivas mayoritarias de la ciudad?
«No, jamás. No nos olvidemos que el Real Valladolid es una empresa privada. ¿Por qué se deberían permitir ilegalidades a un club como el Real Valladolid y no a mi tío que tiene una taberna?», asevera Jorge Ladero.
En dicho punto de vista no difiere Daniel: «Creo que nada se puede llevar a cabo desde la ilegalidad. Cualquier persona, sociedad o ente, debe respetar las leyes y acatar las mismas, sin aprovecharse de irregularidades». Raúl insiste en que la ilegalidad terminaría si la zona de construcción se cambiara.
El Grupo Municipal de Izquierda Unida presentó alegaciones al plan especial del Valladolid Arena. En la web oficial del grupo político en Valladolid argumentaron que «Izquierda Unida considera que este proyecto no tiene ninguna justificación para el conjunto de la población vallisoletana, sino que se ha diseñado exclusivamente para el beneficio de una empresa».
Por esa aseveración les han llovido las críticas. Sin embargo, para Raúl Díaz «están en todo su derecho» y está «totalmente de acuerdo» con el paso dado por IU. Sintonía similar apoya Daniel Fidalgo. «Creo que si cualquier aspecto de la ciudad es ilegal, deben ser los partidos políticos quienes denuncien la situación para que se cumpla la ley», apunta.
Respeto, aunque no apoyo, manifiesta Marco Velasco en relación a la decisión de Izquierda Unida. «Es su trabajo y su obligación. Aunque desde el punto de vista del aficionado no me guste, lo respeto».
Más pasionales son las palabras de Juan Gabriel: «Sinceramente, y con el corazón en la mano, si realmente el proyecto beneficiaba a las arcas del club, sabiendo por donde está pasando la institución, me parece muy mal la actitud tomada por IU», anteponiendo los colores a las medidas legítimas del partido político.
Otro de los pasos que ha generado controversia ha sido el dado por el PSOE en Valladolid. Inicialmente, respaldaron la operación del Valladolid Arena. Más tarde, recularon en su apoyo.
Daniel defiende que «posiblemente el desconocimiento haya sido una causa. Pero no es excusa, aunque es notorio que se haya cambiado de opinión». Más duro se muestra Jorge: «Creo que es una muestra de irresponsabilidad política no conocerse la ley e ir detrás de unos u otros según convenga».
Juan Gabriel considera que este cambio de rumbo tomado por el Partido Socialista se debe a un interés del propio grupo político. «Es una clara estrategia para conseguir apoyo de la masa, pero como no ha resultado positivo este apoyo se han echado atrás y han querido rivalizar con el partido opuesto», afirma.
El Ayuntamiento y la Junta de Castilla y León barajaban la opción de recurrir la sentencia del Tribunal, pero, finalmente, no han acometido dicha acción. Esto supone una severa disminución de posibilidades para el Arena.
«Siempre hay que llegar hasta el final en los tribunales», asegura Marco Velasco respecto a la decisión, aunque «si es ilegal, no habría nada que hacer».
Raúl les ataca sin ambages: «Si no lo hacen es porque sabían desde un principio que no saldría adelante. Son unos mentirosos. Siempre lo han sido y siempre lo serán».
Daniel cree que «la decisión de no recurrir suena a que no quieren alargar más el tiempo en los juzgados y se planteen otros derroteros, como cambiar el Plan General para poder solucionar el problema que impide que el proyecto del Arena se lleve a cabo», mientras que Jorge considera que «lo que hay que hacer es replantearse el proyecto y llevarlo por cauces legales».
La opinión general sobre la gestión política de tan turbia operación es negativa. «Porque al principio te dan unos proyectos que hacen que te aúpe la ilusión hasta tal punto que confías en un regreso a primera en menos tiempo de lo esperado. Y no sólo eso, si no en que te puedes convertir en un equipo potente, para luego, finalmente, caerte al suelo y despertarte de este sueño volviendo a la cruda realidad», se lamenta Juan Gabriel.
«Los políticos se deben a sus ciudadanos y nunca se puede beneficiar a una empresa privada por encima de sus ciudadanos y perjudicando a buena parte de ellos», afirma Daniel, que añade: «Se podían haber gestionado otras alternativas que ayudaran a la ciudad y a los clubes deportivos».
Al alcalde de Valladolid también le llegan reproches. «Siempre lo ha hecho todo mal y a su forma, sin tomar en cuenta a los ciudadanos y a las leyes», critica Raúl. Por su parte, Jorge agrega: «Si desde el principio se sabía que era una operación ilegal, no entiendo ese empeño en llevarlo adelante».
Finalmente, las secuelas quedan en los clubes vallisoletanos. La preocupación sobre la viabilidad económica del Real Valladolid a medio plazo es evidente, más si la ley concursal llama a la puerta del despacho de Carlos Suárez.
Raúl Díaz apuesta porque el futuro depende del presidente Carlos Suárez y por «innovar nuevas ideas, dejar de pedir a las instituciones, que ya de por sí despilfarran». Jorge Ladero vaticina que «todo se va a basar en si se asciende o no».
«Si el equipo no regresa a la primera división en un plazo de dos años, puede que tenga opciones de tener muchos problemas, incluso hasta llegar a la desaparición», augura Daniel Fidalgo. Tampoco cree que «la deuda se vaya a solucionar» si el club entra en concurso de acreedores.
Marco extrapola la crisis de la entidad blanquivioleta al deporte en general: «Va a ser duro, pero no solo para el Real Valladolid, sino para muchas entidades deportivas. Hoy en día la crisis en el deporte está muy extendida».
Juan Gabriel cierra los ojos y se tapa los oídos. «No quiero creerme la realidad por la cual está pasando el club. No quiero verlo y me hago el ciego».