Lejos del talento que se le conoce, el chileno no está del todo cómodo en un rol en el que su juego, lejos de brillar, presenta un gesto nostálgico, que no deja de buscar soluciones a los problemas que lo alejan de su máximo nivel

Baudelaire decía en su libro ‘Las flores del mal’ que los poetas malditos son aquellos que, a pesar de su talento, no logran hacerse valorar como lo exigiría su destreza a la hora de componer. Con la licencia de comparar la composición poética con la creación futbolística, incluiría en el célebre recopilatorio ensayístico de Verlaine la obra de Fabián Orellana.
El chileno, también con un carácter complejo y a menudo incomprendido por el entorno, sigue buscando, en las filas del Real Valladolid, esa solución a los problemas que impiden semana a semana que lo mostrado no haga evidente su destreza como futbolista.
Si bien suelen emplazarle en el extremo, su fútbol le ha llevado a ocupar muchas más zonas y a ejecutar muchos más roles. Su técnica es excelsa y su capacidad para ver el fútbol e hilar jugadas le han aportado la capacidad para dominar desde un ámbito mucho más complejo que la banda. Como los buenos artistas, domina varios registros y, como es lógico, prefiere los que le hacen destacar con mayor facilidad. En esa búsqueda de lo satisfactorio, Fabián Orellana ha ido encontrando a lo largo de su carrera las zonas y contextos que más dejaban ver su talento. En este Valladolid, sin embargo, le está costando encontrar ese espacio y ese rol que le haga sumar enteros como futbolista en el equipo blanquivioleta.
Y es que la capacidad del internacional chileno, como se puede entender, ha convencido a todos en el equipo, sabiendo que su experiencia y habilidad pueden ser vitales para el día a día del equipo de Sergio González. El entrenador catalán ha confiado plenamente en el ‘12’ desde su llegada. Su emplazamiento ha variado, no obstante, haciendo ver que las dudas con respecto a la posición de Orellana también existen en la perspectiva del técnico. En el primer encuentro liguero (ante la Real Sociedad), Orellana comenzó siendo el enganche del equipo en un 4-2-3-1 que se ha repetido en pocas ocasiones a lo largo de estos meses. Esa posición, que le otorga cierta libertad para caer a un costado si es necesario o bien atacar la frontal del área y buscar los huecos para el delantero, es el que quizá encaja más con el perfil de futbolista en el que ha ido evolucionando el chileno.
El cambio de dibujo (regresando al 4-4-2) no le ha alejado de la titularidad, pero sí le ha ubicado en una posición más limitada en cuanto a la participación en la elaboración del juego. De ser escalón fundamental en esa fase ofensiva, Orellana ha pasado a formar en la banda diestra, sobre todo, en un rol menos influyente y que le hace brillar menos como pieza clave del equipo vallisoletano. Y es que, de ese futbolista de banda de sus comienzos, queda poco de desborde y mucho de técnica. Y es algo que le acerca más a ese carril central donde su buena asociación con los mediocentros le permite ser una pieza más en la construcción de juego, aunque le limita de manera importante a la hora de ser diferencial en el último pase, una de las habilidades más llamativas de su fútbol.
En ese rol menos definitivo, Orellana parece estar fuera de sitio en los partidos que disputa con el Valladolid. Ese rol, que a priori puede parecer bien llevado por Óscar Plano en la banda zurda, queda algo cojo con el chileno que, aunque cumple perfectamente con su misión, no termina de ser lo esperado. Dejando carril libre a Hervías o a Janko, no está sabiendo hacer uso de su presencia en la zona de tres cuartos para que se vea una repercusión notable en el juego ofensivo de los de Sergio. Acercarle a ese rol más cercano a la delantera y menos exigente con las labores defensivas parece algo complejo, sobre todo con la entrada de Marcos André (y su buen rendimiento actual) y, sobre todo, con el dibujo y el sistema empleados por el entrenador.
Depende, por tanto, de su capacidad para adaptarse a ese rol más complejo y exigente, tener una influencia mayor en el equipo, siempre que no cambien los roles o las circunstancias en el conjunto pucelano. De eso dependerá que su papel sea recordado como el de un autor prolífico o como un poeta maldito, al que se recuerde con la nostalgia de quien sabe que su obra pudo haber alcanzado cotas mucho más altas que las logradas.