Las matemáticas complican la permanencia del Real Valladolid, pero mantienen un pequeño atisbo para la esperanza
Aunque parezca que la batalla está perdida, el Real Valladolid aún tiene una última bala para conservar la categoría. El Pucela necesita una rocambolesca carambola en la que confluyen tres partidos en total: el que enfrenta al Huesca con el Valencia, el del Elche con el Athletic Club y el propio encuentro de los blanquivioletas.
Ahora mismo, los de Sergio González van decimonovenos con 31 puntos, mientras que los ilicitanos –decimoctavos– y oscenses –decimoséptimos y marcando la salvación– están empatados con 33. Por lo que los de Zorilla necesitan, además de ganar su propio partido contra un Atlético de Madrid que se juega el título de Liga, que los azulgranas pierdan y, a poder ser, que lo hagan los franjiverdes. El único resquicio que quedaría sería que los de Fran Escribá empatasen, toda vez que, aunque el golaveraje particular está empatado, el global está del lado de los pucelanos.
En el Real Valladolid, tanto en jugadores como afición, directiva y todo el entorno del club –salvo a lo mejor el presidente–, se nota un ambiente de pesimismo por la dificultad de la hazaña y por el desgaste de una temporada tan mala que no invita a creer en una heroicidad casi impropia y, se podría decir que, en caso de darse, hasta inmerecida. El propio míster señaló el otro día en El Transistor de Onda Cero: «De la carambola que necesitamos, lo que más difícil me parece es ganar nosotros». Sea como fuere, las opciones están ahí y si algo ha demostrado el fútbol a lo largo de toda su historia es que no se puede dar nada por cerrado. Noventa minutos para un final de liga que puede cambiar el destino de muchos.