El vallisoletano, que fue responsable de captación en el Real Valladolid, destacó la importancia del entorno y del equilibro entre técnica y físico dentro de este proceso
Una de las preguntas que más se puede escuchar en el entorno del fútbol base es la relativa al potencial de un jugador. La respuesta no es sencilla, menos aún desde la perspectiva de los clubes a la hora de desarrollar el proceso de captación para sus diferentes equipos. El que fuera, entre otros, coordinador de fútbol 7 en el Real Valladolid, Chema Abril, pasó por ‘Charlas en casa’ para explicar algunas de las claves de este proceso.
«Al jugador con talento lo ves desde pequeño. Cuando ves que es capaz de jugar y pensar, y si los entrenadores le entienden y confían, lo lógico es que llegue. Cuando vas subiendo etapas los chavales tienen que tener algo más, no vale solo con estar y ser. El saber si va a llegar depende de su evolución: hay jugadores muy buenos que se empiezan a influenciar por otras compañías y se pierden. Hay niños que desde pequeños son titulares indiscutibles y va a llegar un momento en el que eso no va a ocurrir. Ahí está el problema, porque no lo asimilan, y por eso los tienes que ir preparando», explicó.
En su etapa en el Pucela, una de las pautas que se marcaba para la captación era «no fichar más de dos niños por club». Para la primera criba, uno de los factores más importantes es el análisis del entorno del futbolista. «Te das cuenta de que los niños buenos siempre juegan de mediocentros y delanteros y tienes que hacer una selección y tener jugadores zurdos, que jueguen en banda, defensas, porteros… No es solo lo que te dicen, tienes que ver otras cosas. Muchas veces vas a un campo y te fijas en el entorno, en cómo actúan cuando ganan con facilidad o cuando les cuesta. Empiezas con entrenamientos y torneos y ves cómo se desenvuelven fuera de su entorno, cómo son los padres…», desgranó.
A nivel futbolístico, uno de los criterios que se puede seguir a la hora de fichar a un futbolista es el equilibrio entre la técnica y el físico. «Soy un apasionado del jugador técnico pero tiene que tener piernas, ser ágil, correr, saltar… Puede haber un niño que, a nivel físico, no es lo que creemos, pero conoces el entorno y técnicamente es bueno, por lo que puede ser que tenga una mala alimentación y le haces un seguimiento, porque cuando crecen todos se ponen a la misma altura», analizó Chema Abril.
Otra de las opciones es detectar qué posiciones hace falta cubrir y, después, trabajar con los niños para sacar su máximo rendimiento. «Puedes pensar ‘tengo que hacer una plantilla de doce jugadores y, mínimo, tiene que haber dos o tres zurdos’ y empiezas a trabajar sobre ese perfil. Casi todos los jugadores de calidad empiezan a tirar hacia arriba, luego los tienes que llevar hacia abajo. Al futbolista que tenía buen físico le poníamos a jugar en posición defensiva y empezábamos a trabajar con él. Con el tiempo, dentro del club empiezas a trabajar a nivel mental, porque hay jugadores que son muy buenos pero no entiendes las cosas que les explicas. Entender el fútbol ahora es muy importante», recalcó.
En todo el proceso, los padres juegan un papel importante, por lo que también es importante trabajar con ellos para evitar que los posibles egos o frustraciones afecten al jugador. «El padre está deseando que el niño salga al campo y verle. Hay entornos muy buenos y otros que dices ‘qué pena’. Es complicado, porque te encuentras con el padre que quiere que su hijo sea más y con el que quiere que el niño se lo pase bien. El trabajo que hacía Javi Torres con David Rincón en el Real Valladolid era una maravilla. El niño entra en el Pucela, pero los jugadores potenciales por grupo pueden ser dos o tres, cuatro como máximo; el resto están para ayudarlos. ¿Cómo se lo explicas a los padres? Yo he intentado decirles la verdad y, cuando captaba, obligaba a que fueran cuatro años, los dos de alevines y los de infantiles. Si el niño no era válido no lo iba a pagar, lo pagaría yo que era el que lo había fichado, porque él no tenía la culpa», apuntó Abril.
Todo ello, teniendo en cuenta las diferencias que marca la edad. «En alevines e infantiles no se dan cuenta de muchas cosas. En cadete es otra historia porque se están jugando llegar a juveniles y tener esa oportunidad de ser profesional. Se ven frustrados cuando ven que uno juega todo, ellos no y el padre está por detrás. Hasta esas edades intentábamos que jugaran todos porque, cuando notificas que no continúan, el primer argumento es que no ha jugado igual que el otro. Si ya no hay ese argumento, puedes argumentar con lo futbolístico. Es algo que hay que manejar, sobre todo con los pequeños», finalizó.