El fichaje de Henrique Silva por el Real Valladolid ha levantado una polvareda inusitada, no tanto por algunas dudas que en sí puedan rodearlo como porque no es usual firmar a un jugador en las condiciones en las que el club lo ha hecho (fundamentalmente en el tiempo). Este tipo de movimientos de -entiéndase el término- jornaleros es más propio del mundo del baloncesto, donde las coyunturas que se sobrevienen en forma de lesiones o ‘cortes’ (rescisiones) dan pie a ver caras nuevas en lo que alguno podría considerar a deshora.
Tal y como ha publicado El Norte de Castilla, desde las oficinas de Zorrilla se defiende que la llegada de Henrique Silva se encuadra dentro de una operación de poco riesgo, en tanto en cuanto la duración de su contrato es corta; de apenas tres meses y pico, por lo que, en caso de no llegar a adaptarse, física o futbolísticamente en el mes menos que tendría para poder competir, se podría aplicar aquello de «aquí paz y después gloria» una vez julio asome en el calendario, y con él, el final de un nuevo curso.
Se asume así, por tanto, que el vínculo es de escaso compromiso y, a cambio, si sale bien, para esa fecha de fin de contrato otro gallo puede cantar, dándose una renovación si refrenda el nivel que le trajo a Europa y que le hizo firmar por el Olimpique de Lyon (fichaje, por cierto, que suscitó también alguna que otra pregunta sobre por qué se había hecho, sobre todo, una vez se vio que su categoría quizás no estaba a la altura del perfil de club). Si se produce lo deseable: que se pone a tono, que juega, lo hace bien y renueva, después de un año se podría convertir en el único lateral izquierdo con contrato del primer equipo…
… o no, porque no hay que olvidar que Iván Garriel, salvo que el Celta ejecute la opción de compra que tiene sobre sus derechos, deberá volver en verano. ¿Serviría, en ese caso, Henrique Silva como acompañante de Garri? Sí y solo si se alcanza el mejor de los escenarios, uno para el cual deben pasar muchas cosas, puesto que, asumiendo que, efectivamente, el zaguero es un desconocido para el público general, aunque su calidad sea alta, viene de un periodo de inactividad muy largo, en el que, además, al contrario que el que tuvo Aidoo, no fue como parte de un equipo, sino sin él, y aunque se haya podido ejercitar por su cuenta, la dinámica no es la misma.
Fichaje ¿de futuro?
Cabe preguntarse, entonces, si Henrique Silva se puede considerar un fichaje de futuro. Puede serlo, y sus casi 31 años no tienen por qué ser una eximente si de verdad muestra la jerarquía que le adivinan sus ‘fichadores’. Sucede que cuando uno se plantea firmar a un jugador pensando en un plazo más largo que el inmediato, normalmente la edad es otra. No quita para que pueda ser una oportunidad de mercado, pero, desde luego, al no tratarse de un jugador con un vínculo con Valladolid ni con experiencia en España, la duda es razonable.
Volviendo al reparto de las fichas de la próxima temporada, bien cierto es que Azam Aznou está cedido por el Bayern solo hasta junio y que el mercado que puede tener hace difícil pensar que pudiera ampliarse el préstamo (sobre todo si participa poco). Al margen del hispano-marroquí, otro melón por abrir sería respecto a la idoneidad de sumar perfiles veteranos al plantel, como el del mismo Henrique Silva, con una mirada al mañana o cuestionarse si no sería mejor mirar otros perfiles que puedan revalorizarse en el medio plazo.
Si uno mira al mercado de futbolistas que terminan contrato el treinta de junio quizás no encuentre demasiadas respuestas… si lo hace como aficionado; otra cosa sería como dirección deportiva. José Salinas, Ignasi Vilarrasa o Diego Pampín podrían ser valorados como opciones (más allá de sus aspiraciones a subir o de posibles intereses de Primera) haciendo solo un barrido entre lo conocido en España. Por no hablar de mercados que el Real Valladolid no suele atender, como la Primera RFEF, de donde el Athletic firmó a Adama Boiro o el Cádiz -ciertamente, en Segunda esta temporada- a Mario Climent, que ha generado seis goles en dos meses.
Por no hablar del mismo Garri, que poco a poco ha ido ganando peso en el Celta Fortuna, revelándose ante la competencia de Tincho Conde y cohabitando con él. El iscariense sería la opción más natural y que añadiría un componente de pertenencia a menudo denostado, y que tanta falta ha hecho esta temporada, cuando a veces ni los portadores del brazalete de capitán lo han tenido. Su campaña como celeste está siendo de aprendizaje (para eso son las cesiones), pero el entorno del estadio lo sobrevuela incluso la sensación de que, de no haberse salido cedido, podría ser la elección más habitual en este tramo final de temporada.