La película del Real Valladolid y su entorno se ha convertido en un film de piratas
Empezamos remando, ya fuera en galeras en medio del mal o en un despreocupado bote, y hemos llegado al punto de que es el viento quien nos mueve y empuja a su antojo, como ocurre en el navío de los célebres versos de José de Espronceda. El siguiente paso será la combustión.
El Real Valladolid y su entorno es zona de batalla, y por si hubiera alguna duda sobre esto, el capitán de la nao, Sergio González, se encargó en la rueda de prensa posterior al partido frente al Alavés de confirmarlo. Señaló a sus tripulantes y cuestionó si estaban con él o no, rompiendo el último nudo marinero de confianza que parecía mantenerle de pie en este club.
Sin embargo, parece ser que siempre habrá quien esté ahí cuando, en medio de la zozobra que llega con cada nueva ola en forma de estrépito sobre el campo, Sergio parezca tambalearse. Evidentemente, esa mano amiga que tiene siempre para asirse, es eso precisamente, amiga, y cuenta con cinco extremos que escribirán lo que tengan que escribir por amistad, ya sea en un ordenador o en un teléfono móvil.
Tristemente, así es: el que ahora mismo no sea simplemente realista, porque ya no hace falta ser crítico para pensar que la situación es calamitosa, tiene un peso mayor por encima que el de su propia opinión. Este peso podrá ser ligero como el nylon de una camiseta o pesado como la digestión de una copiosa cena. También hay quien ha basado su trabajo en modelar especialmente esa amistad hasta convertirla en fuente, de los deseos para el que realmente se ha beneficiado de una situación plácida en alta mar hasta que las acometidas de Poseidón han sido demasiado grandes.
Siguiendo con los tópicos marineros, no creo en el dicho de que las ratas siempre son las primeras en huir del barco. Antes que ellas, tendrán que salir, obligados, aquellos que tuvieran su jornal en dar parte del rumbo del navío. Porque, desgraciadamente, esto es muy serio y de la nula exigencia (que es parte también de lo que rodea a un club) llegaremos al punto de que cuando atraquemos en segunda división, cambiaremos el barco por uno más chiquito en el que tendremos espacio los seis u ocho mil de siempre, pero que no será sustento suficiente como para mantener a todos los que comían de él.
Tener una novia en cada puerto es un comportamiento lícito, pero está reñido con el sentimiento. Pasan los años, pasan lo jugadores… Quien permanece inmutable tormenta tras tormenta es la afición, de la que todos, incluso los profesionales, formamos parte. Elegir entre conservar la ración diaria y ser consecuente con lo que tus propios ojos ven cada fin de semana y cada día que hay una rueda prensa parece fácil. Sin embargo, optar siempre por lo primero puede acarrear que, finalmente, ni una cosa ni la otra. En Valladolid estamos en ese límite, más o menos, y si no hemos acoplado la máquina de vapor al barco y empezado a vivir en la combustión es, simple y llanamente, porque las autoridades portuarias no permiten el desplazamiento de personas ni se puede remar en el único sitio donde puede hacerse, el estadio. Ya llegamos tarde a plegar velas.