El Real Valladolid vuelve a naufragar en la generación de juego y a lucir inoperante ante defensas pobladas

Ni por fuera ni por dentro: el Real Valladolid recayó en sus defectos. Repitió, pero mudo, su incapacidad para competir y escoger una dinámica ganadora. Durante toda la temporada alardea de tener algo: tiempo y ganas, mientras estira su mano y evita que la realidad se le escape del radar. Si posee las ganas, no las controla; y el tiempo dibuja nubarrones grises y ventisca acompañada de agua fría.
El gol de Villar in extremis se advierte como la coartada perfecta para no hurgar hasta el dolor en la autocrítica. El partido, en otra actuación pequeña de los blanquivioletas, desnudó la fragilidad del equipo de Miguel Ángel Portugal para adaptarse al contexto, al rival, sin perder el modelo futbolístico que, en principio, defiende.
Como sucedió en Miranda, el doble pivote Tiba-Borja se perdió entre la ventaja numérica del Almería, en 5-4-1. La pareja, inédita hasta la lesión de Leão y Rubio, se destapó como efectiva en Oviedo, mucho más abierto que los andaluces.
En cambio, Gorosito sacrificó parte del arrojo ofensivo del Almería primitivo para dotarlo de más consistencia en todas sus líneas. Para el Valladolid resultó un desafió inconcluso superar cada una de las líneas de presión rojiblancas. De hecho, no lo consiguió salvo en los diez primeros minutos y en una fase posterior al tanto de Quique.
Entonces, la falta de fortuna en la definición ahondó en la rabia pucelana, alimentada por varios factores tácticos:
Inmovilidad central y poca amplitud
El Valladolid posee entre sus cualidades la generación de juego por las bandas, gracias a Mojica y Villar. Con el último en el banquillo, fue Guzmán quien partió desde el flanco derecho. El extremeño, desacertado, tendió demasiado a moverse hacia dentro, restando anchura a los ciclos en ataque.
Además, por dentro, cuando la defensa iniciaba el ataque estático, los mediocentros pucelanos no mostraron la movilidad mínima para abrir espacios que promovieran progresiones interiores.
Ante ellos, la notable actuación de Lolo Reyes y las continuas acciones fuera-dentro de Pozo supuso demasiada carga. El exdelantero del City inició en banda izquierda, aunque con el paso de los minutos centró su posición y aumentó su participación combinativa entre líneas. Dubarbier rozó el primer gol fruto de un pase interior de Pozo desde la frontal del área.
Vuelta al lateral natural
El tempranero gol de Quique en el segundo tiempo aceleró las emociones y las decisiones del Real Valladolid. Casto se erigió en salvador, Moyano envió un testarazo al poste y el Almería no conseguía atravesar la línea del medio campo. No obstante, la falta de continuidad pucelana impidió mantener el ritmo ofensivo, mientras que los almerienses equilibraron, de nuevo, el choque.
En esta situación, Portugal no tenía más opción que ejecutar un cambio. Fue doble. Retiró a Moyano por Villar y a Guzmán por del Moral. Chica regresó al lateral derecho y Mojica se retrasó al izquierdo.
Con un once súper ofensivo, lo único que cambió fue la altura donde se desarrollaba el juego y donde se desempeñaba el colombiano, más cerca de los mediocentros que de los centrales.
El Real Valladolid conquistó el terreno del Almería pero no sus espacios ni sus debilidades. Sólo lo salvó una genialidad de Villar, insuficiente para seguir manteniendo la pesada realidad escondida. El tiempo se escapa y borra las huellas de una fiabilidad necesaria para afrontar el esprín final con la fe, al menos, a mano.