Alba Oliveros (Valladolid, 1995) es una de las voces reconocibles del fútbol español. Después de graduarse en Periodismo en la Universidad de Valladolid, y de colaborar en diferentes medios de comunicación locales como Blanquivioletas, donde hizo sus primeros pinitos, su inquietud le llevó a Barcelona, donde nunca dejó de ponerse retos. Uno que le ofrecieron fue convertirse en la primera narradora en español de nuestra Liga hace casi tres años, condición de pionera por la que fue pregonera de las Fiestas de Valladolid en 2023.
Primera División, Segunda, videojuegos… Da igual lo que le echen: se ha convertido en una de las voces de nuestro fútbol. ¿Lo ha asimilado ya, o todavía lo vive desde la nube?
Creo que sí lo he asimilado. Si me paro a pensar, vuelvo a la nube y a preguntarme si esto me está pasando a mí, pero en verano hace tres años y después de tantos partidos he visto que sí es real [ríe].
¿Sigue habiendo nervios previos?
A menos que haya pasado previamente algo ajeno, o que sea algo vital como un play-off, no, salvo que sea un partido del Pucela. En esos partidos sí que tengo nervios y muchos sentimientos encontrados. Lo que sí tengo siempre son mariposillas, pero porque las genera la sensación del directo. Al inicio tenía muchos: me dormía pensando en el siguiente partido, soñaba con él…
¿Cómo es la preparación de un partido?
Varía mucho en función de si son equipos que hago con asiduidad o de equipos que llevo tiempo sin ver, sin narrar… Escucho y leo ruedas de prensa, preparo mis post-its con datos de cada jugador de la plantilla e intento ver partidos anteriores o, al menos, resúmenes. Además, manejamos informes de MediaCoach y siempre me los leo, porque ofrece datos interesantes. En definitiva, intento estar actualizada. De Primera, salvo Madrid, Barça o Atleti, he hecho a todos los equipos, y en Segunda creo que todos excepto uno.
¿Cuán importante es la sinergia con el comentarista? Se le ve especialmente a gusto, por ejemplo, con Alberto García.
Se nota, ¿eh? [ríe]. Yo estoy muy cómoda con todos y estoy muy a gusto con todos, y es importante que haya esa confianza con quien haces el partido, pero con Alberto es otro mundo: he hecho muchos partidos con él, ya nos conocemos mucho, también más allá de lo profesional… Recientemente lo hablaba con un compañero; cómo se nota cuando hay un pack, un Alba-Alberto, un Héctor-Jofre, porque así podemos hacer referencia a partidos que ya hemos hecho, a experiencias narrando juntos, sabemos cómo nos baila el agua, cómo sacar una sonrisa…
¿Cuida la voz de alguna determinada manera?
Sí, cuido la voz. Al inicio, más, porque lo pasé muy mal. Yo no había narrado nunca y no era consciente de cómo se narraba con el diafragma, forzaba mucho las cuerdas vocales y sufría mucho y me tomaba muchas pastillas naturales. No bebía nada frío, intentaba no hablar, si tenía un plan lo cancelaba si tenía mal la voz… pero ahora no sufro tanto, aunque sí uso própolis en spray, caramelos con jengibre y tés de jengibre.
La pasión por el fútbol me viene de estar en la panadería, con mi padre, siempre con la radio puesta
¿De dónde le viene la pasión por el fútbol?
Me viene de estar en la panadería con mi padre siempre con la radio puesta, de escuchar al Real Valladolid y el carrusel del día. Veía siempre el partido que daban en abierto los sábados, si había algún partido importante o del Pucela me iba a veces al bar con mi padre o al estadio… Me tragaba todos los deportes que daban en la tele, pero el fútbol en especial.
¿Qué recuerdos tiene de pequeña?
También he jugado mucho; siempre me ha gustado jugar, aunque fuera la única niña o de las únicas que lo hacía. Recuerdo celebrar los goles como Ronaldinho, con los dedos, y cuando veía ‘Minuto y Resultado’ en LaSexta siempre me veía haciendo el seguimiento de un partido con unos cascos puestos. Era la ilusión que tenía desde niña y, por suerte y con trabajo, se cumplió.
Lo cierto es que hasta hizo algunos pinitos entrenando, y en el Torneo de Periodismo de la UVA todavía se recuerdan algunas de sus carreras.
Sí, entrené en el Victoria, a unos alevines, con diecisiete o dieciocho años, y en el Campus de Sergio Asenjo, y me hizo mucha ilusión. Jugando era un ‘pájaro loco’ y seguro que lo único que se puede recordar de mí es que corría como pollo sin cabeza, que subía a rematar, bajaba a defender y metía la pierna. Me lo pasaba muy bien, aunque estaba claro que como futbolista no iba a llegar a nada [ríe].
¿Cómo es, a día de hoy, su vínculo con Valladolid?
Valladolid es mi casa y es mi ciudad. Estoy en un entorno en el que nadie es de Valladolid y siempre soy una ‘pesada’ con Valladolid. Voy muy poco, echo de menos a mi familia, a mi gente… pero siempre estoy hablando de Valladolid y del Real Valladolid, siempre escucho la radio de Valladolid para enterarme de lo que ocurre… Llevo más de siete años aquí y Barcelona también es mi casa, pero mis raíces son vallisoletanas y mi sangre de color del vino de la ciudad.
Haber sido pregonera de las fiestas de Valladolid es lo más a lo que puedo aspirar. El día más feliz de mi vida
¿Qué supuso haber sido pregonera de sus Fiestas?
La cúspide, lo más. Es a lo que más puedo aspirar en la vida. En absoluto pensé que fuera a pasar algo así; yo lo tenía como algo para la gente excelente. Puedo tener un ‘Clásico’ o una final de Champions, que jamás voy a experimentar algo como lo que viví en ese día: por estar en el balcón, por tener el reconocimiento de la ciudad, por ver a gente de mi familia unida, por ver a mucha gente que se acordó de mí y vino, por todo el cariño que recibí en esas fechas… Es algo inefable; no puedo explicar lo que sentí. Fue el día más feliz de mi vida.
¿Y su etapa en Blanquivioletas, qué memorias le trae?
Blanquivioletas me recuerda a mis inicios en el mundo del periodismo y al momento en el que me di cuenta de lo que me gustaba escribir. Con Blanquivioletas descubrí la sinergia entre literatura y fútbol, lo bien que conectan. Di rienda suelta a mi imaginación algún día y recuerdo romantizarlo todo; escribir muy pegajoso y querer contar historias a través del fútbol. Blanquivioletas me recuerda a ese poso, a la transmisión de los sentimientos y los valores intrínsecos del fútbol. También se apostaba mucho por el fútbol modesto y de base, que es más pasión despierta. Y qué alegría que hayáis vuelto [sonríe].
Para terminar, ¿cómo está viendo al Real Valladolid?
Esta temporada la Diosa Fortuna no está de su parte. Ronaldo ha vuelto a aparecer ahora, pero se le echa de menos. Siento que no hay un gran liderazgo y que ahora mismo es un equipo ascensor, y no quiero. Yo quiero confiar, porque las matemáticas aún dicen que se puede, pero… Me gusta ver que, a pesar de todo, la gente va al estadio. Es digno de alabar cómo ha crecido la afición y la fidelidad que hay.