El Real Valladolid no pudo celebrar matemáticamente la salvación tras caer ante un Barça que acabó pidiendo la hora en Zorrilla

El equipo que aprieta pero no ahoga. Ese es el Real Valladolid, que no ha faltado a la tradición de dejar escapar con los tres puntos a un grande, pese a que mereció por lo menos uno. Los de Sergio González volvieron a competir, incluso a ser mejores que el Barcelona en el segundo tiempo, pero como ocurrió ante el Atlético hace unas semanas o frente al Real Madrid antes del parón, un solitario gol les privó de la gesta.
No sabe del todo mal, pues la salvación será cuestión de días –incluso de horas, si es que el Mallorca no consigue el triunfo este domingo–. Sin embargo, tras la derrota en el descuento ante el Valencia, el esfuerzo volvió a no ser recompensado, por querer y no poder, pero también en buena medida por emplear la primera parte en hacer un fútbol que al Pucela no le corresponde.
Se puso por detrás en el marcador al cuarto de hora merecidamente. No porque el Barcelona hiciera más por adelantarse –las fuerzas y el fútbol de los blaugranas hace tiempo que desaparecieron— sino más bien porque el planteamiento cerrado del Real Valladolid no daba ningún resultado.
Básicamente porque si un equipo sale a defender para conseguir lo máximo, es decir, un punto, es necesario no ceder nada en defensa. Y esta vez no fue así.
Los de Sergio generaron inseguridad atrás en el primer acto, cosa que no se daba desde hace tiempo. Ante el Barcelona o estás de diez o no estás y Messi se aprovechó de una indecisión de Joaquín en el despeje para servir a Vidal el cero a uno. Protagonista el chileno —para bien— y eso que Alcaraz buscó sacarle del partido y al final se salió él con una entrada inoportuna que se quedó en amarilla para su suerte.
Actor secundario fue Griezmann –para mal—, pues dejó con vida al Pucela con dos fallos garrafales: uno por no asistir a Messi a tiempo y otro por rematar al aire un pase de la muerte del argentino. También se topó con Masip, al igual que Ricki Puig nada más comenzar. El joven centrocampista arrancó como una amenaza, pero no mantuvo el alto nivel de otros partidos.
Solo la pausa de hidratación cambió mínimamente a los locales, que hasta entonces no habían dejado ninguna salida clara de balón. Tampoco llegó así la única ocasión, sino gracias a un balón en largo de Masip que prolongó involuntariamente Lenglet para dejar a Kike Pérez con la opción de marcar al Barça. De ser será en el play-off (incluso puede que ahí tenga más valor) porque en este caso remató a la hierba cuando estaba solo frente a Ter Stegen.
El alemán resultó, como otras tantas veces, el salvador de Setién. A falta de Messi, que es el termómetro del Barça y este sábado estaba lejos de la fiebre, el guardameta evitó el empate varas veces, incluso en el descuento, con un disparo a pies de Sandro. Precisamente el canario fue el más espeso de la segunda parte, en contraposición de Ünal, que en el minuto 55 probó con un remate de cabeza que el pulpo ‘Tegen’ acertó a despejar.
Cinco minutos después, mismo remate e idéntico resultado. Pero tras esa acción el Real Valladolid fue hacia arriba y se comió a un Barcelona al que la liga ya perdida se le hace larga. Cualquier equipo le supera bien entrada la segunda mitad y el Pucela no iba a ser menos, hasta el punto de que embotelló a los visitantes en el último tramo de partido. Soñó con empatar, como en el Bernabéu, pero ni Guardiola, ni Ünal, ni el hiperactivo Kike Pérez –jugó los 90 minutos– tuvieron el día de cara a puerta.
Pese a la derrota, quién pudiera firmar que en 24 horas el Real Valladolid podría confirmar su permanencia con dos partidos aún por jugarse. Dependerá de si el Mallorca no gana, sin perder de vista que con sumar dos puntos los de Sergio seguirán en Primera. Y con segundas partes como esta dan ganas de seguir viendo al Barcelona en Zorrilla muchos años más. Con la esperanza de que el resultado sea distinto.