Un clamoroso error de Masip, al que se le escurrió un balón sencillo, privó de la victoria a un buen Real Valladolid ante la Real Sociedad
Cuán difícil es realizar un partido sin equivocaciones y cuán difícil es verlo que se realice sobre el césped del estadio José Zorrilla. Ya sea en la normalidad más absoluta, en lo que habría de llamarse el fútbol de siempre, o en este nuevo escenario de encuentros entre la pandemia, que se aproxima más al título de una novela de ciencia ficción, el Real Valladolid estrenó la nueva temporada con el mismo mal que el año anterior.
Tras una primera parte magnífica, matizada únicamente por el despiste de los diez primeros minutos, los de Sergio González dejaron escapar tres puntos que, de no haber sido por los guantes resbaladizos de Masip, se hubieran quedado en el feudo pucelano. El dulce sabor de la miel degustado con el primer gol de Michel se tornó de un desagradable amargo fruto de un error sonrojante del cancerbero blanquivioleta, que peco de una fragilidad propia de manos de mantequilla.
Protocolos margen, a los que habrá que ir acostumbrándose como ritual previo al sonido del silbato arbitral, el encuentro en la capital del Pisuerga comenzó con la salida escalonada de los dos equipos y la correspondiente formación en un centro del campo en el que lucían por primera vez nuevos rostros con la zamarra blanquivioleta.
Haciendo uso de lo interiorizado en la pretemporada, el equipo de Sergio González formó con un plantel integrado por Bruno en la medular y Sergi Guardiola como jugador más adelantado y flanqueado por los otros dos futbolistas de mayor corte ofensivo, el chileno Orellana y el joven carrilero Waldo Rubio. En el caso de la Real, un once compuesto por nombres como Remiro, Gorosabel, Isak y Barrenetxea, que estuvo a un nivel inmenso, salieron para suplir las importantes bajas con las que tenían que lidiar los visitantes.
Con el arranque del cruce, los pupilos de Imanol Alguacil tomaron pronto las riendas del partido y poco tardó en avisar Portu de que el tiempo de pretemporada había finalizado y que lo que estaba en juego en el estadio vallisoletano era una victoria igual de importante que la que de dentro de unos meses, cuando se esté dando por concluida la campaña. Un fallo de Míchel, que poco después recibiría un regalo en el área rival perfecto para reivindicarse, provocó la primera (y prácticamente la única) jugada ofensiva de los donostiarras en la primera parte. Se fue al lateral de la red, sin peligros para Masip, al que aún no le brillaban las manoplas producto de la mantequilla.
Pequeño «susto» para despertar, un par de gritos del míster desde la banda y rápidamente el Pucela cambió de cara para practicar un juego mucho más inteligente, aunque sin excesivo dominio de balón. En el segundo cuarto de hora, un centro-chut de Nacho que casi sorprende a Remiro, una gran jugada de Orellana que también atajó bien el cancerbero del equipo y un tiro al palo de Waldo, que dejó vibrando la portería por unos segundos, ilustraron un cambio de ritmo que se alargaría hasta el cierre de la primera mitad. La dulce miel salida del panal se acercaba a los labios vallisoletanos y ya había quien salivaba con ese pegajoso y dorado sabor de un unguento que empapuza los labios hasta derivar en el colmo de la glotonería.
Hubo que esperar unos pocos minutos más, sin embargo, para que Sergi Guardiola, después de una jugada magnífica, recibiese en tres cuartos de cancha, se zafase de Aihen Muñoz con una maniobra deliciosa y pusiese un balón perfecto al corazón del área al que llegaría para empujar un intuitivo y correcto Míchel. Miel pura. Una de las mejores jugadas que se recuerdan en Zorrilla y el partido que se encarrilaba, porque la Real no estaba ni se la esperaba, visto lo visto.
Concluido el intervalo, los txuiri-urdin siguieron tímidos y los blanquivioletas dominando un partido que por momentos se hizo pesado, como la miel cuando se toma en exceso. Fue llegar el minuto 60 y el postre azucarado al que se habían apuntado todos los aficionados locales se convirtió en un desagradable y amargo sabor, a la par que gélido, por retornar fantasmas del pasado. En una falta aparentemente sin mucho peligro, Roberto López golpeaba al centro y blando como si de un mero ensayo se tratase y ponía un balón sencillo, fácil para Masip, pero que acabó resbalando, como el cuchillo en la mantequilla, entre las manos del guardameta.
La media hora restante estuvo protagonizada por el festival de cambios y el debut a la desesperada de Weissman, que no pudo volver a regresar la miel a una escena ennegrecida, porque el triunfo se volvió a sentir cerca como anteaño ocurriera en múltiples ocasiones. Apenas un centro envenenado de Kike Pérez, que también debutó, puso algo de emoción al enfrentamiento contra la Real, que estuvo mejor en la segunda mitad, si bien lejos del nivel al que aspira. El error clamoroso de Masip se convirtió en lo más sonado de la tarde dominguera y manchó el debut liguero de un Real Valladolid que probó la miel y acabó tropezando, pacialmente, pues el empate no es malo, por jugar con la mantequilla.