El valenciano amplía el abanico de jugadores de los que dispondrá Paco Herrera acostumbrados a pisar campo rival mucho más que el propio
Más que compañeros, visto lo visto, los porteros del Real Valladolid podrán llamar vecinos a los centrocampistas con los que durante el año compartirán vestuario. Por si había alguna duda, la llegada de Míchel Herrero acentúa la presencia de jugadores que vivirán en el bloque de enfrente, en el campo del rival. Es una seña más, por si no había suficientes, de que Paco Herrera quiere vivir allí, ser ofensivo, intimar con el enemigo.
Con el valenciano, Herrera gana otra pieza valiosa, a la que no le importará vivir en en el piso de abajo, en el segundo con vistas interiores o en el ático; dicho de una manera más clara: de ser el mediocentro que acompañe al defensivo o de estar en el peldaño superior si el dibujo es un cuadrado o de ser interior o mediapunta si la apuesta es un rombo.
Partiendo de la base de que en el cuadrado será Álex López el segundo mediocentro, a Herrero cabe encuadrarlo lejos del área propia y próximo a la rival. Aunque tiene llegada y mezcla bien más atrás, su fichaje se encuadra dentro de la necesidad de hallar siempre enlaces entre la media y los delanteros, algo que sin él podría suceder, se espera que ocurra con su presencia más a menudo, ya que es un destacado asistente, no solo un buen poseedor. No solo eso, sino que además es goleador (su ‘marca personal’ está en catorce goles en Segunda con el Hércules).
A esa presencia abundante y prolongada de jugadores de la parcela central en campo rival la que podríamos llamar ‘la teoría del centrocampista vecino’. Además del manejo y pase del esférico detrás de la línea enemiga, esta implica que una vez perdido el balón ha de llevarse a cabo una presión alta que, intenso, es capaz de desarrollar. Porque esa es otra de las cosas que le caracterizan, su intensidad.
Tiene una capacidad sobrada para conducir, como demostró en el pasado incluso en Primera División, y nada en la zona de tres cuartos con una importante capacidad atlética, que le permite ser voraz en la búsqueda del rechazo y la segunda jugada y le ayuda a deshacerse (o por lo menos a intentarlo) de todo aquel que le encime.
Volver a su realidad una vez
acabado el cuento chino
Cuando se marchó al Guanghzhou R&F, el fútbol de Míchel Herrero era de élite, de Primera División. No se puede decir que fuera titular indiscutible, pero sí era un recurso muy utilizado en el Getafe por Cosmin Contra, técnico con el que se fue a China. Su marcha, incluso, generó ruido, no por él, ni tampoco por el técnico rumano, sino por el momento en que se produjo: en pleno invierno y como tabla de salvación económica del club.
Alejado del primer foco mediático y futbolístico, su nuevo contexto pasaba por el crecimiento, desde luego el económico y quizá el deportivo, ya que podría haber prosperado dentro de una liga cada vez más fuerte y pujante. Y aunque lo fue durante un tiempo, en el que sí jugó, la experiencia terminaría por ser, en cierto modo, un retroceso, ya que a su vuelta a España se ha encontrado con que ha bajado un escalón competitivo, por más que el Real Oviedo fuera el curso pasado (llegó en invierno), como el Real Valladolid este, una buena opción para volver.
Su ansia por volver era importante, y en él se espera hambre, ambición para volver a la élite. A sus veintiocho años, y con tres por delante en su nuevo contrato, debe demostrar que quiere retornar a la que era su realidad, una vez acabado el cuento chino. Que su fútbol no es peor que cuando emprendió aquella aventura y que todavía puede ser lo que de él se espera: pieza clave en un equipo que quiere crecer y que le reserva un rol importante.
Amplia experiencia, parte también en Segunda
El nuevo proyecto del Real Valladolid muestra desde el primer día afán de prosperar a través de fichajes de gente hambrienta. Algunos muy jóvenes, aunque no todos, pues no se puede decir que Herrero lo sea, aunque no haya alcanzado la treintena. Es, como Isaac Becerra, Luciano Balbi, Álex López o Jaime Mata, la sal o la pimienta, el condimento que se espera que dé sabor.
Y es también la experiencia, puesto que acumula más de doscientos partidos como profesional, 58 de ellos en la categoría en la que militará, la Segunda División (incluyendo play-off), 86 en Primera o 22 en competiciones europeas, llegando a sumar más de cincuenta entorchados (51) el curso en el que militó en el Levante UD, a las órdenes de Juan Ignacio Martínez.