El Real Valladolid necesita un proyecto. Es muy fácil decir eso, soy consciente. Pero sé que es lo más difícil de llevar a cabo. Ya no digamos de defender o hacer entender. Porque un proyecto exige un plan. Planificar, vaya. Y generalmente, a más de un año. Exige, a menudo, mirar más allá de nuestras propias narices, de lo que seamos dentro del propio proyecto, aunque parezca raro decirlo. Tener conciencia de dónde quiero que este barco se dirija, no a dónde quiero llegar. No, no es lo mismo. Aunque lo parezca.
Y en estas estamos en este cuento. Uno dramático, acerca de un club al que su dueño está atado porque nadie le ha querido dar lo que pide. Es lícito, pero duro. Ese dueño, por aquello de que el tiempo pasa, está obligado a mirar hacia adelante. Una mirada tímida, espesa, perezosa. Una que le exige caminar, aunque no le apetezca. Planificar una nueva temporada cuando ya ha sobrado la que está a punto de acabar. Por ello me suena mal el camino que puede tomar una dirección improvisada. De la nada, nada surge. Y no es que lo diga yo, es que lo dice la física.
Es prudente decir que una futura temporada se planifica casi cuando comienza la presente. Mediante el análisis, la proyección de tus jugadores (los que tienes), la consciencia de las bajas y la necesidad de las altas. Una visión global y en tiempo real de cómo evoluciona el equipo durante una temporada en curso para poder saber (o imaginar) lo que debería ser el equipo la temporada que viene. Es algo natural, fluido, que exige observación, sentido de viaje, de movimiento y de cooperación.
En un año con tres entrenadores distintos, con una dirección deportiva que no ha logrado dar con la clave ni en verano ni en invierno, con una temporada casi abocada al fracaso en el mes de febrero, cabe imaginar que la cooperación y el viaje han sido accidentados. Que el sentido fluido de la dinámica ideal no ha existido y que, a pesar del que seguro ha sido un gran trabajo individual de muchos de los que componen hoy el Real Valladolid, no es lo mejor para que a esta etapa en la que vivimos ni a la que venga se la pueda llamar proyecto.