Había una vez un delantero, llamado Yuri de Souza, que, como decía Guille Giménez, solo sabía conjugar el verbo enchufar. Arribado como extremo izquierdo a España, a un Pontevedra donde jugó con su primo Charles y donde recalaría posteriormente su hermano Igor, después de brillar de granate, un buen día se le rompió el amor con Pasarón, y fue entonces, en agosto de 2009, cuando firmó por la SD Ponferradina.
Aquella estampa marcaría un momento clave en la historia del conjunto blanquiazul y en la vida del atacante brasilero, y eso que en El Toralín tardó en explotar, puesto que en sus dos primeros años allí solamente sumó diez goles. En la tercera, sin embargo, comenzó a recordar al goleador prolífero que ametrallaba las porterías de Segunda B y había rondado los cincuenta goles a orillas del Lérez. En la temporada 2011/12, la de su segundo ascenso, rozó la treintena y comenzó, definitivamente, a forjar su leyenda en El Bierzo.
Volver a la hoy conocida como LaLiga Hypermotion no le sentó nada mal a Yuri de Souza, puesto que volvió a estar por encima de la veintena de perforaciones en la 2012/13. Los cursos siguientes bajó esos guarismos, pero siempre en Segunda alcanzó los dobles dígitos, convertido en uno de esos ‘viejos rockeros’ del gol que iluminan de cuando en cuando esta categoría. A la postre, solo en la 2022/23, una década después, dejó de llegar a ellos: la campaña terminó con un duro descenso y con nueve goles suyos… a pesar de sus cuarenta años.
Como quiera que las leyendas son eternas, pero las piernas y las fuerzas no, la temporada pasada fue la última en la que se vistió de corto. Mientras poco a poco preparaba el cambio de guardia con Borja Valle, el nuevo ’10’ y capitán, siguió viendo portería: en cinco ocasiones más. Cinco goles postreros en competición oficial que le hicieron rozar los doscientos: se quedó en 197, una cifra estratosférica, por más que se produjera en quince temporadas (la media por cada una supera los trece).
Si no fueron más, fue porque, en 2016, tras bajar a Segunda B, decidió emprender una aventura en China, que sería corta, puesto que volvió apenas unos meses más tarde, en el mercado invernal. Extrañaba Ponferrada y Ponferrada le extrañaba a él, y le abrió los brazos como al hijo pródigo que decide volver a casa. Eso fue, y es, El Toralín para él, y es tanto él para El Toralín, para la ciudad y la zona, que, en septiembre de 2021, fue nombrado Hijo Adoptivo de El Bierzo por el Consejo Comarcal, donde decidió instalarse al colgar las botas.