En un encuentro donde miró a los ojos a los de Emery, la falta de puntería y los errores en defensa le volvieron a condenar
Con la moral por los suelos tras el duelo del fin de semana pasado ante el Valencia, pocos creían en la salvación. El lunes estábamos en Segunda. El martes continuaba el cabreo. El miércoles se atisbaba un hilo de esperanza. Y el jueves, la afición respondió con el recibimiento al equipo como siempre hace. Fue el Pucela el que no cogió la llamada y no resucitó contra el Villarreal. Nunca estuvo muerto, porque incluso la clasificación decía que estaba fuera del descenso hasta la victoria de ayer del Huesca, pero las sensaciones eran otra cosa.
Se intentó esta vez volviendo al primer capítulo del manual futbolístico de Sergio González, ese tan manido y ya agotado en Valladolid. Bloque medio-bajo y esfuerzos defensivos. Arriba, poca producción ofensiva esperando, y deseando, cazar una. Con Weissman sobre el terreno de juego, todo puede pasar. Pero no pasó.
Tras un arranque agobiante de los de Emery, en el que se constató por qué son finalistas de la Europa League, el Real Valladolid resistió de pie. No hubo grandes paradas de Roberto, -uno de los seis cambios que introdujo el técnico en un once inédito en toda la temporada-, pero los amarillos rondaban el área blanquivioleta una y otra vez con Gerard Moreno como gran amenaza. En ataque, el más destacado fue Toni Villa, rescatado del ostracismo para esta mini liga de tres partidos. Duele ver lo que aportó durante el partido y lo que pudo dar cuando no contó para Sergio.
Una película ya vista
La segunda mitad comenzó casi calcada, con una ocasión de Paco Alcácer muy clara en la que esta vez sí tuvo que intervenir Roberto para despejar el balón. Se marcharon Joaquín y Roque Mesa, y entraron Sergi Guardiola y Alcaraz, para volver al 4-4-2 de siempre cuando habían pasado menos de diez minutos del arranque. Más madera sobre el césped… pero la más clara la tuvo El Yamiq en una recuperación, y posterior asociación con Guardiola, que se desbarató mediante una gran parada de Asenjo. Lo que pudo ser y no fue.
Cuando mejor estaba el Pucela, embotellando al Villarreal, un balón en largo de Pau Torres a la espalda del lateral, Gerard lo convirtió en gol. Se revolvió, controló y batió a Roberto. La situación era desesperada y ya la habíamos vivido.
Con más corazón que fútbol, el Real Valladolid no consiguió ni empatar. Ni en la grandísima ocasión de Marcos André se rescató un punto. Capoue puso la puntilla en el 91′ gracias a una nueva feria defensiva para acabar de matar el partido, al equipo y quién sabe si la permanencia. Seis puntos en juego sin depender de ti mismo.