El Real Valladolid División de Honor mostró una evolución a lo largo del año que invita al optimismo, sobre todo con la generación del 98 y las siguientes

Demasiado tiempo se ha dedicado en este portal a analizar las dudas que asaltaron al División de Honor del Real Valladolid cuando el ocupante de su banquillo cambió. Tantas que reiterarlas en lo que pretende ser un análisis del buen hacer mostrado durante el curso resultaría incluso injusto. Porque sí, hubo dudas, pero al final han sido más las certezas.
La quinta posición alcanzada por el equipo que terminó dirigiendo Paco de la Fuente supone la mejor clasificación desde 2012, cuando se alcanzó la cuarta mejor plaza. El entrenador pasó este miércoles por los micrófonos de #HacemosCantera y, no obstante, vino a decir que más importante que la competición es dar continuidad al trabajo realizado, que, sin lugar a dudas, ha sido bueno.
La línea ha sido creciente, pasando el ‘Divi’ de obtener el 45’4% de los puntos que disputó Juan Carlos Pereira al 68’5% de las unidades puestas en juego con De la Fuente.
Esta progresión indica que, de haber estado él toda la campaña en el banquillo, la puntuación habría rondado los 61-62 puntos, que habrían sido suficientes para ser cuartos. No obstante, este ejercicio de fútbol ficción es baldío. Aunque no se puede disociar por completo la formación de la competición, lo cierto es que lo mejor ha sido ver cómo se han destapado varias piezas, sobre todo aquellos jóvenes que formarán –de nuevo– la columna vertebral del equipo la próxima campaña.
El crecimiento de los chicos del 98
El División de Honor del Real Valladolid de la temporada recién concluida era, a propósito, joven, sobre todo del medio del campo hacia adelante. La prueba es que seis de las dieciocho fichas estaban ocupadas por jugadores de segundo año y que desde que comenzó el curso han ido participando otros nacidos en 1998 o años posteriores.

Foto: Sergio Sanz
Pablo fue perdiendo protagonismo con el paso de las jornadas y Cisneros nunca acabó de dejar a un lado la irregularidad, aunque mejoró cuando se centró y abandonó la banda derecha. Abel Conejo dio un paso adelante y pasó de ser un ‘seis’ que dejaba dudas a un ‘ocho’ lúcido. Juan, que debutó con el Promesas a principios de campaña, atravesó algún que otro problema físico, pero ha sido un puñal por el costado. Y Mito… Mito ha sido, simple y llanamente, el mejor. Terminó la temporada con diecisiete goles, y lo que es más importante: dando sensación de estar preparado para empezar a sumar en el filial.
Cuando las bajas asolaban la zona trasera, Abel Blanco era la primera opción. Así, terminó acumulando un buen número de partidos como central o como lateral, como si fuera ese su lugar, y no el natural, con el que tenía ficha, el Juvenil B. Asimismo, el extremo Raúl Calvo ha sido una de las múltiples alternativas barajadas cuando era arriba donde faltaban efectivos.
«A nivel individual, y por tanto colectivo, han ido creciendo y hemos ido mejorando resultados y sensaciones», opina Paco de la Fuente. Y ellos ejemplifican este crecimiento.
Con un buen puñado de partidos en la categoría, y dado su buen rendimiento, el próximo año se espera que formen la columna vertebral del equipo, siempre que no se apueste porque los Juan o Mito de turno no den un salto más dentro de su formación como el que dieron esta campaña Dani Vega y Mayoral. Incluso si así fuera, podrían cumplir su misma función.
Una generación del 97 reforzada en invierno
El núcleo duro, sobra decirlo, lo formaron jugadores del 97. Sobre todo en la parcela defensiva fueron piezas clave. Como ya se ha visto, la franja normalmente la ocupaban jugadores más jóvenes. Pero de nuevo en el ataque se veía a otros ‘veteranos’, una tendencia que aumentó después de las llegadas de Marí y David y los ‘refuerzos’ de Dani Vega y Mayoral.

En el incremento de la competitividad interna y externa tuvo mucho que ver el que en el mercado invernal se pudo por fin tramitar la ficha del medio camerunés Bienvenu y llegaron David González y Miguel Marí. Aunque también salieron varios jugadores, lo cierto es que la segunda unidad aumentó en calidad y cantidad, puesto que si bien los jóvenes a los que luego se hará referencia tienen potencial, en el corto plazo les faltaba la capacidad y la experiencia suficientes para tener tanto peso específico.
«Intentamos optimizar lo que teníamos. Consideramos que lo mejor para hacerlo era que vinieran jugadores que sumaran a nivel competitivo en los partidos y que dieran más intensidad en los entrenamientos», explicaba Paco de la Fuente.
Diferentes eventualidades en forma de lesión y la propia lucha por las reducidas plazas en el once impidieron que Bienve, David y Marí brillaran en demasía, aunque el objetivo de optimizar-potenciar el bloque se cumplió. Volviendo a la parcela defensiva, es justo decir que el nivel fue bueno, como demuestra que el Real Valladolid fuera el quinto equipo que menos goles encajó.
Los más jóvenes invitan al optimismo
En próximas fechas, en este portal, se analizarán las opciones de la generación que concluye su etapa como juvenil. En lo que queda, en las siguientes líneas, se procederá a hablar de la generación del 99 y sucesivas que han tenido participación durante esta temporada en este División de Honor. Sin ningún género de duda –aunque con la mesura que obliga a mantener su edad–, lo primero que hay que decir es que cabe ser optimista con respecto al futuro.

Los porteros Javi y Altube, del 99 y del 2000, respectivamente, contaron con minutos (aunque los del último fueran testimoniales, en la última jornada). Como los laterales Nieto y Aparicio, juvenil de primer año el primer y cadete el segundo. En distintas citaciones se vio a Raúl Peláez, Choti, Pablito o Cirria, centrocampistas. Y Miguel fue, hasta la llegada de Marí, a todos los efectos el segundo delantero.
De todos estos, las mejores prestaciones las ofrecieron Apa y Miguel. Fueron las suyas las apariciones de mayor nivel, ya que ambos demostraron madurez para adaptarse a su nuevo contexto y luchar por un puesto en igualdad de condiciones con jugadores más mayores. El cadete sorprendió sobremanera, no porque no se viera ya desde principio de temporada su buen nivel, sino porque ha saltado dos categorías de golpe para acabar siendo un fijo en el once. El delantero, por su parte, acabó con un puñado de goles en su debut en División de Honor, incluso pese a jugar más atrasado más de una vez.
Con todo, el nivel mediocre en Liga Nacional contrasta con el bueno mostrado en la máxima categoría. Quizá, claro, el contexto sea distinto: a veces es más fácil ser cola de león que cabeza de ratón.
En todo caso, ya pasó el año pasado: el filial juvenil no destacó un escalón por debajo y, como se ha visto, y como recordó Paco de la Fuente en su intervención en #HacemosCantera, varias de sus piezas este curso han ofrecido un buen rendimiento en División de Honor.
Por lo tanto, no debe ser óbice para el optimismo comentado; habrá que confiar en que el proceso de maduración del jugador continúe de forma positiva. Volviendo a la campaña concluida, los citados se resolvieron como recursos aptos para ser eso, recursos, a excepción de los dos citados, ya listos para competir en el principal escalafón competitivo-formativo.
Conclusiones positivas
Así pues, se puede concluir con la realidad que enuncia el titular: el juvenil fue todo lo que podía ser. Aportó (y es posible que aporte) al Real Valladolid Promesas cuando fue necesario, terminó la temporada en la quinta plaza que cabía esperar/desear y entre sus filas se vio una evolución positiva de unos cuantos jugadores, tanto en algunos que acaban esta etapa como, sobre todo, en otros a los que todavía le queda tiempo para seguir creciendo en un División de Honor que fue y se espera que vuelva a ser competitivo el próximo año.