El equipo de Miguel Ángel Portugal da una mala imagen en la derrota por cuatro goles a uno en Anduva

De vuelta a las andadas. El Real Valladolid parecía mostrar una imagen sólida en las últimas citas que se ha ido al traste en el feudo del CD Mirandés, cuando el equipo vecino ha conseguido borrar del mapa en cuestión de minutos a la escuadra pucelana. Sin ideas, apáticos sobre el césped. Era difícil cuestionar qué era lo que le sucedía al equipo, pero se notaba desde el principio del partido que algo no iba bien. Y es que el conjunto blanquivioleta estaba cayendo en la trampa.
La trampa del Mirandés se basaba en la creencia del equipo local en su planteamiento. En su entrenador y sus órdenes. En definitiva, en sí mismo. Por contra, un Real Valladolid que en lo único que pareció un equipo con filosofía clara fue en la continuidad de futbolistas cuestionados en la alineación. En esta ocasión repetían Hermoso y Samuel; el primero, en el costado izquierdo y el segundo, formando pareja con Juanpe.
El grueso de jugadores, el mismo que ha tirado del carro en estas dos últimas jornadas, exhibición en Oviedo incluida. No obstante, la pregunta es más que evidente. ¿Cómo ha sido capaz el Real Valladolid de caer en la trampa?
Desde el comienzo del partido, la zaga pucelana era incapaz de romper la línea de presión mirandina. La predisposición de los jugadores de Terrazas con tres líneas de tres jugadores, más Ion Vélez como referencia, ahogaban la posibilidad de que el Pucela saliera jugando desde campo propio. Poco a poco se apagaban las escasas ideas que le quedaban al equipo de Portugal de cara a sacar el balón jugado. Ante cualquier atisbo de duda había dos opciones: balón en largo o retrasar el esférico a Kepa.
Con los mediocentros vallisoletanos sin incidencia en el juego, la única oportunidad de que el Real Valladolid pudiese hacer peligro era alguna acción individual. Así fue cómo surgió la oportunidad de Juan Villar tras un gran pase de Rennella a la espalda de Kijera, que no pudo aprovechar el pichichi del equipo. La excepción que confirma la regla. La oportunidad que demostró que el Real Valladolid también estaba en el terreno de juego, ya que el resto de primera mitad fue un auténtico monólogo.
El Mirandés hizo lo que quiso con el Pucela. Era capaz de presionar a los blanquivioletas para que no fueran capaces de jugar con claridad, ni tampoco pudieran ser verticales y aprovechar la velocidad de las bandas en las que Mojica tuvo mayor incidencia en el juego que Villar. Lástima que sus centros estuvieran más lejos que cerca de crear peligro.
En el otro aspecto –clave– del partido en el que el Mirandés se mostró superior al Real Valladolid fue en las disputas aéreas y en las segundas jugadas. En esas acciones del encuentro, la predisposición táctica del equipo de Terrazas era una baza a favor para que se alzaran ganadores de esos balones. Y, precisamente, como fruto de ese tipo de acciones llegó el primer gol del encuentro.
Una falta provocada por Hermoso supuso que Alain centrase con peligro el balón a la portería de Kepa y que Galán, ligeramente, desviara el balón hacia la red de Kepa. Primer golpe que no se quedaría ahí, ya que poco después, Provencio, con un gran testarazo, hacía el segundo tanto tras una buena acción individual de Eguaras.
Dos goles que hacían justicia a lo visto en el terreno de juego de Anduva. No había excusas sobre el estado del césped, ni tan siquiera para el colegiado, a quién se le pudo acusar de no señalar un penalti por mano clara de Galán en una acción del defensa en el área del Mirandés. Pero en el descanso no había tiempo de buscar excusas, sino soluciones a la situación que vivía el Pucela.
Inofensivos
Foto: Víctor Álvarez
Signos de reacción insuficientes en la reanudación a través de Roger y de una conducción de Mojica hacia su pierna no hábil para que el colombiano finalizase la jugada con un disparo. Eso fue el bagaje ofensivo del equipo de Portugal en la segunda mitad. Superados en la pizarra, en las disputas, en todas las facetas del juego. Una derrota que no solo se centra en el césped.
El Real Valladolid se volcó, sin éxito alguno. Además, con el cambio de Hermoso por Guzmán, Mojica retrasó su posición y fue una auténtica perita en dulce para el Mirandés, que, sin quererlo, haría sangre por medio de los goles de Álex García y de Aridane, a pase del primero. Cómo no, los tantos mirandinos llegarían por las bandas en donde los burgaleses fueron muy superiores.
Lectura simple de las virtudes mirandinas: bien colocados en el campo, incisivos en la presión, fuertes en las disputas aéreas y dañinos en las bandas. Por contra, poco que rescatar del Real Valladolid. Ni los quince minutos que pudo disfrutar José en su segundo partido en la Liga Adelante pueden ser dignos de mención. Situación complicada en la que el equipo afrontaba un 3-0 en contra para dar minutos a jugadores del filial.
Tampoco fue celebrado el gol de Guzmán de penalti por nadie en Anduva. De hecho, pasó de incógnito entre el cántico de la afición local con la alegría posterior a hacer la ola. Por parte de la afición blanquivioleta, los pocos que aguantaron en su localidad, no quisieron festejar el tanto blanquivioleta más amargo de las últimas fechas. El significado de la derrota en la trampa de la Liga Adelante. Una categoría en donde puedes pensar ser superior a los rivales, pero puedes caer en sus respectivas trampas.